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El burro, la vaca y los tres huevitos
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El burro, la vaca y los tres huevitos Daniel Samper Pizano
Álvaro Uribe Vélez no se puede marchar de la Casa de Nariño sin que le hagamos un homenaje quienes apreciamos la trascendencia de su humor. Así como existe una insoportable retórica uribiana con apelaciones a la Patria y el amor por la bandera, hora es de reconocer la gracia con que maneja el discurso agropecuario. Yo le sigo los pasos desde años a ese Uribe que desciende de Tomás Carrasquilla y de Pedro Rimalas y cada vez lo admiro más.
El primer recorte que campea en mi álbum de AUV se refiere a la terquedad bajo presión. La fecha se borró, pero allí compara su temperamento con el del burro, que, "mientras más lo puyan, más se resiste a avanzar". Años después cambió el burro por la vaca y pulió una versión lechera: al que odia, dijo hace poco a El Colombiano, "le pasa lo que a la vaca en el pantano, que mientras más patalea, más se atolla". Al burro y la vaca, el Presidente sumó luego la mula. Juan Gossaín (a quien extrañaremos los oyentes pero por fin disfrutaremos de veras los amigos) le preguntó el 22 de junio si le irritaba que Barack Obama fuera más atento con el presidente ecuatoriano Rafael Correa, enemigo de las bases militares estadounidenses, que con él, que acogió los bombarderos gringos y nos encartó con ellos. Y respondió así: "Los arrieros decían que si uno se devuelve solamente a atajar al que no quiere marchar, se le dispersa toda la manada".
Desconcertados por el giro rústico de la conversación, los de RCN le pidieron que se explicara mejor. En ese punto, Uribe dio un prodigioso volantín y dijo que Colombia "se tiene que poner como una muchacha bonita" porque así no suspirará por los admiradores que le faltan y atenderá a quienes le coquetean. "¿Se va a preocupar por un pretendiente? No, los que pierden son los que no la pretenden". Calabazas, pues, para don Barack...
Sin embargo, la metáfora más graciosa de Uribe no acude a mamíferos sino a aves de corral. Es la de aquella famosa gallina de los tres huevitos (seguridad democrática, confianza de inversión y política social), cuyo cuidado delegó en su sucesor. Imitando no ya a Carrasquilla sino a don Rafael Pombo, bautizó incluso al pájaro: "Breguemos para que doña Rumbo empolle esos huevitos, no vamos a dejar que los engüere". El verbo engüerar no figura en el diccionario académico, pero un filólogo de blog, Uldarico Uricoechea, averiguó que corresponde a los huevos vacíos o malogrados. De describir a doña Rumbo se encargó Uribe: "En la Costa las llaman quiriquis, en otras partes del país, quicas; y en mi tierra, cubanitas. Son chiquiticas, fuertes, combatientes".
Es posible que pocos niños de la Colombia urbana hayan visto nunca una gallina, una vaca, una mula o un burro vivos. Pero en el género mitopoético hay ninfas, unicornios, hadas y serpientes emplumadas y nadie se queja.
El Uribe fabulista contrasta con el Uribe protomártir de la Iglesia, individuo endurecido que derrota el demonio a punta de oraciones y mortifica las carnes hasta privarlas del gustico. Como a San Antonio, Belcebú lo tienta al invitarlo a que desahogue su odio y su rabia. Pero Uribe no cae. ¿Cómo lo hace? Fácil: "Si uno se levanta todavía con sueño, hace ejercicio, se baña con agua fría, reza como pecador y se va a trabajar todo el día, no tiene tiempo de que le pasen tentaciones por la cabeza". Un santo varón. Y subrayo lo de varón, porque ese mismo monje adusto tiene fama de piropeador y galante. Afirma que "las colombianas se dividen en las muy bonitas y las muy, muy bonitas" y que son "las más bonitas del mundo". A Juan Gossaín confesó que anda buscando una tintura para ocultarse las canas. A Félix de Bedout ofreció unas goticas "para rebajar las pasiones". Y dice que lo mantienen informado los taxistas... pero lleva ocho años sin coger un taxi.
Es increíble que la faceta graciosa y pizpireta de Uribe no haya recibido aún su justo homenaje. Yo, que he tenido que tomar litros de goticas durante su gobierno, me permito encabezar ese aplauso. De todos los extraños personajes que en él cohabitan, echaré de menos al Uribe folclórico.
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