De acuerdo. Después de seis años de una ofensiva total contra las Farc, el resultado fue desolador. Basta consultar las noticias de la época para constatar que en el suroccidente colombiano, en Cauca y Nariño, las acciones de la guerrilla se incrementaron notablemente.

Aparte de esto, la situación en Arauca era preocupante y la población indígena se rebeló contra el gobierno con una gran minga en la que se negaron a hablar con el expresidente Uribe por no ofrecerles soluciones concretas y tildarlos de aliados de la subversión.

Es obvio que ante el fracaso de la Seguridad Democrática, el gobierno Uribe (que siempre ha sostenido que jamás dialogaría con las Farc porque ya estaban en el fin del fin) decidió jugarse la carta de la paz para no quedar en evidencia.

Sin embargo, la muerte en cautiverio del coronel Guevara, y seguramente al negársele la posibilidad de una segunda reelección, lo motivaron a desechar las conversaciones que buscara durante dos años, dejándole el chicharrón a su sucesor.

Esto demuestra, por las actuaciones del propio Uribe, que el conflicto no tiene salida militar y que el único camino es un proceso de paz donde las partes deben sentarse a conversar sobre el país que desean y las condiciones en que se incorporarían a la vida civil. Obvio que cuando se dialoga ambas partes deben llegare a un punto medio.

No se trata de rendición como algunos foristas lo ven. Ni siquiera el propio Uribe lo creía. Son conversaciones, intercambio de ideas, formulación de propuestas, acuerdo en puntos comunes. Camino largo y espinoso pero algún día habría que hacerlo y parece que llegó el momento.

Bien que se haga lejos del país y ojalá Uribe, que sabe mejor que nadie que la victoria militar no es posible y que al final toca conversar, deje al gobierno buscar los caminos de la paz que él no pudo transitar.