"Nueva tribu urbana que gana adeptos entre adolescentes"

Los EMO son de mente abierta, pacíficos y quieren vivir la vida a través de las emociones humanas. Sufren para sentir y purificarse.
Herminso Ruiz - El Espectador

Calificaciones:15Nueva tribu urbana que gana adeptos entre adolescentes Jóvenes con Emo-cionesLas culturas juveniles, importadas de otros países, llegan a Colombia a través de los medios de comunicación. Los EMO, una inquietante nueva tendencia.
Ma. Jimena Pineda Juan carlos Prieto / Especial para El Espectador


“Imagínese ese grito. Es un grito de desesperación. Un grito que saque todo lo que uno tiene adentro”, dice Esteban, excitado. La filosofía de vida que siguen los jóvenes EMO es una protesta contra la pérdida de sentimientos. “La gente a lo único que se dedica es a trabajar, y se convierte en la maquinaria de un sistema”, afirma con una implacable seguridad. Quieren rescatar toda la emotividad del ser humano. Vivir a través de las emociones.
Esteban, de 16 años, es parte de este grupo desde hace ocho meses. EMO es la abreviación de un género musical llamado emotional hardcore, que nació a finales de los años ochenta en Estados Unidos. Para muchos jóvenes bogotanos más que un estilo de música, esto es una forma de ser. Esteban se viste de negro y se pinta la parte inferior de sus ojos, como simulando ojeras e inflamación producidas por las lágrimas. Maquillarse es muy común entre estos jóvenes, motivo por el cual muchos son juzgados como homosexuales: “Cada uno diseña cómo se quiere vestir. Somos creativos y de mente muy abierta, queremos cambiar ese pensamiento de que sólo las mujeres pueden maquillarse”.
Al comienzo, Esteban tuvo problemas con sus padres que no estaban de acuerdo con que se cortara las muñecas. “Lo hacemos para que por medio del dolor del cuerpo salga lo más profundo de nuestros sentimientos. La sangre purifica el alma”. Cortarse es, entre otras, una de las prácticas más radicales de estos jóvenes.

“Yo he escuchado niñas EMO de 16 años que cuentan haber abortado, consumido drogas fuertes, estar alcoholizadas y ser promiscuas”, afirma Paola Cortés, de 28 años, mánager de grupos musicales de Bogotá. Muchas veces, estas jóvenes tienen cortadas en sus brazos, piernas y senos. Para ellos esas heridas son las marcas de su tristeza”. Cuando Paola recuerda las conversaciones de las que ha sido testigo, advierte con preocupación que, ahora, los jóvenes EMO tienen aceptación en el grupo cuando son internados, por corto tiempo, en clínicas psiquiátricas: “Entre más mal estén, entre más lloren, son mejores”.

La música

Un hombre de unos 50 años cuida la puerta de una casa residencial al norte de Bogotá, y cobra la entrada: “Son 6 mil pesitos y no pueden entrar trago ni volver a salir”. Poco a poco, van entrando en grupos de cinco o seis, jóvenes EMO entre los 12 y los 20 años. El hombre les dice: “Me hacen el favor y anotan su nombre en la lista y al frente el nombre de su papá, si no tienen papá, escriban ‘padre desconocido’, y entren rapidito”.
Todos esperan el “toque” de sus bandas favoritas; visten de negro, con algún adorno muy colorido y usan un mechón de pelo que cae sobre alguno de sus ojos. Casi siempre las muñecas cubiertas con pulseras. La música proviene del garaje trasero de la casa, un lugar estrecho y oscuro con una especie de tarima artesanal donde están los músicos. Con una camiseta que en la parte delantera dice “nuestro corazón arde” y atrás “eternamente”, Esteban observa, junto con su círculo de amigos, a los bailarines. El vocalista entona una canción que no se entiende. Su voz parece salida de las cavernas, como un eco ronco que no se extingue.

