¿Qué se necesita para que haya un proceso de paz exitoso en el país?

Por: PEDRO VARGAS NÚÑEZ | 9:49 p.m. | 08 de Marzo del 2012


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Anthony Wanis-St. John, experto en resolución de conflictos y negociaciones, responde la pregunta.

¿Son buenas las negociaciones secretas en el caso colombiano?

El hecho de que se negocie de por sí es bueno, es algo positivo. La protección con la clandestinidad al principio del proceso es muy necesaria para que los negociadores puedan explorar todas las alternativas sin tener que adoptar posturas extremas, como suelen hacer los negociadores cuando están siendo escrutados por el público o por los medios de comunicación. Es bueno que al principio usen las vías secretas.

¿En qué momentos es aconsejable hacerlas públicas?

Las investigaciones en negociación nos enseñan que los compromisos tienen que ser públicos, pero el proceso de intercambiar ideas puede ser secreto. No hay un momento fijo, gradualmente los que toman decisiones de ambos lados tienen que ir informando de la existencia de las negociaciones. No debería ser de inmediato, pero la existencia de las mismas no tendría que ser una gran sorpresa.

¿Unas negociaciones en Colombia deberían tener un mediador?

La cuestión de un mediador es agregar un tercero. Este puede ayudar cuando las partes no pueden hablar directamente y necesitan quién lleve mensajes, o porque facilita las discusiones cara a cara. Puede dominar el proceso, llevarlo bien estructurado.

Un mediador también podría ser como un tipo de arquitecto, que sabe en qué momento presentar qué problemas, cómo resolverlos, y cómo ir de los simples a los más complicados. Muchas veces es preferible tener un mediador a que las partes se hablen directamente una a la otra. Unas veces, cuando se sientan, intercambian posiciones extremas, absolutas, en lugar de estar negociando, intercambian declaraciones a la prensa, o culpas, y eso no es constructivo. Un buen mediador puede cambiar esa dinámica. Este puede hacer que hablen bien, que resuelvan problemas, que propongan soluciones.

¿Ese mediador debería ser internacional o doméstico?

Que sea doméstico tiene sus ventajas porque conoce las partes, la cultura, conoce el problema y el conflicto de fondo. Uno internacional puede atraer la atención, recursos, etc. Si hay necesidad de un conocimiento detallado, es mejor alguien del país; si se requiere prestigio y recursos externos, mejor alguien internacional.

Da la sensación de que en Colombia es difícil encontrar alguien en quien ambas partes confíen para que sea mediador...

La mediación puede ser un equipo, no solo una persona. La desconfianza a veces es muy sincera y a veces es una táctica que las partes usan para evitar llegar a la mesa. Dicen que no hay confianza como un pretexto para no negociar. También puede ser un equipo internacional, mezclado con locales o vecinos. No hay límite a la creatividad.

¿Cómo llevaría un proceso de negociación en Colombia si fuera encargado, por ejemplo, por el Gobierno?

Construir la paz es como construir una catedral. Es algo grandioso, serio. Se tiene que hacer ladrillo por ladrillo, poniendo buenos cimientos si queremos llegar a las grandes alturas.Requiere lo mejor del talento humano, y dar pasos. En la negociación se debe empezar con principios, en lugar de detalles. Se debe empezar con ser confiable y aprender a confiar en el otro.

Esas son las bases. Después, las partes tienen que estar de acuerdo con grandes ideas y principios; por ejemplo, la meta final de las negociaciones puede ser algo que las partes pueden acordar de antemano, algo como la paz. Cómo llegar a eso, son los detalles. Las etapas son: primero, la relación y la confianza; segundo, los principios y esquemas de negociación, y, tercero, los detalles de la implementación. En general, una buena negociación sigue esas tres etapas, aunque puede haber cambios dentro del proceso.

¿Cómo sería la parte operativa?

Por la seguridad de los negociadores y para mantenerla en secreto, a veces es bueno sacarlos del país y darles un lugar retirado para que puedan hablar en confianza y sin escrutinio de la prensa o de la opinión pública. Si la seguridad de los negociadores no está en peligro, entonces no hay que sacarlos. Se pueden alternar sitios adentro y afuera, todo es posible.

¿Qué hacer con esas posturas de las Farc como oponerse a la globalización, a la explotación de recursos naturales, etc.?

