Petro y su vergonzoso debate

Esta vez me atrajo el tema: Petro y su mentecato debate en el Senado.

No me había referido antes a éste, simplemente porque estaba investigando en búsqueda de la existencia de un debate más imbécil, publicitado y lleno de majadería que el propuesto por el senador Petro. No lo encontré.

Lo único novedoso fue cuando un insulso defensor de Uribe le mostró al país una foto de Petro, el zipaquireño verriondo, chiquito y ojón, en sus épocas de guerrillero. En la foto, veíamos al mismo Petro chiquito y ojón, pero esta vez tenía un sombrero como el que lleva Borja y que es muy parecido al que usaban Billy de Kid, Al-capone y tirofijo, pero muy diferente al que usa Eduardo Arias, que es más parecido al de un campesino de Puente Nacional al que le decimos “Viruco”. Pero ese es otro cuento.

Lo extraño de la foto es que mostraba a Gustav Petro con un arma en el cinto que lucía con absoluto desparpajo y cuyo cañón le llegaba por dentro del pantalón hasta las rodillas. Y es extraño porque Petro siempre dijo a los cuatro vientos que él nunca había portado un arma y que mucho menos la había disparado. Inmediatamente llamé a un ingenuo amigo que es fan de Petro, y le pedí una explicación. Me dijo mi amigo que eso era un montaje fotográfico de la CIA y que si observaba bien la foto, el pequeño hombre que estaba ahí no era Petro sino el Topolino Zuluaga, una estrella del humor. Horas más tarde hablamos de nuevo y esta vez mi amigo reconoció –según lo dicho por Petro- que sí era el zipaquireño chiquito y ojón, pero que él nunca había ni siquiera tocado esa arma. Que para metérsela en el cinto lo ayudaba Navarro Wolf, quien era el que le insistía que para no dejársela montar de sus compañeros de pandilla, tenía que mostrarles el revólver.

Petro, descompuesto como nunca lo había visto, dijo ante el Senado que él nunca negó haber usado armas, que no lo entendieron bien; que lo que había dicho era que nunca la había disparado contra nadie.

“Ah, Petro pa’verriondo...!” Dijeron gozosos en Puente Nacional los godos, que son los que mandan allí, y que a pesar de tener encima la sangre de todos los liberales que mataron durante la época de la violencia, hoy se pasean por la región como lo hace Petro por el Senado: Como si le hubieran hecho un favor a la humanidad secuestrando y asesinando a colombianos indefensos.

Eduardo Escobar dijo varias cosas que me parecieron interesantes. Reconoció que el M19 empezó como un grupo que golpeaba simbólicamente al gobierno y que degeneró secuestrando y asesinando sindicalistas, arrojando sus cadáveres insepultos en las calles de Bogotá; masacrando y torturando civiles y exterminando magistrados. Al parecer, Escobar le dijo algo de esto a Petro pero este guardó un silencio que al columnista le pareció –no el silencio de los sabios- sino el de un intrigante al acecho.

Como yo, Escobar –conociendo esto- admiró alguna vez a Petro pero era un pasmo más por su inteligencia que por su decencia. Algo así como la misma admiración que se siente por el santo patrono de los sicarios, Laureano Gómez, o por Alfonso López Michelsen, hombres inteligentísimos pero indecentes que terminarán –creo yo- haciéndoles compañía en el infierno a Julio César Turbay Ayala, Mao, Hitler, Stalin y Juan Pablo II.

Escobar también notó que a Petro se le notó más el deseo de dañarle la imagen a Uribe Vélez, que de aclarar la responsabilidad y autoría de las masacres paramilitares. Eso fue evidente. Petro estaba contando chismes en el recinto del Senado y amañando asociaciones que más parecían embustes de verduleras que lo que tanto se anunció que iba a ser: una oportunidad única para decirle al país toda la verdad sobre los paramilitares.

Pero la oportunidad se perdió. Ahora sale un testigo que asegura que Petro le ofreció 100 millones de pesos a Rafael García, el ventilador del DAS, para que declarara en contra de Noguera. Eso no sería nuevo; estrategias como ésta ya las han usado antes los guerrilleros, los de ultraderecha y, en general, los enemigos de la democracia.

Petro se está mostrando como lo que verdaderamente es: un petardero maluco, un pachucho alevoso que no duda en arrodillarse ante los imperialistas Demócratas gringos que aprobaron el plan Colombia, si esto le conviene a sus ambiciones personales.
Igual que Chávez y los generales Jesuitas, sus patrones.