DeNunCianDo - Uribe: Encarnó el Estado de opinión

El país de las maravillas
Mario Morales
Encarnó el Estado de opinión

Pudieron más los hechos que la retórica contradictoria del Gobierno del presidente Uribe hoy dedicado a “cangrejiar”, como dicen los jóvenes.

Las decenas de miles de colombianos que marcharon el sábado contra la Emergencia Social, los gritos y agravios al Min-des-protección Social en Pereira, el debate crítico y contundente de la Academia en la Tadeo, el plebiscito de columnistas, foristas y comentadores denunciando maniobras oscuras en el cierre de la revista Cambio, y hasta los sondeos que muestran que la oposición al referendo está entre el 47 y el 57%, le han puesto carnita y huesitos a la entelequia del Estado de opinión.

La realidad, tozuda como suele ser, se ha encargado de revelar el resquebrajamiento del trípode de la doctrina uribista. La incontrolable inseguridad ciudadana y el informe de Human Rights Watch dejan en entredicho la seguridad democrática. El desempleo, el desplome de la salud empujado por los decretos del Gobierno y el síndrome de los informantes destierran la cohesión social; y los impuestos y cambios de reglas minan la confianza inversionista.

Quedan en su lugar embelecos: Que la culpa es de los adornos de los redactores de los decretos (como decíamos: que los manden a la nocturna); que la gente no entiende por qué no hay TV para el consejo comunal; que lo del referendo eran detallitos de forma, que la bigornia y otros disparates más.

Que no busquen los culpables de la hecatombe afuera. Los responsables son quienes construyeron una burbuja para tapar esa realidad o se dejaron llevar por el deseo. Lo grafica la anécdota de que el Presidente y sus allegados estuvieran convencidos de que la ponencia y el ambiente en la Corte eran favorables para el referendo.

El aterrizaje forzoso ya comienza a tener secuelas en las peleas intestinas y fratricidas del furibismo para quedarse con las migajas de una reliquia, el prestigio del pasado.

Sufren las consecuencias del descontento general, encarnación paradójica del Estado de opinión, el monstruo que ellos mismos ayudaron a crear.