Juventud, el peligro
 

Por: Alfredo Molano Bravo

AUNQUE EL GOBIERNO INSISTE EN LA reglamentación por ley del acto legislativo que penaliza el consumo y el porte de la dosis mínima, los congresistas no le paran ya bolas al Presidente. Están dedicados a reflotar a Santos. Lo que es razonable siendo posible —pero cada vez menos seguro— que Juan Manuel sea el futuro dispensador general de favores.

Uribe se ha lanzado a criminalizar la tesis del consumo mínimo y le faltan palabras y adjetivos para alabar la prohibición. Confundiendo a la opinión pública —en lo que es maestro— busca meter gato por liebre para legalizar una persecución implacable contra los consumidores, haciéndolos pasar por distribuidores, o sea, por narcotraficantes. Lo apoya la caverna: el Procurador, la Asociación Tradición, Familia y Propiedad; las ex alumnas del Colegio Purísima Virgen y todas las beatas de la Veracruz. Y claro, la Policía Nacional y el Ejército Nacional.


Hoy sin reglamentación las autoridades competentes andan de esquina en esquina buscando papeletas y jíbaros para pasarlos por televisión como verdaderos trofeos de la lucha contra el crimen organizado, que en última instancia terminará siendo sinónimo de juventud. Porque sospecho que para allá va la cosa. Me explico, como dicen los canónigos: la guerra contra la droga que inició Bush, el viejo, sirvió como caballito de batalla, primero contra los carteles, después contra la guerrilla, luego contra los cultivadores de coca y por último contra los campesinos en general, por si acaso. Sirvió también para extraditar a los narcos y evitar que fueran juzgados en el país por crímenes comprometedores de lesa humanidad. La guerra da para todo y para unos pocos.


Con el nuevo estatuto, los policías que encuentren una papeleta en el bolsillo de un pelado pueden conducirlo —nunca dicen llevarlo o trastearlo— ante una instancia judicial, donde un sicólogo, un juez y alguna funcionaria del ICBF, que determinan si se trata de un jíbaro o de un burro. La cadena de soborno es en este punto larga y costosa. Por tanto, serán los que no tienen cómo pagarla quienes terminarán purgando cana.


Algunos pueden estar en la sombra hasta 48 años. Lo escribo con letras: ¡Cuarenta y ocho años! Mientras que un Iguano, con 2.000 crímenes en las manos, puede pagar la desviación con unos pocos años. Pero los muchachos que tienen cómo untarle la mano a la autoridad, irán a un cursito dictado por algún sargento. Y ya.


De ahí que Uribe diga levantando el índice: Colombia “no puede tener esa contradicción ética de ser muy severo con producción, con tráfico, con bienes ilícitos, y al mismo tiempo ser totalmente laxo, permisivo con el consumo”. Por tanto, prepárese la juventud —cuna de la rebeldía y la indisciplina social— a ser tratada como narcotraficante.


Ya se sabe de redadas en sectores céntricos, en zonas de rumba, en Ciudad Bolívar, Altos de Cazucá y demás sectores donde abunda el desempleo. Por esa razón, el Gobierno está construyendo una docena de cárceles más por valor de un billón de pesos, según ha dicho triunfante Valencia Cossio, el ministro. Una nueva ola de terror contra los jóvenes se prepara y se volverá un tsunami después de las elecciones.