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Ella abrió el camino de las mujeres en la aviación colombiana

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  • 2 Post By Heráclito

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Antiguo , 09:12:49   #1
Predeterminado Ella abrió el camino de las mujeres en la aviación colombiana Calificación: de 5,00

Los mejores licores
Una mujer extraordinaria, como tantas anónimas que hacen de este mundo un mejor lugar para vivir.

Cita:
Ella abrió el camino de las mujeres en la aviación nacional

Angélika Helberger se arriesgó a pilotear un avión en los años 70. Era "salvaje y obstinada".

Por: ÁNGELA BOTERO ZULUAGA | 5:47 a.m. | 28 de marzo de 2015


Foto: Archivo particular
Angélika en Bogotá, por la época en que planeó viajar por toda Suramérica con sus hijos, en busca de iniciativas ecológicas.

Unos meses antes de que una enfermedad invadiera su cuerpo y se la llevara, el segundo sábado de enero pasado, Angélika Helberger Frobenius se sentó en un café del barrio La Castellana, en el norte de Bogotá, y entre soplo y sorbo de té relató su vida y cuánto luchó para convertirse en la primera mujer piloto comercial de las Américas.

Su vida luego de dejar a un lado los aviones quedó “a medio andar”, según sus palabras. Atrás quedó el traje elegante, el lenguaje formal de cabina de avión y sus peleas con pilotos, para dar paso a los grandes sacos de lana y las botas texanas de su vida en el campo.

“Nací y crecí en Fráncfort am Main (Alemania) –capital económica de Europa– jugando con pedazos de bomba que caían de los aviones bombarderos de la Segunda Guerra Mundial, mientras tenía como paisaje edificios incendiados. Nunca me gustó esa Alemania que conocí en mi infancia, así que solo estuve hasta los 19 años y luego me fui a estudiar sociología en París. Me cansé de eso y decidí irme a Inglaterra, donde me casé y tuve a mi primera hija, Corinna”.

Fue un matrimonio de solo seis meses con un estudiante de medicina de la India. “Un hombre esquemático”, recordó.

Sin otra opción en mente, obedeció a sus impulsos. Tomó a su pequeña en brazos y en 1959 emprendió un viaje a Colombia, a buscar a su mamá Ruth Frobenius. Ruth tenía marcado el carácter alemán hasta la médula y estaba casada con un científico austriaco con el que vivía en una finca de San Martín (Meta).

La recibió con la fusta en mano y le enseñó a curar terneros, criar vacas, chivos y a aprender a mezclar su gutural acento alemán con el sonoro español de los Llanos.

“Salvaje y obstinada”, dos palabras que su madre le repetía constantemente, quedaron escritas en la mente de Angélika como una sentencia.

Un día agarró sus maletas con lo aprendido en el campo y se fue a Roldanillo (Valle) a montar su propio gallinero.

“Era un lugar bello, pero la violencia bipartidista del momento me sacó corriendo a la capital. Para consumir el agua del río debía ponerla a hervir antes con limones, porque muchos decían que estaba contaminada con los cadáveres que allí dejaban”.

Una lucha por volar


Foto de Angelika volando un jet Boeing 727, a finales de los años 70. Archivo particular

Angélika llegó a una Bogotá convulsionada por los cambios políticos y sociales de finales de los 50 con un propósito increíble para el momento: ser piloto.

Cuidadosamente arreglada y con sus ojos verdes enmarcados por una sonrisa impactante, empezó a trabajar como vendedora en una agencia de viajes; labor que alternaba con el modelaje y la actuación.

El capitán Jaime Alberto Hernández, actual presidente de la Asociación Colombiana de Aviadores Civiles (Acdac) y amigo de Helberger, cuenta que en esa época “el país tenía buenos equipos y los pilotos en cabina eran formados con una estricta disciplina militar, así que la capitán Angélika –así la conocen en la Acdac– tuvo que lidiar esto con carácter, porque no era nada fácil para ella como mujer el trato con los otros oficiales, y más con su idea de ser piloto”.

Por esos días, las aerolíneas Taxader, Taca, Lansa, Aerotaxi, Avianca, Air France, entre otras, eran las que surcaban los cielos colombianos.

Pilotear un avión implicaba tener muchas horas de vuelo, algo que Angélika logró paso a paso.

