El pene del papa El pene del papa Cuelga en lo profundo de su bata, un delicado badajo en el centro de una campana. Se mueve cuando él se mueve, como un pez fantasmal en un halo de algas plateadas, con el pelo ondeante en medio de la oscuridad y el calor. Y en la noche, mientras los ojos duermen, él se levanta para alabar a Dios. *** Ahora que entiendo, quiero pensar en tu terror: entre tus piernas, una niña loca de amor; el cuerpo largo, fresco, joven, delgado como pastillas de jabón; los pechos redondos y elevados, burbujas opalescentes; dieciocho años, nunca antes tocada. Quiero entender tu terror ahora, la forma en que la tomaste y la desfloraste como limpiando un pez, la conversación de esposa al irte en la mañana. Ahora que conozco el miedo del amor quiero pensar en su cuerpo blanco y caliente como un pez verdoso recién llegado a tierra que se agita y se da golpes contra las rocas. Cayó en tu regazo, temblando igual que tu pene, una mujer enloquecida de amor, con el calor de un libro recién impreso, tan aguda como una herramienta nunca usada. Ardía en tus muslos y todo lo que pudiste hacer fue hurgar en su cereza como sacando a un caracol de su oscura concha y luego tirarla lejos. Me asombra el terror dispuesto a perder tanto, me enamora la niña entregada que fue hasta ti y te dio su ofrenda, la carne delicada, como un festín en una bandeja –sí, sí, acepto el obsequio. Adolescencia Cuando pienso en mi adolescencia, pienso en el baño de aquel sórdido hotel al que me llevaba mi novio en San Francisco. Nunca había visto un baño así: no tenía cortinas, ni toallas, ni espejo, solo un lavamanos verde por la suciedad y un inodoro amarillento, color óxido –como algo en un experimento científico donde se cultivan las plagas en los cuencos–. En ese entonces el sexo era todavía un crimen. Salía de mi residencia universitaria hacia un destino falso, me registraba en la posada con un nombre falso, atravesaba el vestíbulo hasta ese baño y me encerraba. No lograba aprender a ponerme el diafragma, lo decoraba como un ponqué con espermicida brillante y me agachaba; se me caía de los dedos y viajaba hasta una esquina, para aterrizar en una depresión cóncava como el nido de una rata. Me inclinaba, lo recogía y lo lavaba, lo lavaba hasta convertirlo en un domo frágil, lo glaseaba de nuevo hasta que estuviera reluciente, lo doblaba con su pequeño arco y volaba por los aires, una esfera zumbante como el anillo de Saturno, me agachaba y me arrastraba para recuperarlo. Eso es lo que veo cuando pienso en tener dieciocho años, ese disco brillante flotando en el aire, descendiendo, y me veo a mí misma de rodillas, tratando de alcanzar mi vida. de Sharon Olds |
Respuesta: El pene del papa jajajajajaja mas desubicado pa donde |
Respuesta: El pene del papa Relatos en.......... Relatos!!! |
Respuesta: El pene del papa Lo mismo wtf ??? |
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