Colombia, Muy Bien librada en Unasur

Ni Colombia ni las naciones sensatas de Unasur pueden permitir que un mecanismo de integración regional como este sirva para sentar a ningún gobernante en el banquillo de los acusados.

Pese a ser un espacio no neutral, pues en él se reunieron, esencialmente, los amigos incondicionales del esquizofrénico Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y de su cacareada revolución bolivariana, Colombia salió bien librada de la cumbre de Unión de Naciones de América del Sur (Unasur) que se cumplió en Quitó en la cual se buscaba una condena en su contra por la decisión de permitirle a Estados Unidos la presencia de militares en bases colombianas.

Sirvió, sin lugar a dudas, la gira muda que la semana pasada realizó el presidente Álvaro Uribe por siete naciones de esta parte del continente en la cual se entrevistó con igual número de mandatarios (Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil) a quienes les explicó, en medio de las dudas y el escepticismo que tenían frente al convenio militar, que se trata de actividades de apoyo técnico y tecnológico para poder luchar contra el narcotráfico y el terrorismo en suelo nacional, sin amenazar la soberanía de otros países.

Aunque no se trata de ningún triunfo, como algunos lo quieren hacer ver, sí es reconfortante que dos claros enemigos declarados de Uribe y de Colombia, como lo son Chávez y Correa, incluido el desatinado Evo Morales, no hayan logrado el consenso que esperaban en dicho encuentro para poner contra la comunidad surcontinental un acuerdo soberano entre dos naciones amigas que tienen en los carteles de la droga y en los grupos guerrilleros a dos de sus más enconados enemigos.

Más allá de celebrar que no haya prosperado el interés de Venezuela de que sólo es bueno lo que se haga al amparo de la órbita bolivariana, quizás lo único interesante aquí es que se dejó para finales de este mes la discusión en Argentina, en una nueva cita de presidentes, del convenio colombo estadounidense, tal y como lo planteó la mandataria gaucha Cristina Fernández a quien Luiz Inacio Lula, de Brasil, secundó con la difícil propuesta de que a esa cumbre asista EE.UU. a una “discusión profunda” sobre su relación con Suramérica.
Quizás resulte efectivo un escenario diferente al de Quito donde Colombia asista con la convicción de que no va a sufrir una encerrona ni va a estar en un territorio hostil donde se utilice la agresión en su contra. Sin embargo, se debe tener en cuenta que Unasur no se creó propiamente para discutir los convenios o acuerdos soberanos que puedan suscribir sus países miembros, si no más bien como estrategia de integración regional.

Ahora, si a nuestro país se le va a exigir que explique en detalle lo que comprende su acuerdo de cooperación militar con el gobierno gringo, pues que Venezuela exponga con pelos y señales en qué consisten los convenios firmados con Rusia, Irán y China en ese mismo campo, y que revele las características de todo el armamento de guerra adquirido en los 10 años de mandato de Chávez.

Y es que lo visto tras esta fallida cumbre contra Colombia es que los más entrañables amigos bolivarianos, aquellos que de una u otra forma han resultado comprometidos mediante pruebas por ser colaboradores de las Farc, fueron quienes promovieron el lenguaje incendiario que habla de una inminente guerra en la región si EE.UU. llega a territorio colombiano, como si no llevara años aquí con la aplicación del Plan Colombia.
Pueden suceder muchas cosas de aquí al final del mes antes de que se realice la cumbre en Argentina. Por ejemplo, que siga la beligerancia de Venezuela y Ecuador, y sus negativas a respetar convenios comerciales con Colombia (lo que es un hecho), o que Barack Obama acepte (cosa bien difícil) estar en esa reunión. Por lo mismo es clave que la potencia mundial también exprese de manera contundente su opinión con respecto a las acusaciones bolivarianas. Lo que no podemos permitir como nación es que un espacio de integración regional sirva para sentar a ningún gobernante en el banquillo de los acusados, tal y como lo señaló en Quito el Presidente de Paraguay, Fernando Lugo.