Interrogantes frente a la paz

Interrogantes frente a la paz

Tiene que haber cese el fuego desde el principio. El país no aceptaría un diálogo en medio de secuestros, terrorismo y toda clase de atropellos contra la población.


Ilustración MORPHART



La encuesta de Gallup, publicada el pasado jueves, señala que 60% de los colombianos apoyan los diálogos para lograr la paz, frente a 37% que preferirían la opción militar. La medición, que alcanzó a tocar apenas tres días tras el anuncio del Presidente Santos de nuevos diálogos, refleja bien la respuesta del país respecto de ese tema capital de la agenda colectiva.

La única información disponible a la fecha, acerca del proceso, no es oficial ni completa. Sólo los datos y el documento que filtró en la radio el exvicepresidente Francisco Santos. Ojalá los indispensables anuncios del Gobierno sobre el particular amplíen y cambien el preocupante panorama que aporta lo que hasta ahora se sabe, que no resulta parecido sino exacto a todo lo que hicimos mal en el Caguán.

Para comenzar, sorprende la amplitud y complejidad de la agenda. Básicamente la misma que distrajo al país en largas sesiones televisadas en el proceso anterior. Cambios estructurales que comprometen el sistema democrático y la organización económica del país, lo cual activa la alarma ya lanzada desde estas páginas respecto a que la negociación debe tener un término definido para entregar resultados y compromisos concretos. Tiene que haber cese el fuego desde el principio. De lo contrario se deslegitimaría el proceso. El país no aceptaría un diálogo en medio de secuestros, terrorismo y toda clase de atropellos contra la población. También se debe reglamentar de manera clara y precisa la verificación del cese el fuego por la evidente connivencia que existe ahora entre guerrilla, narcotráfico y bacrim.

Es cuestionable que La Habana sea sede central de la mesa de conversaciones. La presencia de países con claros intereses políticos, como Cuba o Venezuela, contamina la neutralidad que tiene que tener el proceso.

Puede ocurrir que como resultado de la negociación se llegue a beneficios penales para los guerrilleros. Pero en cualquier caso, por la naturaleza terrorista de sus actuaciones y por sus poderosos e innegables vínculos con el narcotráfico, los mandos e integrantes de las Farc deben ser juzgados, al menos, con los mismos procedimientos y condiciones utilizados para los desmovilizados de las autodefensas en busca de verdad, justicia y reparación. Para el caso de los delitos de lesa humanidad, la vigencia del Estatuto de Roma implica que si no se surten esos procesos, pasarían a ser competencia de la justicia internacional.

Como ha ocurrido siempre en los diálogos de paz, con el primer anuncio se desataron las ambiciones de personas y organizaciones para tomar parte en las mismas. Ahí no cabe nadie distinto del Gobierno y sus delegados, la guerrilla y sus delegados. Pueden ser consultados quienes ellos requieran o necesiten y es fundamental que el Gobierno atienda la voz de la población. Pero lo ideal para garantizar resultados importantes es que nadie más participe ni interfiera.

Como también lo hemos reiterado en estas páginas es enorme la responsabilidad que tenemos los medios en relación con el proceso, que debe estar limpio de protagonismos, intereses subalternos, filtraciones y del letal “síndrome de la chiva” que resultó fatal en la experiencia del Caguán. Si bien es cierto que la negociación no puede ser secreta, ya que se ocupa de temas que comprometen la estructura del Estado, el presente y el futuro de los colombianos, sí tiene que ser discreta, alejada de grabadoras, micrófonos y cámaras, manipulaciones y afanes publicitarios.

En lo posible los medios deberíamos limitar los contenidos del proceso a la información oficial que surja de la mesa. Y privilegiar el interés del país a la euforia de la primicia. Es un sacrificio considerable para esta actividad que se fundamenta en conseguir y divulgar información, pero sería una colaboración vital para la más importante y sublime tarea de los colombianos: lograr la paz.


¿UNIR NEGOCIACIÓN CON REELECCIÓN?

Por JUAN MANUEL OSPINA
Ex presidente de la SAC

¿Sobre qué bases piensa el Presidente Juan Manuel Santos asentar su legítima aspiración como gobernante de lograr la paz por la vía de la negociación? Luego de la exitosa capitalización que Álvaro Uribe hizo de lo que dejó de positivo la fallida experiencia del Caguán y de los golpes a sus jefes que les ha dado el gobierno Santos, la guerrilla ha regresado a su lógica de combate y abandonó su pretensión de transformarse en Ejército Popular (EP), que prevalecía en El Caguán.

Un cambio que no significa que estén derrotados como lo pretenden algunos guerreristas de salón. ¿Está ya la correlación de fuerzas a favor del Estado, propicia para una negociación? Esa es la pregunta, de cuya respuesta depende en alto grado que la decisión presidencial termine bien. ¿Será que el Presidente planteará que ello solo será posible si se da la reelección presidencial, uniendo así reelección con negociación? ¿Será que los duros golpes militares dados a la guerrilla han logrado que no abandonen la pretensión de convertir la negociación como instrumento de apoyo a la guerra y no como instrumento para alcanzar la paz?
La inmensísima mayoría de los colombianos, dos de cada tres, así lo esperamos. La responsabilidad del Presidente Santos al dar el paso es enorme y no lo podemos dejar solo en la empresa. Crucemos los dedos para que el camino hacia la paz se empiece a abrir. En ello va nuestro futuro como sociedad y no podemos permanecer indiferentes.


Fuente: elcolombiano.com