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¿Puede estar tan tranquilo el ex ministro Arias?
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EDITORIAL DE EL ESPECTADOR
HACE UN AÑO EL EX MINISTRO de Agricultura Andrés Felipe Arias cayó en el ojo del huracán por una publicación de la revista Cambio en la que se denunciaban extraños destinos de los recursos del programa Agro Ingreso Seguro (AIS).
HACE UN AÑO EL EX MINISTRO de Agricultura Andrés Felipe Arias cayó en el ojo del huracán por una publicación de la revista Cambio (la que desmantelaron por esta denuncia y eso que acá hay todas las garantías para el periodismo) en la que se denunciaban extraños destinos de los recursos del programa Agro Ingreso Seguro (AIS). El escándalo lo desataron los dineros recibidos por la ex señorita Colombia Valerie Domínguez y la ex reina del Mar Ana María Dávila, pues ninguna parecía cumplir con los requisitos de los créditos que otorgaba el Gobierno para impulsar el desarrollo equitativo en el campo. Tampoco los cumplían familias de amplia trayectoria política en la Costa y en el Valle del Cauca, o políticos como Danny Villamizar, hijo del senador Alirio Villamizar, vinculado con el escándalo de las notarías. Involucradas aparecieron también empresas como Coltabaco-Philip Morris, a la cual se le autorizaron créditos por casi 30.000 millones de pesos.
Días después, el escándalo tomó otro giro cuando salieron a la luz investigaciones que sugerían que parte de los dineros concedidos se habían devuelto a la financiación de la reelección del ex presidente Uribe y a la campaña del ex ministro Arias para la consulta conservadora. De hecho, averiguaciones más recientes publicadas por El Espectador sugieren que la irregularidad de los créditos y el retorno de los recursos rebasaron los límites de AIS. Se encontró, por ejemplo, que un grupo de floricultores recibieron préstamos oficiales de dudosa recuperación y aparecieron después como aportantes de la campaña de Arias. El ex ministro, sin embargo, ha negado cualquier “pago de favores”, pero la Fiscalía, por violaciones al Código Penal; la Contraloría, por detrimento del patrimonio público, y la Procuraduría, en razón a faltas disciplinarias, abrieron sendas investigaciones.
La semana pasada, el Ministerio Público formuló pliego de cargos contra Arias por “aparentes desvíos de subsidios destinados a campesinos pobres, que favorecieron a acaudalados hacendados”. Frente a esta acusación, el locuaz ex ministro salió a decir en los medios que se sentía tranquilo porque “después de que nos dijeron que habíamos robado plata; que la habíamos desviado para una campaña; que la había usado para mi propia campaña (…) siento una especie de alivio”. Además, en una columna publicada por El Colombiano hace tres días, Arias afirma de manera tajante: con su fallo, “la Procuraduría me desvinculó de posibles cargos por corrupción en el programa AIS”.
Reacción bastante enigmática, pues ni la decisión de la Procuraduría afecta las investigaciones todavía en curso de los otros dos organismos, ni fue desvinculado con los cargos que hoy se le imputan; lo cuales, además, no son de poca monta. De hecho, se trata de tres faltas gravísimas y una falta grave, según la jerarquía establecida. La primera es que no se contó con “factores de evaluación precisos y claros, toda vez que no se incluyeron reglas claras, justas y completas en torno a la asignación de los apoyos económicos a quienes presentaran proyectos”. La segunda falta tiene que ver con que, en 2008, se desconocieron los principios de transparencia, selección objetiva y responsabilidad. Y el tercer cargo, con que se desconocieron “los principios de transparencia y responsabilidad que gobiernan la actividad contractual”. El cargo grave se refiere a que se excedió el monto estipulado para créditos.
De esta manera, queda claro que de encontrarse culpable de los cargos que se le han imputado, el ex ministro quedaría inhabilitado por décadas, sin mencionar las potenciales penas que podría recibir si las investigaciones de la Fiscalía y la Contraloría llevan a probar una culpabilidad penal. Panorama sin duda inquietante, que contrasta con la alegre reacción del ex ministro. Sin duda que para saber si tenía razón de sentirse aliviado, habrá que esperar a ver qué determinan las autoridades competentes. Pero muy prematuro resulta que haya salido a sugerir que todo el escándalo no fue más que una mera especulación mediática o, peor, como lo insinuó en su columna, que fue el resultado de “periodistas torcidos” que trabajan para las “mafias” que “cazan” a los defensores de la Seguridad Democrática. Pero, diga lo que diga, no sobra seguirle recordando la gravedad de los hechos por los que se le acusa.
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