Respeto a Pirry como periodista por su honestidad y su talento. Nos muestra en cada programa ángulos diferentes de la realidad, desnudando las verdades que nos ocultan, descubriendo a los invisibles, mostrando las miserias del poder.

Pero no me gusta cuando se vuelve político porque la delgada línea entre el periodismo y la demagogia se confunde. Es cierto lo que dice sobre los corruptos que gobiernan este país. Igual sobre la revolución de las pequeñas cosas y también resalto su justa indignación.

De lo que me aparto es de la simplificación de los problemas. Una reforma a la justicia no radica en subirle las penas a los violadores, en darle muchos años de cárcel a los asesinos y no dejar salir a los corruptos. Porque esto es lo que siempre se ha hecho, crear y crear delitos, subir y subir penas y perseguir a todo lo que se mueva como la dosis personal.

La reforma a la justicia es mucho más profunda. Tiene que ver con las estructuras mismas de los procesos. Lo de pronta y cumplida justicia no se lleva a la realidad por los millones de procesos que asfixian a los jueces, y es cuando entran a jugar la creación de jurisdicciones como la de pequeñas causas, por ejemplo, para descongestionar los juzgados.

Se impone una reforma a los códigos penal y de procedimiento, a la estructura de la fiscalía, una declaratoria de emergencia judicial para evacuar los procesos represados, en fin muchos temas por discutir para sólo reducirlo a aumentar penas que, por ejemplo, en el caso de los pedófilos, en este momento van hasta los 60 años. ¿Se le sube a 80 a 100 a 200 y con eso se acaba el problema?

No podemos ser tan folclóricos con las reformas. Bien por Pirry, un excelente periodista, bien por sus indignación, pero hasta ahí, pues como dice el viejo dicho "zapatero a tus zapatos".