Familias de uniformados muertos en cautiverio esperan razón de lo que ocurrió con sus seres queridos

Así como varias familias colombianas de secuestrados esperan que sus hijos y hermanos sean liberados, otros saben que nunca van a volver a verlos.

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Así como varias familias colombianas de uniformados esperan que sus hijos y hermanos sean liberados, otros saben que nunca van a volver a verlos. Lo último que supieron sus seres queridos fue que murieron en cautiverio.
Uno de los casos es el de Leonor Bonilla a quien se le desvanece la esperanza de saber algo de su hijo Luis Hernando, ya que nadie le da razón de él. "Si está muerto que nos entreguen el cadáver. Nosotros lo esperamos", dice enérgicamente a las comisiones humanitarias.
El intendente Peña Bonilla, nacido en Tunja, había sido secuestrado en la toma de Mitú del primero de noviembre de 1998. Diez años más tarde, con la Operación Jaque, vino la noticia que dejó pálida a doña Leonor en frente del televisor. Armando Castellanos, uno de los 15 liberados, dijo "a Peñita lo mataron hace más de cinco años" y luego contó que lo habían enterrado en Los Pozos (Caquetá), en la antigua zona de distensión.
Desde allí, ella dice que se vio con Castellanos varias veces pero él no le confirmó que su hijo estaba muerto y simplemente le dijo que no sabía nada más de él, salvo que se lo llevaron por problemas siquiátricos.
Después, en una carta, el general Luis Mendieta, quien aún se encuentra secuestrado, escribió que en enero de 2002 fue la última vez que supo del policía. "Por incidentes propiciados o debido al mal estado mental de Peña conmigo y otros, él fue sacado del lugar común y llevado no sabemos a dónde. Dijeron que le iban a realizar un tratamiento siquiátrico, pero desde esa fecha no sabemos de él a pesar de las constantes preguntas por su situación".
Además del caso del intentente Peña Bonilla, hay otros uniformados de los que no se volvió a saber nada.
Uno de ellos es Edgar Murcia Canencio, intendente de la Policía, secuestrado en una toma en Puerto Rico, Meta, y de quien hace más de diez años no se sabe nada diferente a que escapó de la cárcel en la que lo tenían. Su madre Esperanza vive en la total incertidumbre en Puerto Asís, Putumayo, desde que las Farc dijeron que se había perdido en la selva.
También están los sargentos Jesús Antonio Sol Rivera y Alexander Cardona, secuestrados juntos en zona rural de Tuluá, en marzo de 2005 y de quienes sus esposas volvieron a saber en agosto de 2007, cuando un delegado del Comité de la Cruz Roja Internacional las reunió para decirles que habían muerto en cautiverio.
Cardona ya era un militar retirado y sobre Sol Rivera, el ministerio de Defensa en ese momento confirmó que desapareció durante una operación militar. Ambos fueron asesinados por las Farc.
No sobrevivieron al secuestro
El cabo José N. Pérez murió en cautiverio. Su hijo Andrés Felipe había fallecido de cáncer esperando la liberación y ese luto lo sumió en la desesperación. Lo mataron junto a otro policía cuando huían de sus captores.
Otros que fueron asesinados al emprender la fuga fueron Wilson Quintero y cinco uniformados. Quintero era capitán de la Policía Antinarcóticos y fue secuestrado en 1998 por el Negro Acacio, comandante del frente 16 de las Farc, durante un operativo antinarcóticos en el sur del Guaviare.
El 2 de septiembre de 1999, puso en marcha un plan de fuga en el que el oficial y sus hombres, los patrulleros Alfredo Rojas, Antonio Culman, Gonzalo León Chitita, Eduard Mauricio Betancourth y el soldado John Jairo Cubillos, convencieron a tres de los guerrilleros que los custodiaban para que los ayudaran a escapar.
Tras nueve días de fuga, al parar a descansar en una parcela de un viejo amigo de uno de los guerrilleros, fueron delatados y posteriormente asesinados por la guerrilla.
Los cuerpos de Quintero, Rojas y Culman se encontraron juntos en una fosa en el sur del país, pero de los otros dos patrulleros y el soldado Cubillos, nunca más se volvió a tener noticia.