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Democracia condicionada
Por: ÓSCAR COLLAZOS | 5:44 p.m. | 01 de Agosto del 2012

Cualquier lector desprevenido que siga las informaciones políticas en los medios de comunicación comprobará que nuestra democracia transita por una línea muy corta y estrecha. Si se hace una descripción topográfica de aquello que parece vital para la política doméstica, encontramos que solo existe la línea que va del uribismo al santismo, es decir, de un gobierno liberal de centro a una oposición conservadora de extrema derecha.

De este pasillo salen los debates actuales y la presión psicológica que llevaría a abstenerse o a tomar partido por una de las partes, como si la democracia fuese una odiosa fatalidad sin fisuras. Más de una vez, frente a la aparición amenazante de corrientes reaccionarias, nos hemos visto en la obligación de elegir el mal menor.

El bipartidismo trazó una ruta que no iba en línea recta sino en círculo vicioso: una democracia con registro de propiedad. Disuelto en el oportunismo y el transfuguismo de ahora, sustentado en empresas electorales que cambian su razón social cada vez que se mechonean sus dueños, el "bipartidismo" se reduce a estar o no estar con el Gobierno.

La estrategia de antes consistía en volver "terrorista" y amigo de las Farc a todo aquel que pretendiera pisar el canasto de los tres huevitos. Pura estrategia del miedo. El problema de Santos es que no supo o no quiso cuidar los huevitos; el problema de un posible continuador de Uribe será quizá el mismo: los huevitos ya reventaron y no hay gallina que los ponga de nuevo.

¿Puede haber "seguridad democrática" con crímenes de guerra y de lesa humanidad, colaboración paramilitar y concentración de la propiedad rural en el narcoparalatifundismo? ¿Puede haber confianza inversionista con monstruosas gabelas fiscales, corrupción generalizada entre amigos del gobernante y entrega de la soberanía económica? ¿Puede haber cohesión social en un país que amplía y profundiza la brecha entre ricos y pobres?

La estrategia, que servía para satanizar a la izquierda y a la oposición independiente (entre otros, a conservadores y liberales), es bastante ridícula aplicada a Santos. Pero dará frutos. Podridos, pero frutos. Por ejemplo, no faltará quien crea que desde fines del siglo XX Santos había sellado pactos con las Farc o que la ley de restitución de tierras es una amenaza a la propiedad privada.

Goebbels aconsejaba "convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave". El ministro nazi decía que "la propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente". Y añadía: "La propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales; se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas."

"Actitudes primitivas" no nos faltan, ni faltan tampoco quienes las estimulen. Por eso se pone al Presidente contra las cuerdas y se lo presenta insidiosamente como enemigo de las Fuerzas Militares, repitiendo que impidió la aprobación del fuero militar, que permitió que los indios de Toribío humillaran a la tropa y que será el único culpable de la derrota de Colombia en La Haya.

El peligroso "complejo de odios" que le está oponiendo la derecha uribista a la posibilidad de un proyecto liberal trae consigo el estrangulamiento del pluralismo democrático. La democracia es más ancha y extensa que esta querella. Por supuesto, caben en ella Uribe y Santos, pero también caben personas, grupos o partidos que no transitan por los estrechos pasillos de la bipolaridad actual.

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Fuente El Tiempo