Puede ser que posturas extremas impidan una negociación. Para mí no es importante cambiar la ideología del otro, sino ver si llegamos a soluciones prácticas de problemas inmediatos y de largo plazo. Si yo fuera el Gobierno de Colombia, no estaría pensando en la ideología de las Farc, sino tratando de explorar su actitud hacia los problemas del país, y esas cosas tienen soluciones prácticas, sobre las cuales todos tienen que estar de acuerdo.

Si dicen no al comercio internacional, o a la explotación de recursos, puede no haber negociación, pero el Gobierno las puede reenmarcar hablando de responsabilidad corporativa, explotación de recursos, cuidado del medio ambiente. Hay formas de negociar los impactos de cualquier actividad humana. Para los que estudiamos negociación, un impedimento es que el Gobierno pinta las negociaciones casi como una rendición, por la debilidad de los grupos guerrilleros.

¿Qué hacer para que no sean percibidas de esta manera?

La negociación secreta es una solución a ese problema. Casi siempre las negociaciones abiertas vienen de demandas previas. O sea, tienes que renunciar a esto para sentarme contigo. La negociación secreta no tiene que cumplir con ninguna condición previa. El otro no tiene que aparecer como perdedor o rendido, simplemente es: vamos a hablar. Hay que tener en cuenta que nadie quiere llegar a la mesa habiendo concedido algo que se debería decidir en la mesa.

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¿Qué puede ofrecer el Gobierno a las Farc para reintegrarlos a la vida civil?

Las Farc pueden venir con una lista de cosas que quieren que les den y, en vez de estar concediendo punto por punto, se puede hablar de un gran paquete que resuelva todos los problemas. Si piden, por ejemplo, un indulto absoluto para todos los integrantes, ese es un asunto que se puede desarticular en varias facetas. Se habla de reconciliación con el problema de ser responsable por los actos de violencia, y cada país ha encontrado una forma distinta de hacerlo. Pero en ningún caso hay un perdón total que sirve como base de la paz; tiene que haber un poco de responsabilidad, asumida por los líderes. Pero siempre hay que balancear entre llegar a la reconciliación nacional y la responsabilidad de lo que se hizo en esos años de conflicto.
Les pueden ofrecer ayuda en la integración a la vida civil, hay muchas formas que eso puede tomar, y en Colombia ya hay experiencia con la reintegración de los paramilitares. No todas han sido buenas, pero hay ejemplos a nivel mundial. Muchos países tienen gran experiencia en esto. Hay que aprender de cada caso que funcionó o no. El Salvador, Nicaragua, Sierra Leona, Sudáfrica, tuvieron procesos de desmovilización, de reintegración a la vida civil, sin acceso a las armas. A los combatientes hay que integrarlos en algo nuevo y proveerles ayuda para que tengan una vida digna y que puedan trabajar.

¿Es la Corte Penal Internacional un impedimento por los crímenes de lesa humanidad que se han cometido, que la guerrilla piense que los van a condenar, por ejemplo?

Si el país puede solucionar los problemas de responsabilidad a su modo, la Corte no tiene que meterse. En el caso de Uganda se llegó a un acuerdo entre el Gobierno y los irregulares, en el cual se llegó a que el soldado raso no iba a ser procesado por la Corte Internacional, pero los líderes quizás sí; que se iban a reintegrar a sus comunidades, menos el alto mando. Es un problema con varios miniproblemas que se pueden resolver de distintas formas: el derecho internacional, pero también mucho de soluciones domésticas y nacionales.

¿Qué pasa si los líderes no aceptan responsabilidades?

Hay que distinguir entre ser responsables y ser puestos en la cárcel. En varios países hay formas e instrumentos en los que las partes aceptan las responsabilidades, confiesan todo lo que han hecho abiertamente, en busca de una verdad, de una nueva historia. No siempre tiene que resultar en un proceso judicial. Así que tanto el Gobierno como la guerrilla pueden aceptar responsabilidades por todo lo que hicieron, si hubo víctimas, y decidir cuál de esas se tienen que dar a conocer, perdonar, y con cuáles buscar una justicia compensatoria o punitiva.

Pedro Vargas Núñez
Subeditor de Portafolio"

Fuente: El Tiempo