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Con el revólver colgando en la mano derecha subió hasta “El morro”, el sudor bajaba por su rostro a cantaros, “tres de cinco, a tres bandas” pensó. Los asió desprevenidos en la tienda del viejo Don Carlos y así como quien no quiere la vaina asesinó a tres. Vio como se les desvanecieron las vidas al fercho, el chompiras y la pochocha, corrieron por última vez, respiraron por última vez en el instante que las balas los alcanzaron. Mientras sonreía de manera satisfactoria se acercó a la casa del chucho quien lo esperaba ansioso. Se guardó el revólver en la pretina del jean y saludó con un gesto a chucho quien le abría la puerta en ese momento. Uno, dos, tres disparos retumbaron por la espalda de Jorgito, él movido por el instinto de supervivencia se lanzó al suelo mientras veía a chucho desplomarse en el piso de su casa, con ojos de olvido, de dejar este mundo sin querer y como tratando de agarrarse de algo para volver a el. De nuevo sacó su revólver y estilo de película Hollywoodense se volteó y disparó indiscriminadamente a quienes un momento atrás habían disparado; como un resorte se abalanzó a esconderse en un jardín. Uno de los hombres trató de rodearlo, mientras que él otro se le fue de frente, estaba rodeado, no podía perder su triunfo sobre el otro combo, volvió a cargar el revólver –rápidamente- y nuevamente abrió fuego contra sus agresores quienes debieron esconderse también; Jorgito corrió hacia el norte con todas sus ganas, tenía que vivir sobre esté impase, por su hijo recién nacido, por su esposa, a quienes les había prometido que se saldría de la banda y llevarían una vida diferente después que acabase con los asesinos de su padre, “hoy he dado un gran paso, no puedo dejar las cosas a medias”, pensó mientras corría como alma que lleva el diablo. Logró llegar a la esquina y mientras doblaba la esquina sintió el zumbar dos balas por su flanco izquierdo, sin mirar puso su brazo derecho hacia atrás y disparó, un niño de cuatro años fue su víctima; los dos hombres aún tras él frenaron en el acto, la policía apareció de la nada y encañonaron a Jorgito quien sin pensarlo dos veces disparó a la ley, ellos, agredidos abrieron fuego repetidas veces y él cayó hacia atrás. Los dos hombres desaparecieron por los callejones del barrio, Jorgito boca arriba observaba el cielo y sintió como se le iba la vida por la sangre que salía de su cuerpo mientras se repitió mentalmente “quien a hierro mata, a hierro muere”.
Samuel Salazar Blandón.
__________________ Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni a la psicología ni la retorica. Jorge Luis Borges.
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Tres bandas.
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Re: Tres bandas.
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