:: Un paraiso llamado Medellín ::

Navegando por la red me encuentro éste reportaje y he decidido compartirlo con uds para que aprendamos un poquito de historia y porque me resulta un tanto interesante también, además de que acrescenta nuestro sentido de pertenencia por la ciudad.


Como en vez de oro a la vista, lo que encontraron los subcomisionados Robledo y Tejelo fue tierras habitadas por unos indios que opusieron resistencia -aunque al final fueron sometidos- no repararon mucha atención en su hallazgo. Robledo lo dejó escrito: "son indios pobres que tienen poco oro y son grandes labradores, y tienen mucha ropa y mucho de comer, así de carnes y frutas porque tienen grandes arboledas y son belicosos". Prosiguieron su camino hacia el norte, donde sí encontraron oro, en la zona donde hoy está Santa Fé de Antioquia y más tarde, en 1546, Belalcázar viene desde Popayán y asesina a Robledo en una querella por la posesión de esas tierras. Así quedó varias décadas el valle de Aburrá por fuera del interés de los cazadores de tesoros de la conquista.

El Valle de Aburrá, llamado así en justicia con sus habitantes originarios, fue descubierto por estos soldados que venían comandados por el capitán Jerónimo Luis Tejelo, que había sido enviado en comisión desde el pueblo de Murgia o de la Sal (donde hoy está Heliconia) para saber qué había detrás de esas montañas. Específicamente, qué riquezas. En Murgia se quedaba el capitán Jorge Robledo que venía con su tropa desde la población de Arma en el sur buscando una ruta para salir a Cartagena explorando principalmente dónde había oro en el camino. Actuaba en nombre de Sebastián de Belalcázar, quien además dependía de las órdenes del conquistador y marqués, Pizarro.


En enero de 1574, Gaspar de Rodas le pide al cabildo de Antioquia, con sede en la ciudad de Santa Fe, la concesión de tres leguas de tierra para fundar hatos de ganado y estancias de comidas en estas tierras. A partir de entonces comenzó una línea interminable de sucesiones de tierra, de concesiones, de compras y de cédulas hasta que el gobernador Miguel de Aguinaga dicta el auto de erección de este poblado, que hasta entonces no era más que el sitio de Aná, el 2 de noviembre de 1675.

Además, le impuso el nombre de Medellín, derivado de Metello, fundador de la ciudad de Medellín, en Extremadura (España), en honor a un protector suyo, que era don Pedro de Portocarrero y Luna, Conde de Medellín y Comendador de Indias, quien siempre se había mostrado muy favorable a la creación de esta nueva villa. Se quedó en esta pequeña porción del perseguido Dorado, que no se pudo hallar en un solo punto entre el Río Grande y la Patagonia, sino en todo el continente.