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Flanker 10-04-2011 14:10:51

Compromiso y heroísmo Japones - Cartas de Fukushima.
 
Deberíamos seguir el ejemplo, a ver si nuestra sociedad mejora algún día.

El 14 de marzo, los directivos de Tepco, la compañía responsable de las plantas nucleares que fueron destruidas por el terremoto y el tsunami que sacudieron a Fukushima, Japón, les dieron a sus empleados la opción de no participar en la reparación del sistema refrigerante de las tres plantas, necesaria para evitar una catástrofe mayor. La mayoría de ellos, sin embargo, decidió colaborar voluntariamente a sabiendas de que regresar a aquel lugar podría significar la muerte. Muchos ni siquiera tuvieron tiempo de informar a sus seres queridos. Se les conoce como los cincuenta de Fukushima, aunque en realidad se trata de más de trescientos bomberos, policías, ingenieros y técnicos concentrados en un edificio del averiado complejo, que se repartieron en turnos de cincuenta hombres.

Hasta la semana pasada habían permanecido en completo anonimato y poco se sabía de sus condiciones. Pero el silencio se quebró cuando las madres, las esposas y los familiares revelaron a los medios los mensajes que han intercambiado con ellos, y el mundo ha quedado sorprendido con su valor y coraje. En las misivas dan cuenta de las difíciles condiciones que deben soportar, no solo física sino mentalmente. Muchos son conscientes de que están condenados a muerte. "Mi hijo y sus colegas han discutido esto largamente y han aceptado el hecho de que probablemente todos morirán por los efectos de la radiación en el corto plazo o de cáncer en unos años", dice una de ellas. Según los expertos, estas palabras comprueban que han recibido dosis letales de radiación. "La radiactividad está en todas partes del complejo de la planta", dijo una de las madres a la cadena FOX. En algunas áreas, nadie puede estar más de quince minutos al alto nivel de plutonio.

La condición de los cincuenta de Fukushima es, al mismo tiempo, de víctimas y héroes. La mayoría son trabajadores de la zona golpeada por el terremoto y trabajan contrarreloj con la incertidumbre de si su familia murió o sobrevivió a la tragedia. "No se dónde están mis padres. Quisiera buscarlos, pero mi casa fue arrasada por el agua. Mi estado mental ha llegado a su límite", dice uno de ellos. Pero aun así, muchos sienten que es un deber tratar de evitar que se filtren elementos radiactivos de la planta y por eso "se han comprometido a morir si es necesario para salvar a la nación", dijo una de las madres. Otro de los trabajadores reveló que había decidido ir a la planta "porque somos los empleados y debemos manejar la situación, así sea funesta para nosotros. No hemos tenido tiempo de preocuparnos por nuestra salud ni por nuestras familias".

Las condiciones de trabajo no hacen mejor la situación. Muchos revelan que están frustrados por la lentitud del esfuerzo de recuperación y molestos por las órdenes cruzadas de sus jefes. Adentro de la planta, hay una mezcla de entusiasmo y ansiedad. El tiempo de descanso y la comida son limitados. Los turnos son de 12 horas en rotaciones de tres días y duermen en colchones de plomo dispuestos en los corredores, salas de conferencias y escaleras del edificio. Un empleado le relató a su madre que prefiere dormir encima de un escritorio para evitar la radiación. Solo tienen dos comidas al día. La primera son galletas y jugo de vegetales. La segunda es arroz procesado, vegetales y carne. Un miembro de este equipo, en entrevista con el diario Mainichi, de Japón, reveló que algunos no tiene dosímetros para medir la radiación y aunque usan máscaras, botas y guantes de goma y un overol sobre sus ropas, a veces es difícil hacer el trabajo con esta vestimenta. "Mi máscara se me ha caído varias veces y probablemente he inhalado sustancias radiactivas", dice uno. Un trabajo que toma cuatro horas puede durar dos días en estas circunstancias. Además reportan que las caretas impiden ver bien y esto hace que a veces caigan en grietas y huecos creados por el terremoto, en donde todavía hay agua represada. De hecho, tres hombres resultaron heridos debido a que entraron en contacto con agua 10.000 veces más radiactiva de lo normal, por lo que tuvieron que ser tratados en un hospital inmediatamente. Aunque ya se encuentran fuera de peligro, se calcula que recibieron 24 veces más radiación que el límite de 250 milisieverts al año establecido en esa planta. "El veneno está en la dosis, no en la sustancia,- dice el físico nuclear Juan Carlos Sanabria-. Yo pensaría que estas personas trabajan en un ambiente muy nocivo y van a tener que cargar con ello por el resto de sus días", agrega. Y mientras más tiempo duren allí, peor serán las consecuencias para su salud. "De nada vale llorar. Si ahora estamos en el infierno solo nos queda arrastrarnos hasta el cielo", le dijo un trabajador a su colega en otra planta nuclear japonesa.

Ante esta demostración de valor y coraje, el mundo ha quedado boquiabierto. ¿Por qué no salen corriendo y salvan su vida? Es la pregunta más frecuente. Para entender este comportamiento altruista hay que saber que los japoneses hacen parte de una sociedad en la que lo primordial no es el individuo sino lo colectivo. "Ni siquiera lo piensan porque ellos están al servicio de la sociedad", dice el escritor Álvaro Robledo, quien conoce a profundidad la cultura japonesa. Explica que mientras en Occidente sobresale la cultura de la culpa, en Japón predomina la vergüenza. "Sería muy cobarde no arreglar el problema. Es una cuestión de honor", señala Robledo. De hecho, muchos de los trabajadores han pedido perdón al mundo por esta crisis y dicen que están trabajando para protegerlos a todos, aun si eso significa sacrificar su vida.

Con Robledo coincide el historiador Fabio Zambrano, quien añade que el honor es un valor superior para los japoneses, que viven en una sociedad tradicional en medio de un mundo moderno. Tal vez por eso, en Occidente, donde impera el individualismo, caracterizado por el 'sálvese quien pueda', se ha visto como un acto de romanticismo la abnegación de estos trabajadores para quienes no se escatiman epítetos: kamikazes atómicos, samuráis nucleares, héroes anónimos, etcétera. "Aquí predominaría la relación laboral y la gente no haría más de lo que el contrato determina. Pero estos hombres no están pensando en su compromiso con su trabajo, sino con la sociedad", concluye.

El mundo está maravillado con esa capacidad de sacrificio, sobre todo en un momento histórico en que el heroísmo parece cosa del pasado. Por eso, estos trescientos hombres se han erigido como los verdaderos héroes míticos del siglo XXI

Tomado de:

http://www.semana.com/noticias-vida-...ma/154816.aspx


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