Detengan primero y averigüen después - Cruda realidad Venezolana

Ante el fracaso manifiesto del gobierno de Hugo Chávez en el manejo de las finanzas públicas y la promoción del ******o productivo, la “robolución” no ha encontrado mejor remedio que huir hacia delante e inventarse una conspiración económica.
Tras el desgaste de la eterna denuncia de magnicidio y el sueño profundo que causa ya la tesis de una inminente invasión gringa, Chávez ha tenido que hilar fino e inventar una novela más creíble, con situaciones extraídas de la vida real, personajes concretos, una trama al estilo mexicano (con una víctima desamparada: el gobierno, por supuesto) y unos villanos arquetípicos (la oposición, los empresarios, Oswaldo Álvarez Paz, Rocío San Miguel, cualquiera).
Como decíamos ayer, todos somos sospechosos.


El modus operandi de este novedoso y perverso libreto es el siguiente: antes de que un hecho negativo se haga público y afecte la imagen del “proceso” (y las malas noticias corren por estos días ¡a paso de vencedores!) el chavismo pica adelante y ordena alguna investigación o denuncia una “componenda perversa” de la oligarquía apátrida en un intento por amainar el impacto del suceso.


Con este proceder intenta lograr dos cosas: Uno, pegar primero y vender su versión anticipada de las cosas antes de que otros analicen los hechos, y dos: deslegitimar ante una parte de la ciudadanía (principalmente los seguidores del Presidente) a los actores potencialmente autorizados para explicarle a la opinión pública los fenómenos en cuestión.


Así ocurrió a comienzos de mayo con el anuncio de la inflación del mes de abril: Antes de que el INE diese las aterradoras cifras sobre el encarecimiento del costo de la vida (5,8%), los ministros del gabinete (incluido el titular de Interior y Justicia) se dieron a la tarea de denunciar ante el país una trama conspirativa que intentaba quebrar a la revolución por el flanco económico, que incluía especulación cambiaria, dudosas operaciones en mercado bursátil y acaparamiento de bienes de primera necesidad.
Así, de denunciado por su incapacidad para preservar la salud de la economía, el gobierno pasó a denunciante de una farsa creíble. Para mantener la intensidad de la trama, inició una ola de intervenciones a la agroindustria y un acoso directo contra Polar, en un intento adicional por desviar la atención de la crisis económica hacia el más abstracto tema del derecho a la propiedad y su colateral derivación: los que tienen y los que no, o sea, los ricos y los pobres.


Pero hacía falta un elemento clave para alcanzar el clímax de la historia: Para que una trama conspirativa sea creíble se necesitaban presos. Y llegados a este punto, el fracaso de la política oficial para contener el dólar permuta, ofreció la excusa perfecta para detener sin pruebas, elementos de convicción o siquiera la existencia de hechos punibles reales, a supuestos conspiradores.
Hasta ayer habían sido allanadas 18 casas de bolsa y sociedades de corretaje y permanecían detenidos 15 directivos de estas instituciones. Todos los arrestos han tenido un denominador común: el Ministerio Público no ha dicho cuál es el delito concreto por el que se acusa a los implicados, cuyas causas se engloban bajo la genérica tipificación de “irregularidades en el mercado de divisas”.
Con esta puesta en escena, el gobierno pretende convertir en delito la figura de la permuta, una actividad prevista desde hace medio siglo en el Código de Comercio, y en delincuentes a los operadores que han ejercido legalmente esta rama del negocio bursátil.


Todas estas detenciones recuerdan el estilo de aquella triste frase de Rómulo Betancourt que pasó a la posteridad, pero con una variante aplicada a la situación actual, que parece resumir la política del gobierno de Chávez: “detengan primero y averigüen después”.


Teodoro Petkoff

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