DeNunCianDo - Más cabreados que indignados

Los cabreados arman el caos, pero no cambian las cosas ni cambian a quienes podrían cambiar las cosas que deben cambiar.

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Óscar Collazos

Los colombianos vivimos más cabreados que indignados. De allí nuestra disposición a la respuesta airada y al insulto degradante, cuota inicial de la reacción violenta y pasional. Cada vez que gritamos porque no nos gusta algo, le echamos la puerta en las narices a la posibilidad de protestar razonadamente, primer paso para mostrarnos verdaderamente, creativamente, indignados.

Lo que llamamos "gritos de indignación" es, en realidad, ruido y furia de cabreados. Las mayorías no se indignan porque la ciudad donde viven sea un desastre, igual o peor que la gestión de sus gobernantes. Se cabrean. Si se indignaran, los elegirían mejor. Y una vez elegidos con la convicción de que son los mejores, aplaudirían sus grandes aciertos y les perdonarían sus pequeños errores.

Pero el ciudadano cabreado no practica la generosidad. La situación que nos lleva a protestar se convierte en cabreo, una reacción temperamental que no pasa del instante. Un país y una ciudad de cabreados prometen subir las temperaturas de la intransigencia, la crispación cotidiana y la irracionalidad vindicativa, pero no el grado de conciencia que conduce al cambio social.

Mucha gente creyó que los movimientos de indignados de Europa eran expresiones anárquicas del cabreo de unos pocos contra el "sistema". No faltó quien pensara, metido aún en la campana neumática de la guerra fría, que los indignados eran unos "izquierdistas" amargados que pretendían acabar con la economía de mercado.

No solo se trataba de multitudes cabreadas con las injusticias y las desigualdades abismales en países que están desmontando gradualmente la "sociedad del bienestar", sino de ciudadanos que van al fondo de desigualdades e injusticias y reclaman la participación de más ciudadanos en sus propósitos de cambio.

En una sociedad de cabreados castigada por el mal funcionamiento de las cosas, la gente se contenta con las generalizaciones: les echa la culpa al gobierno, a los políticos, a los curas, a los comunistas, a los oligarcas. Cuando nos pasa el cabreo, volvemos a chapotear en las aguas del conformismo. Los cabreados arman el caos, pero no cambian las cosas ni cambian a quienes podrían cambiar las cosas que deben cambiar.
Las ciudades son el territorio donde los ciudadanos consumimos servicios públicos. Es el espacio donde la gente trabaja, disfruta, dialoga y se encuentra. Si esos servicios son deficientes, las razones del cabreo están justificadas, pero envilecen el escenario donde sucede lo otro: la convivencia. La cultura ciudadana es directamente proporcional al buen gobierno, a las ejecuciones oportunas y a la transparencia de los gobernantes.

Si uno estuviera bajando la ventanilla del carro a toda hora, mentándole la madre al conductor que circula por calles bombardeadas, persiguiendo al que se nos echó encima con el semáforo en rojo, gritándole "imbécil" al peatón temerario, echando a patadas a quienes ocupan el espacio público, no sería más que un cabreado que contribuye con su cuota de ira momentánea al cabreo general. Acabará creyendo que la mejor defensa es el ataque.

Por ejemplo: nada nos cabreó tanto como el cinismo de Gobierno y congresistas en la abortada reforma de la justicia, el 4 por ciento de aumento salarial, la decisión de La Haya y la hipocresía patriotera que provocó, la estafa colosal de Interbolsa, las basuras de Bogotá, etc., etc. Nos falta dar el salto cualitativo: convertir el calentamiento fugaz de la sangre en un "sentimiento de intenso enfado que provoca un acto que se considera injusto, ofensivo o perjudicial". Es decir, en indignación. Las sociedades desesperanzadas se cabrean; las esperanzadas, se indignan.

ft: http://www.eltiempo.com/opinion/colu...-12489246.html