Aparte del derecho internacional que le da a Colombia pleno derecho sobre los cayos, apoyado en tratados internacionales y en el ejercicio de soberanía, Nicaragua tiene la razón desde el punto de vista de la geografía y lo justo.

No es razonable (igual sucede con las Malvinas, por ejemplo) que un territorio cercano a las costas de un país le hubiera sido sustraído por otro país cuyo territorio es muy lejano. Todo comenzó con la Corona española que formó las capitanías y los virreinatos a su acomodo.

Cuando se consiguió la independencia, basados en esos límites, los nuevos países delimitaron sus territorios y de ahí provino la injusticia. Como la Nueva Granada tenía en su haber la Costa de Mosquitos (costa nicaragüense sobre el Caribe) adjudicada al virreinato por cédula real en 1803, Colombia las reclamó cuando obtuvo su independizó.

¿Tenía derecho? Fue un soberano extranjero el que lo decidió porque así lo quiso, sin importarle lo que pensaran sus habitantes. Los líos son grandes. Los británicos se aprovecharon del caos de las nuevas repúblicas y establecieron un protectorado por décadas, hasta que Nicaragua terminó de formarse como nación.

El lío territorial, esta vez con Colombia, lo resolvió Nicaragua mediante el tratado Esguerra Bárcenas. Colombia le reconocó su soberanía sobre la Costa de Mosquitos y Nicaragua aceptó la de Colombia sobre San Andres, Providencia y Santa Catalina. Los cayos no quedaren incorporados ya que estaban en litigio entre Colombia y Estados Unidos.

Luego de que se resolvió el litigio a favor de Colombia, Nicaragua entró a disputárselos (incluyendo las grandes islas) hasta el pasado fallo donde se reconoció la soberanía de Colombia sobre San Andrés, Providencia y Santa Catalina, pero los cayos quedaron en suspenso porque eran harina de otro costal.

Debe ganar Colombia el litigio, pero fueron intereses coloniales de la Corona Española los que privaron a Nicaragua de una porción de su territorio. Pero como aquí no se trata de lo justo sino de la ley que no siempre es justa, hay que respetarla y acatarla.

Los romanos, cuyas tradiciones jurídicas han servido de fundamento al derecho moderno, hablaban de "lo bueno y lo justo", y eso es lo que hay que tener en cuenta ya que la ley busca solucionar conflictos dentro de una sociedad.

Pero las sociedades son cambiantes y aunque los valores fundamentales deben permanecer incólumes como el derecho a la vida, por ejemplo, las leyes, con el transcurrir de la sociedad pueden perder su esencia y convertirse en un estorbo.

Quienes hacen las leyes deben saber interpretar el momento histórico y derogar lo que ha perdido vigencia, elaborando nuevas leyes para los nuevos problemas. Es ahí que se pueden presentar situaciones injustas. A veces, por ejemplo, se legisla en favor de la mayoría y una minoría sale perjudicada.

Pero aún con sus limitaciones, la ley es la única manera de regir una sociedad, así sea tan imperfecta como el hombre mismo.