En los procesos de paz las penas son desproporcionadas por su benignidad porque importa más los beneficios que recibe la sociedad que el castigo a imponer al delincuente. Los que hoy critican las penas alternativas que se diseñaron para la guerrilla, olvidan que con los paras los castigos fueron ínfimos en comparación con los crímenes cometidos, pero se aceptó a regañadientes porque de dos males se escoge el menor con miras a conseguir que el beneficiado deje de delinquir y se acoja al Estado de derecho. Restarle combustible a la violencia y evitar nuevas víctimas es la gran ganancia para la sociedad.

Aquí un ejemplo:

Cita:

Contraste interesante Vale la pena contrastar los cinco años de condena a Alberto Velázquez, secretario general de la presidencia de Álvaro Uribe, por ofrecer dos puestos con la situación que enfrenta José Everth Veloza, alias HH, el jefe paramilitar del bloque Calima. Él está acusado por la Fiscalía de 11.000 delitos y ha reconocido que bajo su mando se podrían haber perpetrado unos 3.000 homicidios. Como se acogió a la fórmula de Justicia y Paz recibió la pena máxima, de ocho años. Aunque se trató de una negociación política para desarmar a uno de los actores del conflicto, llama la atención que 3.000 muertos, con masacres, torturas, motosierras, etcétera, dan solo tres años más de cárcel que ofrecer dos puestos de 3 millones de pesos.

Fuente: Semana