El das o la historia de un resentimiento

Por Fernando Londono Hoyos

La Patria, Manizales

12 de mayo de 2009

En el fondo, el resentimiento de Iguaran juega contra el presidente Uribe, a quien detesta poerque no puede perdonarle que haya tenido la debilidad de exaltarlo hasta donde no se lo merece.

A Gregorio Marañón debemos la biografía de Tiberio, que tiene por segundo título éste de “La Biografía de un Resentimiento”. Tal vez sea cosa de maravillar que lo que cabe para un gran Emperador como Tiberio, le venga bien a un gran majadero como el señor Mario Iguarán. Las mismas pasiones pueden mover la conducta de los grandes y los imbéciles, la de cada uno en su medida, por supuesto. El Fiscal General es uno de esos despropósitos colosales que aparecen en las obras mejores. Sólo porque el doctor Sabas Pretelt, Ministro del Interior y de Justicia de la época, quería tener fiscal de bolsillo, el presidente Uribe puso este personaje en la terna que mandó a la Corte Suprema de Justicia. Le ha sabido a cacho, como decimos en Caldas. Enseguida, la Corte acordó su nombre en una movida de opinión en la que muchos insisten en ver la larga mano del famosos Macaco y de ciertos fardos con billetes, estratégicamente ubicados.

Pretelt no fue el dueño del Fiscal. Por lo menos, no en exclusiva. Porque sujetos de su clase son de muchos, especialmente si se adueñan de su vacilante voluntad por el camino de los halagos y de los estímulos inconfesables que gobiernan esas almas, subalternas de la pasión nefanda del resentimiento.

Iguarán es un gran hipócrita. Nos constan las continuas manifestaciones de consideración y amistad que le hacía a Jorge Noguera, una de sus víctimas. Lo mismo se podría repetir en muchas ocasiones, en la que sus odios implacables se esconden con modales de dulzura exagerada, melosa, sospechosa. Pero nada peor que esa gente indecisa cuando tiene el poder de un puñal en la mano. Es difícil saber si el resentimiento enfermizo contra Jorge Noguera, a quien acusa de crímenes que sabe bien nunca cometió, es parte del resentimiento feroz que tiene contra el DAS, o si tiene entidad separada o independiente. Pero se unieron esos odios y los desató sin miramientos. Cabe tratar de adivinar razones. En el fondo, el resentimiento de Iguarán juega contra el presidente Uribe, a quien detesta porque no puede perdonarle que haya tenido la debilidad de exaltarlo hasta donde no se lo merece. Y ese resentimiento, como lo prueba Marañón, no tiene límites. El resentido no perdona al que lo saca de un destino mediocre. Pero juega otro factor primordial. Y es que Iguarán es una veleta que se mueve al impulso de los soplos de interés que le vienen de sus amigos, los perversos que se acomodaron en la Fiscalía para satisfacer sus ambiciones y consumar sus venganzas. ¡Qué mezcla, válganos Dios!

Y es que nadie depende más de sus dueños, que un resentido con efímero poder en la mano. Por eso Iguarán pertenece, en primer lugar, a aquellos que medraron a su sombra en las tinieblas de la Dirección Nacional de Estupefacientes, cuyas identidades cualquiera puede imaginar. Y luego, de quienes le dieron un plato de comida cuando intentaba ser abogado y ahora le pasan la cuenta. Esos, que son el poder real en la Fiscalía, que imparten órdenes donde otros imploran justicia, tienen serios motivos para odiar al DAS. Digamos el fundamental. El DAS tropezó con la Corte Suprema de Justicia, cuando averiguaba por delincuentes y gente tan detestable como Giorgio Sale, Ascensio Reyes, el Mono Mancuso y otros extraditables, ya extraditados, que componían su séquito y su entorno. Por eso se urdió la trama infame de la Revista Semana, secundada por tantos interesados en la desaparición de la Inteligencia del Estado y en la tentativa exitosa de tomársela para propio beneficio. Iguarán, cenando y bebiendo en el más costoso restaurante de Bogotá con el Director de esa Revista, perfeccionando la conspiración contra el DAS y contra José Obdulio Gaviria y contra el presidente Uribe, hacen la imagen perfecta de todas estas inmundicias. Pero nada queda oculto bajo el sol. Algún día destaparemos entera esta intriga siniestra. Que tiene que ver, igualmente, con DMG y los diseñadores de su sistema de estafa. Todo se sabrá. Tengamos paciencia.