¿Plebiscito o payasada?

La ignorancia de Santos en temas constitucionales le jugó una mala pasada y le hizo prometer imposibles como el referendo. La Corte Constitucional dejó en claro que cuando se cita a un referendo debe haber una pregunta por cada tema propuesto y los votantes deben votar por cada una de ellas. Por ello fracasó el refrendo de Uribe. Era tan extenso (15 preguntas), que al final sólo consiguió aprobar una pese a la altísimo grado de popularidad que tenía.

En el caso del proceso de paz de La Habana sería peor. Ya no serían quince, sino 75 preguntas en cada tarjetón. En otras palabras, cada votante tendría que marcar 75 veces SI o NO, lo cual es una locura, y apenas una ridícula minoría acudiría a las urnas. Si conseguir el umbral sería una odisea, el que unos temas quedaran aprobados y otros no, pese a haber sido fruto de cuatro años de conversaciones, obligaría a volverse a sentar otros cuatro años o más para discutir lo no aprobado, siguiendo la guerra mientras tanto y la llegada de otros gobiernos, mejor dicho era llevar el proceso de paz al limbo.

Lo práctico, como lo he dicho en otros comentarios, era seguir el ejemplo del proceso de paz de Irlanda del Norte entre católicos y protestantes y era poner en conocimiento del pueblo lo acordado para que lo discutiera y luego citarlo a las urnas para que lo aprobara o lo rechazara. Esto es lo que va a pasar en Coloimbia y, según la ley aprobada, el texto completo del acuerdo se va a publicar 30 días antes de las elecciones para que el pueblo colombiano sepa qué va a aceptar o rechazar en las urnas, brindándole la necesaria legitimidad.

Y como si fueran pocas las garantías, en este momento se puede acceder a todo lo acordado hasta el momento en La Habana a través del sitio web de la mesa: www.mesadeconversaciones.com.co para que cada colombiano tenga los suficientes elementos de juicio sobre lo que se ha pactado y pueda formarse su propio punto de vista sin intérpretes interesados de por medio.

Una constituyente como la quiere Uribe o las Farc es una locura porque no solo es echar por la borda los cuatro años de conversaciones, sino que se vuelve a barajar, esta vez sin reglas ya que, por definición, una Asamblea Constituyente es soberana y no tiene límites y puede pronunciarse sobre cualquier tema, hacer una nueva constitución si quiere o refundar el país si es el caso. Un banquete para que los extremistas de uno y otro lado hagan de las suyas.