No soy homofóbico, pero esos maricas…

Una columna donde el sarcasmo es el rey de la fiesta, con bofetada incluida a los apóstoles de la moral.

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No soy homofóbico, pero esos maricas… Por: Iván Gallo | junio 11, 2015 Soy un progresista, un hombre de mundo. Siempre tengo un libro debajo del brazo, el último que leí fue Juventud en éxtasis y por ahí empecé otro de Walter Rizo de cuyo nombre no puedo acordarme. Acepto a todas las personas tal y como son y tengo la innata capacidad cristiana de perdonar. Mi mucama es negra y a veces le hablo y hasta la saludo. Mensualmente, junto con el sueldo, le doy una mudita de ropa que ya no se pone mi hija para que vaya y eche pinta en el barrio de invasión en donde vive. Pero no solo quiero a los afrocolombianos, mi corazón católico es tan grande que hasta me sobra para darles amor a los homosexuales. Con esto no quiero decir que se me haya pasado por la cabeza alguna vez practicar ese crimen inefable que es la sodomía, no, yo soy de mente abierta pero de ahí a que vaya a cometer este tipo de aberraciones jamás. Sin embargo los nuevos vientos que sacuden las hojas del mundo me obliga a entenderlos, al fin y al cabo ellos, como los guaduales, también tienen alma. Al lado de mi apartamento vive una pareja que pertenece a la población LGBTI (Yo como persona culta que soy ya dejé de llamarlos mariposones, cacorrones, rosquetas o maricones. A los enanos los llamo gente pequeña y a los indígenas gente de color. Todavía no sé qué remoquete darles a los comunistas) al principio tuve miedo de tenerlos de vecinos. Científicamente está comprobado que los gais mueren apuñalados por su pareja después de una encarnizada pelea pasional. Estos, afortunadamente, aprendieron a vivir en sociedad y nos saludamos y hasta nos han invitado a mi señora y a mí a comer a su casa pero por aquello de las infecciones que suelen cargar en su ecosistema, y porque tenemos un niño de tres años que protegemos mucho, declinamos la invitación. Una ventaja de ser un padre progresista y con mundo es que uno puede enseñarles el camino correcto a sus hijos. Mis vecinos seguramente no tuvieron a un padre tan misericordioso, moderno e inteligente como yo y por eso cayeron en aberraciones escatológicas. De mi mano, mi hijo andará por el camino del bien y será un alma tan pura que perdonará, como yo lo hago, a todos esos que se apartan de las cosas de Dios. No soy homofóbico pero exijo respeto. No puede ser que las lesbianas anden por allí besándose en los parques y los elegebeteros se paren en las esquinas agarrándose las partes nobles de una manera descarada. Deberían saber que el lugar ideal para expresar el amor físico está en la comodidad de sus cuartos y no a la vista de los niños, ellos no están preparados todavía para conocer el lado oscuro de la vida. Ahora, cuando ya pueden cambiar a su antojo su sexo en la cédula, quieren organizar carnavales y con homosexuales gordos, espantosos y empelotos para restregarnos su alegría colorida. Desde ya he cerrado las ventanas de mi casa y el balcón también y a mis dos hijos les taparé los ojos y los oídos. Me preocupa que en veinte años, cuando ellos sean adultos, el presidente de la República sea alguien parecido al peluquero Norberto. Para evitarlo desde ya le haré campaña al Alejandro Ordoñez para que evite la relajación de costumbres y sexual que amenaza con apoderarse de Colombia. Necesitamos un hombre de mano dura, que si bien le de la libertad a los homosexuales sepa restringir su alegría eterna y les otorgue, si es posible, una zona de distensión en donde ellos no molesten ni sean señalados por nadie. La libertad, si señor, tiene sus límites. No soy homofóbico, pero esos maricas….

Fuente: Las 2 Orillas