“Empecé a planear en aviones pequeños en la pista de Guaymaral todos los martes y fines de semana”. Para hacerlo se escapaba de su trabajo de vendedora en la agencia de viajes.

El día que la aguerrida Helberger iba a tomar por primera vez la palanca de vuelo, se fue con su hija Corinna, quien con solo seis años, presenció un episodio que la dejó confusa. “Le cortaron el pelo y la bañaron en aceite quemado, luego le echaron pintura, enseguida mi mamá salió corriendo”, cuenta.

Corinna, una mujer de 56 años que recuerda el tono de voz de Angélika y su forma de reír, reconoció que solo después de que su mamá se bajó de las alturas y sintió contacto con la tierra empezó una relación entre madre e hija.

“Mi mamá con el ánimo y la ilusión de ser piloto y demostrarle al mundo que podía serlo, era poco lo que nos veíamos; fue una relación compleja”, cuenta Corinna.

Angélika, con las pocas horas que iba sumando cada martes, cuando se escapaba de la agencia de viajes, algunos hombres ya la miraban de soslayo incrédulos porque las mujeres solo podían ser azafatas.

Pero lo de Angélika era el timón. No le importó casar peleas con capitanes; incluso dejó a un lado su labor de madre, dejando a Corinna con una familia alemana que estaba en Bogotá y luego en el Internado Santa Clara.

Era 1964 y Helberger pedía préstamos para tramitar la licencia de piloto privado. Incluso se convirtió en azafata de Avianca para sumar tiempo hasta juntar 124 horas. Con este registro fue a donde don Luis Pérez Castillo, dueño en esa época de Taxi Aéreo de Caldas, quien creyó que la joven alemana quería ser aeromoza, pero “le pedí que se arriesgara a hacerme una prueba piloteando uno de sus aviones –contó Helberger– y quedó sorprendido de mis habilidades”.

La dama del aire

Con el timón en sus manos y rodeada de botones de control que activaba a la perfección, recitaba en detalle las rutas aéreas.

“Dejaba sin palabras hasta al capitán de más alto rango y veía cómo la confianza en mí iba creciendo”, rememoró.

Cierta vez, en La Nubia (Manizales) se llevó uno de los sustos de su vida: “Esa pista era muy peligrosa porque tiene un abismo adelante y otro atrás, y siempre pensaba qué pasaría si se iban los frenos. Un día llegué con seis pasajeros, aterrizamos y ese avión no paró. Me fui directo a mi barranquito y el avión dio una vuelta y siguió rodando. Los pasajeros salieron ilesos. Yo estaba feliz, mientras que mi copiloto temía que el incidente fuera reportado y dañara su hoja de vida”.

Después del incidente no la querían dejar subir a conducir un avión, no solo por lo ocurrido sino porque las esposas de los pilotos tenían suficiente con las provocaciones de las azafatas que los rondaban.

Angélika contó que se echó a reír y sin dársele más se fue a SAM y con el apoyo de Juan Pablo Ortega, antiguo presidente de Avianca, inició el curso de copiloto de DC 4, uno de los primeros aviones comerciales que llegaron al país.

“Luego de que le hice entender a medio mundo de la aviación en Colombia que estaba capacitada, trabajé en SAM volando el DC 3 y el DC 4, que eran manuales. En los 70, estuve también en el Boeing 727 que contaba con piloto automático –dijo Angélika, a la vez que recordaba que por esos días ya tenía a su segunda hija, Kira– y siempre fui a destinos nacionales e internacionales como Miami, México o San Juan de Puerto Rico”.

En 1980 se encontraba ‘a un ala’ de estar al mando de un avión comercial de más de 120 pasajeros, pero quedó embarazada de su hijo Marvan Helberger y las condiciones aeronáuticas del momento no permitieron que siguiera su ascenso. En febrero de ese año El TIEMPO tituló: ‘Mujer piloto pierde empleo ¡por convertirse en madre!’. Se le cerraron para siempre las cabinas de un avión.

Angélika vendió todo lo que tenía, no quiso volver a saber de aviones.

Tranquila pero con una voz temblorosa, mostró indignación porque “no me dejaron llegar a ser comandante, llegué a copiloto; finalmente los hombres lograron rezagarme y ganar una de sus batallas”.

Del cielo a la tierra

El nuevo espacio de Helberger volvió a ser la Tierra. Se alejó de la ciudad y montó una granja en Cota, que sirvió para el aprendizaje de vecinos y colegios sobre agricultura y sostenibilidad ambiental.

