El viejo debate de la derecha y la izkierda

LA DERECHA
Orden y seguridad
POR ALBERTO ABELLO, editor general 'El Nuevo Siglo
Para Jorge Eliécer Gaitán, los partidos políticos muestran diferencias fonéticas o burocráticas; unos gritan viva el Partido Conservador o el Partido Liberal. Álvaro Gómez, aduce que las ideologías europeas nos llegan mareadas, como sus vinos. Corresponde a cada generación repensar la política, la derecha debe manejar el cambio desde la legalidad. Los hombres y los pueblos con cierto grado de madurez interpretan la sociedad en la que les toca en suerte vivir.
Así como el hombre primitivo atribuye los estragos de la naturaleza al castigo de los dioses, los individuos sin conciencia creen que su destino en la Tierra por adverso que sea es inevitable, un karma. La conciencia política de derecha se da en el estadio superior de la cultura, la reflexión y solidaridad. Lucha por la dignidad, el deber ser del hombre al asumir responsabilidades políticas, defender sus ideas y capturar el poder para ejecutarlas. Apuesta el libre juego democrático, defiende valores eternos y cristianos, la familia, la tradición, la propiedad, un Estado fortalecido capaz de consagrar el imperio de la ley.
La derecha está por el orden, por un Estado de Derecho como el consagrado en 1886; apoya la seguridad democrática y va más lejos; propone un componente social para restañar las heridas de la descomposición social. La derecha busca elevar al pueblo por la educación, disciplina y al consagrar reformas que permitan a los más capaces disputar los primeros puestos. En lo económico es ecléctica, aplica las leyes de la economía según la conveniencia nacional y el bien común. La derecha colombiana es nacionalista, propugna la unidad hispanoamericana y está lista para enfrentar el socialismo del siglo XXI.



LA IZQUIERDA
Solidaridad, soberanía, igualdad
POR JORGE ENRIQUE ROBLEDO, senador.
Por lo breve del espacio, sintetizaré lo que deben ser las posiciones fundamentales de la izquierda en la Colombia de hoy. Lo primero es decidirse a ver el país como lo ve la enorme mayoría que carece hasta de lo más elemental. Cuán vacua resulta la palabrería destinada a convertir en oropel la escoria de un régimen económico, social y político inicuo del que nadie puede enorgullecerse ante el mundo. También hay que asumir la actitud de desafiar los poderes que habrá que vencer para modificar tal orden de cosas, apuntándole a cambiar las causas de la tragedia y no a quedarse en el retoque de sus efectos.
Por la riqueza de su territorio y las calidades de sus gentes, Colombia podría ser de los países más granados del mundo. Si pasa lo contrario, es porque desde hace décadas, pero en especial desde 1990, se impuso una política económica calculada para mantener el país en el atraso, política que se explica porque viene de la Casa Blanca y les sirve a los imperialistas que mandan allí y porque tiene como 'socio' al puñado de colombianos que se lucra con ella y le impone el rumbo a la nación. ¿O es mentira que llevamos medio siglo sometidos a quienes controlan al FMI? ¿O por qué insisten en el TLC luego de 17 años de desastres del "libre comercio"? ¿O no consiste la globalización neoliberal en que las potencias globalizadoras esquilman a los países globalizados? Lo que se rechaza, entonces, no son las relaciones del país con el resto del mundo. De ninguna manera.
El repudio va para los tratos de mula y jinete, que fue lo que derrotaron quienes liberaron a América de los imperios coloniales.
Para hacer de Colombia un país digno y respetable, con la soberanía se defenderá el trabajo nacional, la producción industrial y agropecuaria y la democracia. El Estado auspiciará, no los favoritismos y las corruptelas de la minoría que lo asalta, sino que la salud y la educación se le brinden, con excelente calidad, a cada colombiano.
Luchamos por la democracia, pero por la auténtica. Y ello incluye, por supuesto, el rechazo a la lucha armada y el secuestro, pero también a lo que con cinismo llaman "democracia profunda", cuando ya se acercan a cincuenta los parlamentarios uribistas encartados por paramilitarismo y son casi un millón los votos que estos le pusieron a la reelección de Uribe. ¿Democracia cuando, ante los horrores contra el sindicalismo, hasta el Partido Demócrata se avergüenza de que lo relacionen con el Gobierno colombiano?
Este es un proyecto de unidad y salvación nacional en el que caben los colombianos más pobres, las capas medias y los empresarios cuyo negocio no consista en impedir el progreso del país. Y como es obvio, no por contradicciones personales sino programáticas que afectan a las gentes, tiene que ser antiuribista.