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Puede que la candidatura de Enrique Peñalosa continúe avanzando victoriosa hacia la alcaldía de Bogotá. Pero con el retiro de Antanas Mockus, el Partido Verde ha quedado en su ley: una aventura electoral de coyuntura que de verde tuvo muy poco, y de partido, casi nada. Y lo que tenía de ambas cosas se lo daba la presencia de Antanas. Porque lo verde del Partido Verde colombiano nunca estuvo relacionado, como los partidos verdes de otros países, con que sus fundadores hicieran un énfasis especial en llegar al poder con propuestas ecológicas y de respeto por el medio ambiente. No creo haberles escuchado jamás a los verdes una sola propuesta verde. El color tenía más que ver con el verde mockusista, que era un verde esperanza hacia cambios en la manera de hacer política. En cuanto a lo de partido, el del Verde fue un cascarón que cuatro ex alcaldes encontraron disponible de chiripa a la hora en que coincidieron en sus intereses de organizar una alianza altruista para gobernar al país. Por dentro solo lo cohesionaba una filosofía de transparencia política que Mockus adoptó como su sello, pero eso no alcanza para ser una ideología que justifique y sostenga la existencia de un partido. Hoy los verdes ni siquiera pueden reclamar como patrimonio propio los 3 millones y medio de votos que obtuvo Mockus como candidato presidencial. Esa votación corresponde a la ola verde que se creó alrededor de su nombre y que hoy es difícilmente repetible, porque, con la ida de Mockus, la verdura del Partido Verde irremediablemente se marchitó. Tan débiles eran sus cimientos, que la solidez de la alianza de sus socios fundadores no resistió la primera embestida de un obstáculo ocasionado por una disputa local, como fue el apoyo electoral del uribismo a Peñalosa. Curiosamente, Mockus menospreció la vocación nacional que debe tener todo partido, y pasó por alto que los verdes tenían candidatos en otros lugares del país, como cualquier partido que se respete. A esta hora, otro socio fundador, Sergio Fajardo, candidato verde y muy opcionado a la gobernación de Antioquia, debe estarse preguntando él qué pitos toca en esta pelea local... Increíble que la crisis haya explotado en el partido que tiene el candidato más opcionado para convertirse en el próximo alcalde de Bogotá. Pero la verdad es que esta contienda también ha desnudado la cruda realidad de todos los demás partidos. El Conservador sigue sin candidato, luego de que la mejor carta que tenía, un popular presentador de un concurso que regala plata por televisión, les dijo que no, en un afortunado acto de responsabilidad. El Liberal atraviesa por la curiosa situación de tener un candidato joven sin votos, al que pretende desbancar un veterano repitente que, en cambio, tampoco tiene votos. 'La U', por física falta de materia prima, terminó apoyando a Peñalosa, ante el oso de ser el partido que más votos pone y no poder presentarse a las elecciones del segundo cargo más importante del país. El candidato de Cambio Radical hace lo que puede porque tiene mucha madera, pero la corneta del partido no le alcanzaría ni para hacer campaña en Chía. Y Petro nada en un mar de inconsistencias: como candidato presidencial tuvo el apoyo de la Anapo, pero como candidato a alcalde ya no le conviene y reniega de ella. La actual alcaldesa encargada de Bogotá fue incluso su fórmula vicepresidencial y ahora está en la mira de su campaña. Demasiados cambios de cédula en tan poquito tiempo. Nunca antes la contienda por la Alcaldía de Bogotá había causado tantos estragos. Y si bien es cierto que ha terminado marchitando la verdura de los verdes, no lo es menos que, con el estado vegetativo del resto de partidos, no se hace una ensalada.
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