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Heráclito 23-11-2013 16:18:53

Wanda Jackson, la roquera
 
Una de las grandes olvidadas de la historia del rock and roll .

Cita:

Wanda Jackson, la roquera

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Se dice que todas las cantantes de rock han sido influenciadas por Wanda Jackson, que ella fue la primera rockstar mujer y que pudo haber llevado la corona de Elvis.

Por: Lina Vargas. Bogotá.

Es así de fácil: todos saben quién es el rey del rock and roll y nadie sabe quién es la reina. La reina es Wanda Jackson, tiene setenta y seis años y podría haber sido tan grande como Elvis si hubiera tenido un poco más de suerte.

El mundo no estaba preparado para alguien como ella, es lo que dicen quienes la conocieron cuando comenzó su carrera en la década del cincuenta. Entonces era una jovencita de diecisiete años que había nacido en Maud –un pueblo de Oklahoma cuyas fotos en internet se limitan a carreteras y viejas estaciones Texaco– y había sido descubierta por el músico de country Hank Thompson cuando aún estudiaba en el colegio. Wanda cantaba lo mismo que los demás en aquellos días: country. Era la música conocida como hillbilly que interpretaban los inmigrantes irlandeses en Estados Unidos y que, por supuesto, no estaba respaldada por ninguna industria discográfica. Luego, en un momento glorioso para el siglo XX, el country se unió a la tradición musical negra –el góspel, el blues y el R&B– y la mezcla de todo ello dio como resultado el rock and roll. Su primera manifestación fue el rockabilly, un ritmo tremendamente rápido y fuerte que llevó a la fama a tipos como Elvis Presley, Jerry Lee Lewis y Johnny ****.



Habría que imaginarla: Wanda Jackson, una muchacha parecida a Sophia Loren –de hecho, ella y Marilyn Monroe fueron sus íconos de belleza– parada frente a un auditorio lleno de hombres, con un vestido ajustado de flecos blancos que le había confeccionado su mamá, pues Wanda se negaba a usar el clásico atuendo vaquero, y su papi, como ella lo llama, intentando que la señora Jackson pusiera un poco más de tela en el escote de su hija. Al final, Wanda salía al escenario con su guitarra, saludaba al público y coqueteaba un poco –sin jamás dejar de ser una señorita, según lo ha explicado en varias ocasiones– y cada uno de los asistentes quedaba fascinado con su estilo y su voz.

“Es una voz ronca, como si tuviera cuchillos en la garganta –dice el músico y fanático del rockabilly Martín Morales– y es la misma de muchos cantantes de rock de hoy”. Resuena y es completamente invasiva, es decir, no es la clase de voz que se pueda oír mientras se hace algo más. Es una voz hecha para grandes cosas y por su dureza fue definida por un periodista estadounidense de la época con la palabra nasty que en español quiere decir desagradable. Resulta que a mediados de los años cincuenta Wanda Jackson empezó a salir con un todavía no tan famoso Elvis Presley, quien le aseguró que esa voz era perfecta para el rockabilly. Ella le dijo: “Pero solo soy una cantante de country” y él respondió: “Yo también”.

Nadie sabía qué era el rockabilly. “Era algo completamente nuevo”, dijo Jackson a la revista Vanity Fair. “Era una música bastante andrógina –recuerda la antropóloga Mary Bufwack en el documental The Women of Rockabilly– porque debido a su ritmo acelerado las mujeres podían moverse un poco más y los hombres podían llevar el pelo más largo y mostrar sus emociones”. “Era divertido”, añade el pianista Big Al Downing. “¡Es un factor que contribuye a la delincuencia juvenil!”, gritaba un reverendo en una pequeña iglesia del sur de Estados Unidos. Era, según varios conocedores de la historia del rock and roll, un grupo de niños blancos tratando de imitar la música de la gente negra. Durante los años cincuenta, la segregación racial en Estados Unidos era una constante, y aun así, como dice Bufwack, “antes que un cambio político hubo un cambio cultural”. Wanda no fue una feminista pero decidió salir al escenario y cantar “vayamos de fiesta” en una época en la que las mujeres solo iban al mercado. Y decidió tener un pianista negro en su banda a pesar de que varios clubes prohibían la entrada a músicos negros.

Antes de 1956 el rockabilly tampoco fue comercial. Pero en ese año Presley grabó la canción “Heartbreak Hotel” y se convirtió en una estrella de rock con una renta anual de veintidós millones de dólares. Entonces las disqueras se dieron cuenta de que allí había un negocio por explotar. Crearon copias de Elvis y un mercado con poder adquisitivo de adolescentes enamoradas.

Una raya invisible fue dibujada y solo algunos lograron atravesarla.

Jackson estuvo en el Top Ten de 1958 con Let’s Have a Party, considerada la primera canción de rock and roll grabada por una mujer, y ese mismo año su sugestiva Fujiyama Mama fue número uno en Japón. Firmó un contrato con Capitol Records y tuvo varios éxitos en Estados Unidos y Europa. Pero no pasó de ahí. Desde 1971, ella y su esposo Wendell Goodman se dedicaron a la música cristiana: “Por diez años grabé góspel y creo que mis fans pensaron que había muerto”, dijo Jackson. Y mientras el rey del rock and roll se volvió un icono –setenta millones de estadounidenses se consideran fanáticos de él–, Wanda Jackson solo fue recordada por un puñado de coleccionistas de rock and roll.

Por fortuna, dos de ellos fueron los músicos Elvis Costello y Jack White. Ambos rescataron su música del olvido y en el 2009 White la invitó a su estudio en Nashville para grabar el disco The Party Ain’t Over. Ese mismo año Wanda Jackson entró al Salón de la Fama del Rock and Roll. Treinta y un álbumes, setenta y dos sencillos y cincuenta y cuatro años de carrera artística no habían sido suficientes cuando en el 2005 rechazaron su nominación para ser parte del Salón. En su discurso de aceptación, Jackson dijo: “Este premio es especial para mí porque en los años cincuenta, cuando tuve la valentía de salir al escenario y ser la única mujer grabando ese tipo de cosas, cantando letras salvajes, con el pelo al viento y las cuerdas de la guitarra rompiéndose, no recibí ningún reconocimiento. Y eso estuvo bien. Pero ahora me siento mejor”.

Es injusto que la cantante de country pop Taylor Swift tenga treinta y cinco millones de seguidores en Twitter y Wanda Jackson tres mil. Es injusto que la canción Jailhouse Rock de Elvis Presley haya sido vista diez millones de veces en YouTube y The Funnel of Love, de Jackson, cien mil. Es injusto que nadie sepa que Amy Winehouse o PJ Harvey existen gracias a Wanda Jackson. Y es curioso, sin embargo, que a ella nada de lo anterior le quite el sueño. Vive en Oklahoma City con su esposo. Su voz, desagradable, permanece intacta. Tenía razón Jack White cuando dijo que Wanda Jackson era cool antes de que existiera una palabra para eso. No tuvo la suerte de Elvis. Y nada más.



Fuente: Arcadia


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