De esta manera, su hijo vivió su niñez en el campo, donde ella se reivindicó como madre y se convirtió en su profesora.


Con su hijo menor, Marvan, en 1990, en Sasaima (Cundinamarca). Archivo particular

Su relato se detuvo un momento. Tosía incansablemente. Nunca hablaba de la enfermedad que la invadía. Se levantó y cruzó la calle convulsionada del barrio La Castellana. Entró al pequeño cuarto donde vivía. Al volver se disculpó:

“Debía pagar el arriendo”. Y dejó a un lado su vida de los años 80, para para hablar de los 90.

Helberger narró cómo, en esa época, firmó un convenio con Colciencias, llamado Identidad Futura, en el que se comprometió a recorrer Suramérica –no en avión, claro está– en busca de iniciativas ambientales para la educación.

Este proyecto contó con el apoyo del rey Juan Carlos de España y de una reconocida marca de camionetas que le dio el vehículo en el que viajó con su pequeño hijo Marvan y Kira.

Con algunos enseres amarrados al techo de la camioneta, alimentos para el camino y el impulso que la caracterizó, Angélika viajó de Colombia hasta a Argentina.

“Fue toda una aventura –recordó Angélika con una carpeta llena de imágenes de sus épocas de piloto–, porque llegábamos a los colegios golpeando las puertas y decíamos que íbamos a enseñar sobre el medioambiente.

Muy amablemente los maestros los dejaban entrar y con los niños terminnaban haciendo pequeñas granjas.

Kira actualmente vive en Argentina y al traer a la mente ese viaje dice:

“Fue un recorrido en el que pasamos por toda la vía Panamericana hasta Santiago de Chile y luego a Argentina. Una experiencia maravillosa y algo que marcó mi vida”.

Marvan por su lado recordó el momento en el que en una mesa de junco amarrada a la camioneta, él se sentaba sin falta todos los días y su mamá le enseñaba a escribir y leer, mientras veía el paisaje verde por las ventanas y rodaban por algún país de Suramérica.

Fueron pocas las experiencias ecológicas que encontró la familia en las que Marvan era el fotógrafo, Angélika la investigadora y Kira la niña que aventuró con ellos.

Pero con su idea de transformar el mundo desde lo natural y las experiencias de ese viaje escribió cartillas y dictó conferencias al volver de su aventura.

Angélika estuvo 22 años con mochila al hombro y echando dedo en las carreteras. Fue de pueblo en pueblo con sus cartillas enseñando en colegios sobre conciencia ambiental.

“En una de esas salidas volví a Argentina y logré vender unos 25.000 libritos de esos; fueron muy receptivos con lo que les decía”.

Luchó por la búsqueda de patrocinios para su campaña ecológica con grandes empresas, sin embargo tuvo poco éxito.

También tocó puertas de asociaciones de aviación y las aerolíneas en que trabajó intentando conseguir apoyo para alguna pensión, demostrando con sus fotos y reconocimientos los años trabajados como copiloto, pero no le quedó alguna recompensa.

Así que los últimos tres años decidió hacer un alto y sentarse a escribir su historia.

Angélika evitó recibir tratamiento de su enfermedad, solo se levantaba para ver el amanecer con una cobija que la cubría, mientras hacía anotaciones.

“(…) Por la ley de las fuerzas, por el equilibrio de las fuerzas, todo ese trabajo se convertirá en luz; la luz anuncia la paz; la paz engendra la libertad y la libertad llama y poner el amor en su asiento (…)”.

A los 74 años, dejó pendiente un viaje a Alemania y no pudo ver editado su libro. Murió acompañada por sus tres hijos, con la certeza de que fue ella quien logró despejar los cielos a más de 100 mujeres que hoy son pilotos en Colombia.


ÁNGELA BOTERO ZULUAGA
Fuente: El Tiempo

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Última edición por Heráclito; 28-03-2015 a las 09:23:52
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Predeterminado Respuesta: Ella abrió el camino de las mujeres en la aviación colombiana

Wow viejo Heráclito tremenda historia esta que has posteado. Un excelentisimo aporte . Una gran guerrera y mujer la Capitan Angélika.

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Aún hay vagos destellos de civilidad en este matadero salvaje que alguna vez fue la humanidad".
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angélika helberger, aviadora comercial, mujeres extraordinarias, pionera de la aviación

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