Láncese por favor, señor Presidente

No soporto más la bobería nacional en torno al tema de la reelección, del referendo, del Estado de Opinión, de AIS, de la autocracia, del cohecho -a la colombiana, por supuesto-, de las notarías, de las 'chuzadas', de José Obdulio, de Uribito Arias, de Uribe o de todo del mismo modo en el sentido contrario.
Por eso, desde estas líneas, le pido, encarecidamente, señor Presidente: láncese, por favor.


Creo que lo peor que le puede pasar al país en estos momentos es que, luego de cuatro -¿cinco, seis?- años de que la opinión pública ha gravitado en torno de saber si al Presidente se le antojaría una pisca más de tiempo en el poder, al señor Presidente le dé por decir que no quiere seguir en el solio de Bolívar.



No exagero: algo tiene que justificar que el país, a pesar de estar cayéndose a pedazos, de tener a la mitad de su población en condición de pobreza, del resurgimiento de un paramilitarismo que nunca estuvo extinto, de una de las más graves crisis institucionales y humanitarias de su historia y de todo lo demás -sí, ya lo sé, ya los estoy oyendo: somos el segundo país más feliz del mundo y tenemos al mejor Presidente que haya dado la historia de la patria- no haya encontrado en ese liderazgo, que desde luego no niego, solución a los problemas que nos aquejan por estar pensando en si sí o en si no, y, por el contrario, todos sus males se hayan profundizado de manera incontenible y donde las palabras responsabilidad y dignidad perdieron todo significado.


Muchos dieron -dimos- el referendo por muerto. Hoy está más vivo que nunca, a pesar que todo lo que ha pasado, ha estado manchado de suspicacias y por faltas a la ley ya comprobadas.


Todo lo que pase en adelante es técnicamente ilegal. Pero eso ya no hace sonrojar a nadie. A pesar de que quedan pocas notarías, la persuasión, de la que ha hecho gala nuestro Presidente -compra de conciencias con cuenta al erario, le podríamos decir otros-, surtió efecto. La Corte Constitucional no le pondrá mayores trabas porque presiento que sabe que, de todas maneras, el Presidente acudirá a otras vías de hecho -como el obdulesco invento del Estado de Opinión- y eso sí que dejaría mal parado a este trozo de democracia que aún conservamos. Yo francamente prefiero que Uribe se perpetúe a través de un referendo a todas luces ilegal, a que utilice artimañas que nos pondrían a la altura de los vecinos, a los que siempre y tanto criticamos.


Dicho esto, lo que no soporto es que la esfera mediática, el poder empresarial y, en general, toda la ciudadanía hayamos puesto como prioridad en nuestras agendas el adivinar si el Presidente sí o si el Presidente no. Lo convertimos en tema principal de debates, desayunos, almuerzos, de todo. Nunca nos dimos cuenta de que el Presidente que tenemos no es alguien serio: no puede ser serio alguien que manifestó que no quería reelegirse, que luego lo hizo ilegalmente y que luego gozó poniendo a todo un país a sus pies con sus encrucijadas, sabiendo que nunca le iba a hacer caso a su alma, a Nuestro Señor o a la Corte.

Ya hemos cometido muchos errores como nación como para que ahora no seamos capaces de desligarnos de debates bizantinos, fuera de reglas claras y que, si aun si existieran, no van a ser cumplidas. Ya lo dijo el Presidente a la CSJ con el tema de la escogencia del Fiscal: "Aquel que altera la Constitución está presuntamente conjurando un golpe de Estado".