DeNunCianDo - Las depresiones de fin de año

“(…) Si consideramos que lo importante no es ser, sino aparentar, estaremos presos de la sociedad de consumo que enfila sus baterías para convencernos de que sólo seremos felices si tenemos los productos que ella promociona. (…)”

La manera como se enfrentan los sucesos dolorosos es la clave para combatir la infelicidad.
A pesar de ser concebida por muchos como la mejor época del año, diciembre suele provocar que la tristeza y la depresión se hagan evidentes con mayor intensidad. No es que en los otros meses no haya motivos para estar triste, sino que durante el resto de año las ilusiones y desilusiones se distribuyen de manera uniforme, pero en diciembre éstas se concentran y son más notorias, pues en la época navideña se presume que todos debemos estar felices.
Cuando se habla de depresión de fin de año no significa que se esté ante una nueva entidad psiquiátrica, sino que esta depresión, aunque menos intensa que la de carácter patológico, cumple todos los criterios de una común. Es decir, las personas ven el entorno y a sí mismas con tristeza, experimentan vacío existencial y les resulta complicado realizar actividades que antes llevaban a cabo sin dificultad.
Para finalizar, quiero recordar la importancia que tiene la forma como afrontamos aquello que nos sucede. Los seres humanos somos infinitamente superiores a lo que nos ocurre, tenemos la capacidad de proyectarnos a futuro, al afianzarlo en determinaciones tomadas en el presente gracias a los aprendizajes de un pasado sanamente procesado e integrado a la experiencia vital.
*Psicólogo especialista en Trauma y Resiliencia de la Universidad Nacional.
No cumplir los proyectos
En esta época se hace palpable que muchas de las cosas que se desearon el fin de año anterior no se lograron. En este sentido vale la pena reflexionar que lo que no permite obtener los resultados es que las decisiones que se toman el 31 de diciembre, para al año que sigue, suelen ser proyectos basados en la emoción y no en la razón y la planeación.
No hay que tomar decisiones, sino determinaciones, y la diferencia es que estas últimas son fruto de la reflexión y se caracterizan por ir acompañadas de fechas, acciones a realizar y presupuestos a ejecutar.
Añorar lo que no se tiene
Anclarse en los faltantes y no en lo que se tiene es un tipo de visión negativa, usualmente basada en la tendencia a compararse con los demás. Hacer depender nuestra felicidad en que los demás sean menos felices, lleva a no dar valor real a nuestros logros y a demeritar nuestros alcances. La frase distintiva de estas personas suele ser: “Sería realmente feliz si tuviera… como lo tiene fulano”.
Los recuerdos negativos
Focalizarse más en los recuerdos negativos que en los gratos no es otra cosa que la tendencia a victimizarse y querer convencerse y convencer a otros de que en nuestro arco iris predomina la gama de los grises en la presunción de que los que se manifiestan felices, es porque no han tenido adversidades tan duras como las nuestras.
Quienes trabajamos con el duelo, creemos que la tendencia a comparar heridas buscando comprobar que la nuestra es la más grande, ratifica el derecho a sentirnos desgraciados.
Vacío existencial
Nunca como en esta época se pone a prueba nuestra visión de la vida. En este mes del año se contraponen el tener y el ser. Si consideramos que lo importante no es ser, sino aparentar, estaremos presos de la sociedad de consumo que enfila sus baterías para convencernos de que sólo seremos felices si tenemos los productos que ella promociona. Es clave no entrar en la insulsa competencia de ver cuánto se regala y hacer depender de ello la dimensión del aprecio.
Felicidad superficial
La idea de felicidad que nos transmiten los medios de comunicación no tiene nada que ver con la felicidad de las personas reales. Quienes han pasado y afrontado satisfactoriamente adversidades y pruebas, pueden dar testimonio de que descubrieron que la verdadera felicidad está en la cercanía emocional con los seres queridos, en la superación de barreras de separación constituidas por malentendidos y perdones no dados y no concedidos y en la verbalización y demostración de afecto mediante una llamada, un abrazo o un detalle salido del corazón.”

Por: Paulo Daniel Acero* / Especial para El Espectador