Combatir la miseria debe ser objetivo nacional

Para nadie es desconocido que Colombia cuenta con el dudoso honor de tener la guerrilla más antigua del mundo. La pobreza generalizada de nuestra patria es –como lo reconoce Gustavo Muñoz Roa- el caldo de cultivo que facilita y empodera el accionar de la guerrilla y de todos los grupos violentos.

Durante varias décadas los colombianos hemos sufrido el flagelo de la violencia que ha sido alimentada por la falta de oportunidades, por el desamparo estatal y por la carencia de educación, todo lo cual nutre este círculo vicioso del que hasta ahora empezamos a vislumbrar una salida.

La política de Seguridad Democrática del presidente Uribe (debilitamiento de las fuerzas violentas antes de la posibilidad de negociación) ha rendido abundante y buen fruto. Hoy, la guerrilla está debilitada como nunca antes y la ciudadanía ha perdido el miedo ancestral a éste y otros grupos armados ilegales. El pueblo colombiano rechaza frontal y valientemente el accionar del terrorismo de las FARC, el Narcotráfico y los paramilitares.

Sin embargo, estos logros del presidente Uribe y su política de Seguridad Democrática se verán afectados si no se fortalece el camino hacia la paz adelantando una reforma social, política y económica que combata la miseria y la inequidad social.

En medio de mi escepticismo frente a las intenciones de la clase política, empecé a escuchar una voz aislada que se fue haciendo cada vez más y más notoria. Su ímpetu, su denodada e insistente esperanza y la convicción con la que se hacía escuchar, llamó poderosamente mi atención.

Era Gustavo Muñoz Roa. Un hombre absolutamente desconocido para mí. Sus propuestas me impactaron y me ofrecí de inmediato a trabajar por los mismos objetivos.

Investigué un poco y me enteré de que había sido víctima de secuestro extorsivo por parte de las FARC. “Un mediano comerciante víctima de estos hampones que hasta ahora empezará a trabajar políticamente.”, pensé yo.

Me equivoqué en lo primero. Gustavo Muñoz Roa viene de una acaudalada familia caucana que, no obstante, dista mucho de la tradición elitista y excluyente de algunos apellidos burgueses que hicieron su fortuna despojando a los demás. Por el contrario, cuando alguien le preguntó al antepasado de Gustavo, don Ignacio Muñoz Córdoba, la razón por la cual le ayudaba tanto a las personas a convertirse en empresarios, volviéndolos ricos, su respuesta fue: “porque si no hago ricos a otros, ¿con quién voy a negociar?”

Este Ignacio Muñoz Córdoba era el hombre más rico del Cauca, y también el más generoso. Su hija, doña Josefina Muñoz, contrajo matrimonio con el poeta Guillermo Valencia, y de este matrimonio nació el presidente Guillermo León Valencia Muñoz.

El presidente Valencia Muñoz, para aquellos que no conocen la historia, fue un político que predicó la honradez como virtud esencial para quienes pregonaran sus vocaciones por lo público. Guillermo Valencia no sólo predicó este postulado, sino que lo defendió a capa y espada.. tanto que ningún familiar suyo se atrevió a aprovecharse del parentesco con el presidente para usar el tráfico de influencias. Si alguno de sus parientes hubiera hecho esto, Valencia Muñoz mismo lo habría puesto tras las rejas.

Mis simpatías por Guillermo León Valencia vienen de conocer su vocación civilista y democrática. Fue un férreo opositor a la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, el abuelo de Samuel Moreno Rojas –alcalde socialista de Bogotá-, y ordenó la célebre “Operación Marquetalia” que buscaba acabar con el naciente pillaje de quien llegaría a ser conocido como “Tirofijo”, el comandante de las FARC que para la época ya se estaba apropiando de partes del territorio nacional. Le puso el freno a esta banda y los facinerosos de las FARC (así se conocerían pronto), no tuvieron más remedio que esconderse como lo que siempre han sido: delincuentes.

También recuerdo anécdotas del presidente Valencia Muñoz, contadas por gente del común. Siendo como era, miembro de la clase alta, Valencia Muñoz al igual que su abuelo Ignacio Muñoz, estaba convencido de que a las personas había que ayudarlas a ser prósperas porque esto se convertiría en beneficio para todos. Pero algunas familias burguesas no estaban de acuerdo con ello, así que planearon boicotear sus políticas de bienestar común: los productores comenzaron a especular con bienes de consumo primario, como la leche y la carne, y se negaron a sacarlos a la venta ante la orden del presidente Valencia de mantener los precios bajos. Valencia no se dejó amedrentar, y para salirle al paso a esta intentona, ordenó inmediatamente importar leche, carne y otros productos para regalarlos a los más necesitados. Los especuladores no tuvieron más remedio que doblegarse ante la medida que les reducía mucho sus ganancias.

En fin. Me agradó mucho constatar que Gustavo Muñoz Roa pertenecía a esta cuna porque la modesta fortuna que hoy posee esta familia dice mucho de su empeño por ganar honestamente cada peso que tienen.

Una fortuna que se vio reducida porque los bandoleros de las FARC secuestraron a Gustavo Muñoz y le sacaron lo que pudieron. Tirofijo estaba feliz. Había conseguido secuestrar a un miembro de la familia de su odiado enemigo, el presidente Valencia Muñoz. Las negociaciones fueron tortuosas.