El ritmo de la música es bastante agresivo. Brincan, dan volteretas, dan patadas al aire y aunque algunas veces se rozan, nunca se golpean.
Los EMO, al igual que otras culturas juveniles (como los hardcore, los punk y los metal), se agrupan en torno a la música.
El antropólogo Germán Muñoz ha estudiado el fenómeno de las tribus urbanas, y explica que los jóvenes encuentran en éstas un espacio de autocreación que les permite pensar el mundo desde perspectivas diferentes a las tradicionales. Los punks se han convertido en los enemigos número uno de los EMO. Éstos últimos consideran a los punks muy radicales, intolerantes y utópicos al luchar por un sistema político que nunca va a triunfar: la anarquía. “Dicen que van a derrocar al sistema, pero no hacen nada diferente que cascarnos. Que me digan que le pegaron a un ministro o a un senador, en ese caso los respetaría. Pero pegándole a un EMO no derrocan ningún sistema”, asegura Esteban.

Calcular el número de jóvenes que pertenecen a este grupo en Bogotá es muy difícil, como lo explica Germán Muñoz: “Hacer estadísticas de culturas juveniles es imposible porque ellos no están a la vista, son underground. Para ellos es peligro mortal ser identificados”. Se pueden hacer cuentas imaginarias cuando se asiste, por ejemplo, a Rock al Parque. En un día dedicado completamente al metal, se pueden encontrar 150 mil jóvenes oyendo esta música, pero no es posible saber a qué tipo de tribu pertenecen ni de dónde son.
Varias culturas juveniles llegan a Bogotá y a otras ciudades gracias a los medios masivos y alternativos de comunicación. Muchos de los jóvenes colombianos y bogotanos acceden a redes que no pertenecen a un circuito comercial, en donde logran ser conocidos y respetados. Son redes subterráneas, en las que a través de la red intercambian información, según explica Myriam Cotes, directora conceptual de la franja juvenil de Señal Colombia.
Los EMO tienen varios blogs y espacios en www. myspace.com en donde hacen contacto con otros de Latinoamérica. El diseño de estas páginas, lleno de corazones rotos, calaveras y lágrimas, ilustra la estética de la tendencia emocional que comparten estos jóvenes.

Los íconos

Esteban tiene en su gorra un parche con un dibujo de “Jack”, la caricatura creada por el cineasta americano Tim Burton, que se convirtió en el símbolo de los EMO. Varios de sus amigos tienen camisetas estampadas con el mismo personaje o lo han dibujado en la goma de sus tenis Converse. Jack es el protagonista de una película para niños: un esqueleto, rey de la tierra de Halloween que descubre la Navidad y se enamora de ella. “El muñeco muestra que nosotros no somos siempre oscuridad, sino también alegría, es una calavera muy sentimental. Jack es un personaje triste que llora, un personaje muy EMO”.
Esteban tiene unas cicatrices pequeñas en sus muñecas que cubre con pulseras de colores. Lleva una calavera en su camiseta. Sonríe todo el tiempo. Sus accesorios fucsia parecen salvarlo de la monotonía del negro. Habla emocionado, como si por fin encontrara una oportunidad de decir todo lo que tiene adentro. Responde a las preguntas de inmediato, sin dudarlo un instante. Una tras otra. Como vengan.

P. ¿Cómo se ve en diez años?
R. Yo me veo como un empresario con mucha plata, escuchando la misma música, pero sin ser EMO
P. ¿Cuál es su ideal de familia?
R. Me quiero casar y tener hijos, no necesariamente EMOS, pero sí que tengan claro lo que quieren.
P. Esteban, ¿qué piensa del homosexualismo?
R. A mí esos homofóbicos me dan asco, yo soy homo-homofóbico. ¡Que vengan los gays!
P. ¿Qué opina de la política del país?
R. Yo trato de no meterme en eso, no le veo sentido.
P. ¿Cómo cambiaría el mundo?
R. Con una unión, con amor, con tolerancia, aprender a respetar lo que cada persona piensa. Todos pensamos diferente, y uno no puede juzgar a alguien por sus tendencias.
P. ¿Qué piensa de la muerte?
Hace una pausa grande, luego pide un segundo para pensar:
R. La muerte… sería como volver a nacer, el despertar de un sueño.

Con la última respuesta, la sonrisa de Esteban no terminó del todo, sólo se atenuó. Se quedó pensando y dejó de hablar mientras rodeaba con su mano derecha el brazalete que cubre su muñeca.