Cuba está de vuelta

Miguel Angel Bastenier es uno de los más respetados periodistas de Iberoamérica desde su época como director de El País de España. Sus escritos son certeros, sin muestras de sesgos ideológicos, tan detestables entre los que se pregonan imparciales pero para su lado. Esta vez trata el tema espinoso de Cuba, un régimen que se debate entre la necesaria apertura para poder sobrevivir y la ortodoxia política para permanecer en el poder, delicado equilibrio que le ha dado resultados a China, pero que en Cuba están por verse.

De todas formas, como dice Bastenier, Cuba está de vuelta al protagonismo de la región, en el que concita apoyo, al que se suma la Unión Europea, conscientes de que se puede coexistir dentro de la diversidad y gústenos o no el régimen de los Castro, hoy se convierte en un actor importante y desde la CELAC se le da un duro golpe político no solo a los Estados Unidos, sino a la propia OEA, venida a menos, lo mismo que a las llamadas cumbres iberoamericanas, la última de las cuales fue un rotundo fracaso, mientras la del CELAC reunió a casi todos los presidentes de América Latina y el Caribe.

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Cuba está de vuelta En el último año, desde que Raúl Castro asumió la presidencia pro témpore de la Celac, Cuba ha protagonizado un espectacular regreso a la actualidad política de América Latina. Hoy el país castrista es ya un miembro aceptado por toda la gran comunidad latinoamericana. ¿Por qué y cómo ha sido así? Por: Miguel Ángel Bastenier Un factor de fondo se llama Estados Unidos. Bajo la presidencia de Barack Obama, los Estados latinoamericanos han dejado de sentir el aliento en el cogote del Gran Padre Blanco. El mandatario demócrata ha dirigido o acompañado una retirada que puede llegar a ser completa de Asia central (Irak y Afganistán); negocia casi amistosamente con Irán, y dispensa a América Latina, un ‘benign neglect’ (‘benigna indiferencia’), que ha facilitado el ascenso del chavismo, la actitud mundial y soberana de Brasil, y hasta el alejamiento de la Alianza del Pacífico, que forman cuatro aliados históricos de Estados Unidos: México, Colombia, Perú y Chile. El extrañamiento cubano comenzó el 31 de enero de 1962 cuando la OEA decidió expulsar a La Habana de la organización por su alineamiento con el bloque soviético, a lo que siguió el embargo norteamericano y la ruptura de relaciones con sus pares latinoamericanos, con la sola excepción de México, empeñado en la época en demostrar que no era tan grave “estar tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”, como rezaba el famoso mantra de Porfirio Díaz. El principio del fin de ese aislamiento llegaría en 2009, cuando la asamblea general de la OEA se avenía a debatir la suspensión de Cuba, a lo que siguió, en la cumbre de San Pedro Sula (Honduras), la derogación unánime de la medida. Cuba no ha vuelto, sin embargo, a la OEA, que considera una organización condenada “a desaparecer” como instrumento de la dominación de EE.UU. Y el fin de ese principio tuvo lugar en enero de 2013 cuando el presidente chileno, Sebastián Piñera, entregaba a su homólogo cubano, Raúl Castro, la presidencia de la Celac, organización que agrupa a todos los países americanos y caribeños, salvo Canadá y Estados Unidos, y que fue fundada en 2011 bajo la advocación del presidente venezolano, Hugo Chávez, fallecido el 5 de marzo pasado, y que puede ser su legado más duradero en política exterior. La paradoja es que un organismo como la Celac, apenas institucionalizado, sin funciones ni capacidades para la integración de los Estados miembros, carente incluso de una secretaría permanente, pero posiblemente por todo ello y por lo libre de ataduras que, así, se siente, ha sido el vehículo perfecto para escenificar ese regreso. ¿Pero qué había cambiado en Cuba para hacerlo posible? La política exterior de la isla es hoy nacionalista latinoamericana mucho más que comunista. Raúl Castro ha dejado bien claro en la cita de La Habana que el país se abre a la inversión extranjera, que se legislará para hacerlo atractivo al capitalismo internacional, y que el período de reformas que inauguró tras la retirada de Fidel, el hermano-fundador, en 2006, lo apostaba casi todo a mejorar el nivel de vida de los cubanos. Como en China, otro país teóricamente comunista, Cuba está a la búsqueda de una nueva legitimidad a través del estómago. Y probablemente por ello durante su año de presidencia de la Celac, se ha mantenido conspicuamente ajena a los alborotos chavistas del ALBA, el organismo integrador del socialismo latinoamericano, dirigidos principalmente contra la Alianza del Pacífico; está en las mejores relaciones imaginables con Colombia, cuyo proceso de paz alberga en La Habana; a diferencia del sucesor de Chávez, Nicolás Maduro, no ha tenido problemas en reconocer al presidente electo de Honduras, el derechista Juan Orlando Hernández, que derrotó a Xiomara Castro, vagamente chavista, esposa de Manuel Zelaya, depuesto por el Ejército en 2009; aspira a que Brasil se convierta en su gran valedor, ahora que el chavismo, que ha sido su benefactor histórico, tiene menos fondo de armario económico, y en consonancia está ya en marcha una gran operación de acondicionamiento del puerto cubano de Mariel, para el que se crearía una zona franca —de nuevo, el ejemplo chino de Guangzou— como pivote productivo y comercial de todo el Caribe, a tenor de una inversión de más de 1.000 millones de dólares; y, finalmente, el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, ha prodigado en la cumbre habanera —28 y 29 de enero— sus declaraciones de acercamiento y recuperación de lazos históricos con Cuba, para superar los desencuentros del sexenio de Vicente Fox (2000-2006). El historiador cubano exiliado Rafael Rojas llama a todo ello “el camino de Cuba al realismo”. La victoria diplomática que corona tanto remozamiento ha sido la visita a La Habana, con motivo de la propia cumbre, del secretario general de la OEA, el chileno José Miguel Insulza; lo que no había ocurrido desde la expulsión en 1962. El que fue ministro del socialista Ricardo Lagos en Chile había calificado de ‘obsoleta’ la suspensión, y se declaraba sin ambages partidario de que la Gran Antilla esté presente en la próxima cumbre de las Américas, que se celebrará en Panamá en 2015. A la reunión precedente, en 2012, convocada en Cartagena, Cuba no pudo asistir por la oposición de Estados Unidos y Canadá, pero sería un gesto realista por parte de Washington sacar conclusiones de la evidencia de que América Latina es hoy mucho más independiente que ayer y probablemente menos que mañana. * Columnista de ‘El País’ de España.

Fuente: El Espectador