Rosol, el verdugo de Nadal, fue eliminado en Wimbledon

Rosol, el verdugo de Nadal, fue eliminado en Wimbledon

por Heráclito

Lukas Rosol, número 100 de la ATP, el tenista que soprendió al mundo eliminando a Radael Nadal en la segundo ronda del Abierto de Wimbledon, fue eliminado sin pena ni gloria por el alemán Philipp Kohlscreibe en tres sets con parciales de 6-2, 6-3, 7-6 (8/6).

Pero ¿quién es Lukas Rosol? Nadie si nos atenemos a los registros de los torneos de la ATP y al desconocimiento del público. Sin embargo, por esas cuestiones del deporte que sólo se explican como las grandes excepciones que le agregan picante, alguien que no tiene nada que perder se juega el partido de su vida y consigue derrotar al ídolo.

Nadie se explica qué pasó, pero Rosol se jugó un partido casi perfecto, donde todo le salió bien, donde los tiros ganadores se sucedían uno tras otros, donde los 27 aces los marcó con tal suficiencia que Nadal, como el público, se mostraban incapaces de comprender por qué un jugador menor era capaz de desarrollar tal calidad, sin que hubiera manera alguna de neutralizarlo.

Tan sorpresivo fue que Rosol, al final de juego, cuando una multitud de periodistas quería saber el secreto, la llave casi mágica que había podido derrumbar a Nadal en Wimbledon, la catedral del Tenis, tampoco se lo podía creer. Como si despertara de un sueño, el tenista checo, al borde de las lágrimas apenas dijo como justificación de su hazaña: "Lo siento mucho. No fue mi intención hacerlo".

Los periodistas presentes admiraron su sinceridad, como la de un niño, pese a sus casi 27 años y 7 en el Circuito sin haber ganado nada. Tan confundido estaba que apenas agregó respecto a Nadal: . "Él es mi ídolo. Cuando supe que tenía que jugar con él me sentí muy orgulloso. Con mi familia y mi entrenador hablamos del sueño cumplido: jugar con el tenista que más admiro".

Y le ganó en una lucha épica de más de tres horas y cinco sets donde se jugó al centímetro, bola por bola, game tras game, sin descanso, con golpes de todos los estilos, donde la muñeca, el juego de piernas, el brazo, pero sobre todo la determinación, se pusieron a su favor. No hubo tácticas pensadas, ni una estrategia definida. El instinto lo marcó todo. Por ello no supo dar explicación alguna. Tan sólo un "No sé como lo hice",

La pregunta que quedó flotando en el ambiente fue si este festival de buenas jugadas se repetiría en la siguiente ronda, si ese tenis insolente lo llevaría a cuartos de final a medirse a otros grandes y faltarles al respeto como lo hizo contra el ganador de 11 Grand Slams, pero como los fuegos artificales, apenas duró un instante. El fantástico Rosol se apagó ante Kohlschreiber, número 30 del mundo, también vencedor de Nadal en Halle hace apenas dos semanas.

Quizás el protagonismo le jugó una mala pasada, quizás no estaba preparado para volver a ganar y el nerviosimo de saberse blanco de todas las miradas conspiró para que cometiera un festival de errores no forzados, el triple de su rival, y no tuviera ningún punto para quebrarle el saque. Apenas en el tercer y definitivo set pareció despertar, pero ya era tarde.

Kohlschreiber mostró que en su victoria no jugó el azar o la magia, sino un plan definido. "Cuando golpeaba duro, intentaba cortar la bola y mantenerla corta. A él no le gusta mucho correr hacia delante en la pista”. Rosol, por su parte, señaló: “Él no dejó mucho a la casualidad, fue demasiado bueno para mí”.

Definitivamente, tuvo una noche mágica, tan maravillosa, que le dio pena haberla vivido. Quizás no habrá otra, y por ello, dentro de muchos años, cuando les cuente su hazaña a sus descendientes, seguirá disculpándose por haber osado mirar a las estrellas : “Lo siento, lo siento. No quise hacerlo".