DeNunCianDo - ¿Una generación perdida? Vamos de mal en peor

Algo muy grave tiene que estarle sucediendo a una sociedad cuando observa impotente, en unos casos, e indolente, en otros, como lo que denomina, de manera eufemística, su futuro, se va diluyendo en medio de la delincuencia y las drogas.

Las cifras de lo que está sucediendo en la capital del Valle son contundentes: Desde el 2007 hasta abril del 2010, los niños delincuentes detenidos en Cali por la comisión de diferentes delitos suman 4.386, es decir, prácticamente cada día fueron aprehendidos tres menores.

Mientras los datos van subiendo de manera alarmante cada año, no sucede lo mismo con las personas interesadas en analizar el tema. En el 2007 los menores detenidos fueron 804; en el 2008 subió a 1.294; en el 2009, la cifra llegó a 1.624 y entre enero y abril del 2010, los datos ya se salen de madre, van 624, de los cuales 16 han cometido homicidios.

De los menores capturados este año, 583 son niños y 41 niñas, de los cuales 526 quedaron en libertad, 66 están en internamiento preventivo y 25 con arresto domiciliario. Cabe anotar que la capacidad para albergar a menores delincuentes en el Centro de Rehabilitación Valle del Lili es de 200 cupos, y actualmente la cifra es de 204.

De acuerdo con los registros de la Policía Metropolitana de Cali, los delitos más frecuentes cometidos por los menores son, en su orden, porte de armas, tráfico y porte de estupefacientes y, finalmente, hurto.

A esto se suma la utilización cada vez más frecuente de menores de 18 años para que cometan asesinatos por encargo, con el propósito de que si son capturados no sean enviados a una prisión sino a un centro de reclusión de menores de donde puedan evadirse fácilmente.

Pero más allá de las penas y las medidas coercitivas y del eterno debate sobre la edad en la que se es responsable de los actos, lo que se hace necesario es llamar la atención sobre el deterioro evidente que se está registrando entre una gran parte de nuestra juventud.
　
El problema no podemos dejarlo a un lado y pensar que sólo compromete a los deprimidos sectores del Distrito de Aguablanca o de las laderas. No, si desde ahora no se comienza en serio un proyecto para desarmar los espíritus de estos jóvenes y no se brindan opciones desde el Estado y el sector privado a estos muchachos, estaremos condenados a repetir esquemas de violencia por decenas de años.

Se trata de jóvenes de 14, 15 ó 16 años delinquiendo, que son enviados a centros de rehabilitación a hacer la primaria de la delincuencia y que a los 18 años se van realizan el ‘master en Villahermosa’, porque no nos llamemos a engaños, las cárceles colombianas tienen de todo, menos de instituciones que permitan corregirle el rumbo a alguien. Esa bonita frase de que "aquí entra el hombre y no el delito", es sólo eso. Allá, los más jóvenes aprenden lo peor y salen a hacer sus ‘prácticas’ en las calles de nuestra ciudad.

Los índices de violencia y criminalidad en Cali están desbordados y esa realidad la padecemos en el día a día. Basta que pensemos un poco en algún amigo o familiar o en nosotros mismos y nos daremos cuenta que nadie se ha salvado. En un gran porcentaje, estos delitos han sido cometidos por menores de edad.

Cali no es una ciudad amable con los adolescentes. No es una ciudad que permita muchos espacios de entretención para ellos. La ciudad ofrece trago, rumba, sexo, pero poquita cultura, deficientes espacios recreativos y nulas actividades deportivas que transmitan disciplina y esfuerzo. Tampoco hay expectativas educativas para los más jóvenes una vez terminan su bachillerato y las plazas laborales escasean, más con aquellos jóvenes que provienen de barrios del Distrito de Aguablanca, inmediatamente estigmatizados por su procedencia.Es hora de repensar la ciudad en esos campos para generar un cambio.

Para los candidatos a la Alcaldía de Cali no es una prioridad hablar de planes concretos para los más jóvenes, hacer propuestas para generar empleo a los bachilleres, abrir cupos educativos en las universidades, generar espacios para que los mismos jóvenes propongan. Seguramente no es un tema muy interesante porque no da votos.

Pero lo cierto es que no podemos perder a una generación. La ciudad ha cambiado y cada vez es más agresiva con los más pequeños. Los peligros son latentes: drogas, abusos, descontrol, licor, violencia en los estadios. No se trata de hablar del Apocalipsis, pero sí considero que la ciudad está en mora de generar espacios a los jóvenes, a quienes construirán la ciudad del futuro. Hay que abrir esperanzas, que sientan su ciudad, que la amen, la respeten, pero para lograr eso lo primero es que ellos se quieran y promuevan la vida y el respeto a unos valores, que hoy parece un tema sólo de ‘viejos’.

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