DeNunCianDo - sin retaguardia en caracas

Era la señal que muchos esperaban. Tras la confirmación de que los guerrilleros que dieron muerte a 12 militares en zona rural de Maicao, a escasos 150 metros de la zona de frontera, se escondieron luego en Venezuela, voces a lado y lado del límite binacional reclamaban a ese país reforzar sus acciones contra la delincuencia en la región. Especialmente contra las Farc, que el 21 de mayo perpetraron el ataque partiendo de zona venezolana y refugiándose en ella con rapidez.

Los sectores de gobierno y oposición en Colombia, tan distantes por estos días, habían estado de acuerdo en que el vecino país tenía que incrementar controles y agilizar la persecución contra el grupo armado ilegal a fin de evitar que los cerca de 60 hombres de los frentes 50 y 59 que atacaron en La Guajira pudiesen repetir tales acciones. El martes 22, un día después del ataque, el propio presidente Juan Manuel Santos se lo hizo saber a su homólogo Hugo Chávez, quien se comprometió a reforzar la frontera y hasta anunció “plomo” si los subversivos colombianos se resistían a las capturas en su país. Vinieron entonces las voces que tanto en Colombia como en Venezuela manifestaban dudas frente a las promesas de Chávez.

Pero sólo dos días después, Venezuela anunció la captura de 10 de los presuntos responsables y prometió su entrega a Colombia, situación que ya fue informada de manera oficial a la canciller María Ángela Holguín. Sorpresa entre los descreídos. Complacencia en la administración Santos.

¿Qué tan nueva es esta actitud venezolana frente a los desafíos compartidos en materia de seguridad?, ¿qué consecuencias puede tener este tipo de ayuda?

Este no es el primer ejemplo de rápida reacción Venezolana ante el pedido de apoyo de Colombia en el reciente pasado. Después de los años de distanciamiento por cuenta de los roces entre Chávez y el expresidente Álvaro Uribe, las relaciones mejoraron a las tres semanas de posesión de Santos, incluyendo hasta la promesa (aún no cumplida del todo) del pago de la deuda venezolana a los exportadores colombianos, congelada también durante la fase de tensión con Uribe. Y si en asuntos económicos el cambio fue notorio, el apoyo en seguridad no parece menor.

Uno de los casos más sonados de la armonía ente los organismos de seguridad de Bogotá y Caracas fue la extradición desde Venezuela a Estados Unidos de Maximiliano Bonilla Orozco, alias "Valenciano", jefe de la Oficina de Envigado. Ocurrió en diciembre de 2011 y por la misma fecha, y a menos de cumplirse un mes de su detención en Venezuela, fue enviado a Colombia al exguerrillero de las Farc "Alirio Rojas".

El más reciente ejemplo fue la captura del jefe de las Autodefensas Campesinas del Casanare, Héctor Germán Buitrago, alias "Martín Llanos", arrestado en Venezuela junto con su hermano (alias “Caballo”) en un operativo de inteligencia compartida entre las dos naciones, el cual tuvo lugar en febrero pasado.

Pero hubo otros ejemplos. En septiembre de 2011, Venezuela había deportado a seis narcos colombianos, y en septiembre de 2010 al exparamilitar Óscar Ospino Pacheco y el narcotraficante Salomón Camacho, quien era uno de los 12 hombres más buscados por las autoridades colombianas. Quizá el único ejemplo de dilación en este tipo de casos es el de Julián Conrado, el “cantante de las Farc”, cuyo envío a Colombia se enredó por asuntos que Venezuela justificó en errores de la solicitud de envío que se hizo desde Bogotá.

Respecto a las consecuencias del respaldo venezolano a Colombia también hay varias lecturas. La primera es que la celeridad en la ayuda venezolana le resta peso a los señalamientos del expresidente Álvaro Uribe en el sentido que Chávez no es sincero en sus declaraciones de lucha contra el crimen. De hecho, llama la atención que desde que Santos asumió la presidencia Venezuela ha reducido casi que a cero sus referencias a Uribe. La canciller Holguín lo sintetizó muy diplomáticamente este viernes al asegurar que “ellos (Venezuela) están tomando una decisión positiva que es no contestar (a Uribe)”.

La ayuda venezolana, en suma, le sirve a Colombia y no le ayuda al discurso de confrontación. Pero puede tener otra consecuencia: le resta fuerza a la idea de que Venezuela pueda ser propuesto por las Farc como facilitador en un eventual proceso de paz. (Proceso que, valga recordar, el gobierno colombiano dice no estar buscando por el momento). Si bien es cierto que Chávez no es tan enérgico como muchos quisieran a la hora de condenar las prácticas de esa guerrilla, también lo es que su interlocución con los jefes de ese grupo no es tan fluida como se percibía en el gobierno colombiano hace cuatro años.

Y eso, aunque no lo digan los voceros de los gobiernos, también le sirve a Chávez.