Cuando Gustavo Muñoz fue finalmente liberado, gracias al rescate que pagó la familia, sus amigos y parientes pensaron que él saldría inmediatamente del país, muerto del susto, a esconderse en algún rincón de Europa.

Pero se equivocaron de cabo a rabo.

Muñoz Roa, habiendo sufrido en carne propia el secuestro extorsivo, siendo ignorado su sufrimiento por el presidente Pastrana –amigo de la familia- y quien benefició a los secuestradores entregándoles casi medio país para que cometieran sus delitos, Muñoz Roa –repito- decidió dedicar el resto de su vida a acabar con este flagelo del secuestro, y a ayudar a las familias olvidadas por el show mediático que sólo le dan protagonismo a los secuestrados políticos despreciando a quienes suman cientos de los otros, los que ponen la mayoría de víctimas: los secuestrados por motivos extorsivos.

Así que crea la Fundación Nueva Esperanza para los secuestrados y empieza a trabajar a un ritmo solamente equiparado al del presidente Uribe.

Precisamente, el presidente de Colombia lo llamó para que hiciera parte de la Comisión Nacional de Paz. Y he aquí otra similitud. Tanto Uribe como Muñoz fueron víctimas de estos guerrilleros asesinos; y, sin embargo, ambos han tenido la generosidad de anteponer sus rencores personales por el bien del país. Uribe tuvo que desmovilizar y amnistiar a los asesinos de su padre. Y Gustavo Muñoz ha tenido que desmovilizar a sus captores.

De Gustavo Muñoz habla mucho la confianza que los guerrilleros que buscan desmovilizarse depositan sobre él. Saben que es honesto y que cumple su palabra. Por eso tantos han depuesto sus armas y han sido reubicados en una nueva y productiva vida.

Caleño de nacimiento, a Muñoz se le hace un nudo en la garganta cuando habla de los pandilleros que ha resocializado; yo mismo he visto cómo sufre cuando se entera de un nuevo secuestro o de alguna ejecución que los bandoleros de las FARC llevan a cabo y publicitan en los medios de comunicación a su servicio.

No lo niego. Creo y tengo confianza en Gustavo Muñoz. Y por ello le pedí estar en su campaña.

Entre las afinidades mutuas, me sorprendió comprobar que Muñoz Roa considera urgente una acción social contra la pobreza mediante el estímulo al campo. Su propuesta de trabajar por el resurgimiento del tren como medio de transporte que activará de nuevo el desarrollo de miles de municipios que hoy están olvidados y sumidos en la pobreza, ciertamente no tiene un antecedente serio en este país. El padre de Gustavo fue director de Ferrocarriles Nacionales y lamentó mucho la decisión del gobierno de terminar con ellos debido a la presión de los poderosos empresarios del transporte.

Otra propuesta importante es la creación del Ministerio de Pesca y Recursos Marinos.
Entre estas regiones que rumian su desventura mientras duermen sobre riquezas naturales enormes, están nuestras costas pacífica y atlántica. Después de estudiar y observar cómo países extranjeros explotan y se apropian de nuestros recursos marinos, Muñoz Roa ha empeñado su palabra en poner todo su empeño para crear el Ministerio de Pesca y Recursos Marinos. Yo le creo.

Paralelo a estas acciones contra la pobreza, la campaña de Gustavo Muñoz cree vital el seguir combatiendo fervientemente la corrupción en todas sus formas. Como había olvidado mencionar, Muñoz ha sido un luchador vehemente contra la infiltración de los grupos narcoguerrilleros y narcoparamilitares en el Congreso de la República. Fue él quien denunció ante la Corte Suprema de Justicia a los senadores Piedad Córdoba y Luis Fernando Velasco, y a la Representante Gema López por sus nexos con el grupo terrorista y narcotraficante de las FARC. Otro punto a favor.

Y es que un Congreso infecto e infiltrado por estos grupos mafiosos jamás podrá sacar a Colombia del estado de postración al que lo han llevado los corruptos. De poco servirá ganarle la batalla armada a la guerrilla si ésta va a seguir presente leudando los logros y las aspiraciones de los colombianos desde los estamentos legislativos, judiciales y ejecutivos del Estado. La guerrilla no busca la igualdad social; ellos persiguen enriquecer a sus cabecillas mediante el delito, el narcotráfico y el secuestro que tanto dolor y lágrimas nos han costado, y que han afectado a todos los estratos sociales.

Esta depuración incluye una urgente reforma del Estado para buscar una mayor eficiencia e igualdad.

Siendo víctima directa de la violación de sus Derechos fundamentales, no se queda atrás la necesidad urgente de fortalecer el conocimiento y la defensa de los Derechos Humanos. La campaña de Gustavo Adolfo Muñoz asume firmemente este tema y rechaza las pretensiones de criminales amnistiados de convertirse en abanderados de la defensa de los Derechos Humanos. No son los violentos los llamados a liderar la iniciativa, sino la sociedad civil que ha sido víctima de quienes pretenden ahora pontificar sobre lo que ellos mismos violan.

Así que, por estas cosas y otras que luego les mencionaré, apoyaré activamente la campaña al Senado de Gustavo Muñoz Roa.

Estoy convencido de que una reforma social, política y económica que combata la miseria, la inequidad social y la corrupción, es la única vía para que Colombia sea posible.

¿Alguien nos quiere apoyar en esta quijotada….?


Ricardo Puentes M.