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Ensayos insurreccionales urbanos.
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Un movimiento de protesta social que desprende acciones vandálicas y de caos ciudadano sectorial generadas por grupos organizados a la manera de milicias de guerrilla, es un viejo estilo que no ha perdido vigencia en distintos escenarios de la vida urbana y suburbana de grandes, medianas y pequeñas poblaciones. Esto no hay que perderlo de vista y se hace necesario observarlo detenidamente hasta desvirtuar o no la existencia de los ensayos insurreccionales urbanos propuestos por las farc y el eln.
El momento político y social actual en Colombia es propicio para la generación de ambientes en los que la beligerancia ciudadana se manifieste a través de múltiples expresiones teniéndose como propósitos centrales el señalamiento de la capacidad gubernamental en dar soluciones a la exigencia social presentada y la evolución de la efectividad como se convierte un evento social legítimo en un boicot contra la normalidad institucional conducido desde orquestadas maneras insurrectas.
La experiencia considera la existencia de grupos humanos organizados que, desde su pensamiento y su actitud dialogantes, argumentan y alcanzan soluciones concertadas con la autoridad o con quien exista el diferendo o la inconformidad; aquí, las partes salen fortalecidas. También, encontramos a aquellos que como ríos caudalosos y revueltos extienden sus corrientosas aguas hasta causar daño a la propiedad ajena y subvertir el orden. Éstos últimos aprovechan o generan determinada lucha o exigencia y, taladran la legitimidad de la protesta inoculando en su interior afanosas y peligrosas tendencias convertidas en sistemáticos eventos de alteración del orden público.
Las dos formas expresivas parten de una opción legal –la protesta social-, pero en el ejercicio de la misma bifurcan sus intereses tomando diferentes direcciones, unas más calculadas que otras. La diferencia por concretar el propósito radica fundamentalmente en la intención del resultado propuesto –una justa reivindicación- o –una peligrosa alteración-. Lo que se ha visto durante los últimos días en Bogotá es una delicada combinación de estos dos propósitos. Sin embargo, en razón a lo calculado del asunto, la exigencia de los transportadores es aprovechada por la aparición de grupos de personas con esquemas de organización muy similares a esa vieja práctica urbana fariana o elena.
No es posible para las autoridades entretenerse equivocadamente pensando que se trata de jóvenes aventureros, encapuchados o no, que aisladamente se ubican en determinados sitios de la ciudad – y esto no va solo al caso bogotano, incluye además a las ciudades donde se presenten estos acontecimientos-, a tirar piedras, incendiar llantas, saquear establecimientos, romper vidrios o bloquear vías, lo que hay que entender es que estas acciones son expresiones naturales y muy conocidas de las guerrillas urbanas, debiéndose, por parte de los organismos de seguridad especialmente, dedicar su empeño en identificar integrantes y establecer el mapa urbano o dispositivo de estas estructuras para poder neutralizarlas efectivamente.
Lo que estoy escribiendo no nace en mi teoría, es el resultado del conocimiento de tácticas de esta naturaleza que estos grupos incluyen en documentos de circulación cerrada, conferencias, congresos, asambleas y otro tipo de instrumentos a través de los que se traza la estrategia de su lucha en esta clase de escenario. Se ha dado el caso que al término de algún curso de milicias y frentes guerrilleros urbanos, exista una evaluación o examen práctico poniendo a prueba lo aprendido mediante hechos reales.
Sobre estas clausuras de cursos urbanos hay demostradas experiencias que van desde la activación de un artefacto explosivo contra un cajero electrónico, la distribución de propaganda subversiva en un barrio popular, hasta la alteración social con elevados ingredientes violentos, entre otras.
Entonces, con suprema agilidad hay que avanzar en procura de la neutralización de estas intenciones a cambio de permitir que aquello a lo que las farc y el eln llaman ensayos insurreccionales de masas vaya tomando una fuerza organizativa considerable que les permita elevar su capacidad desestabilizadora urbana. Es de entender que actos de impacto en la seguridad urbana puedan describir en el imaginario social la idea vitalizada con la que estos grupos han trasladado su capacidad a conglomerados donde se ubican objetivos de mayor valor estratégico para el desenvolvimiento político, económico y social local, regional y nacional.
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