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Discusiones Generales » Unos instantes con Raúl Gómez JattinParticipa en el tema Unos instantes con Raúl Gómez Jattin en el foro Discusiones Generales. |
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Unos instantes con Raúl Gómez Jattin
Calificación: de
5,00 A propósito del sexagésimo sexto aniversario del nacimiento del poeta. Unos instantes con Raúl Gómez Jattin Por Concepción Martes Charris Vi por primera vez al poeta Raúl Gómez Jattin una noche lejana de los años ochenta cuando aguardaba de pie, arrimado al tronco de un árbol de mango, la hora señalada para iniciar otro de sus muy afamados recitales poéticos en el entonces ya desvencijado auditorio de la antigua Universidad del Atlántico; mientras que un grupo de seguidores de su poesía, y entre ellos algunos escritores, intentaban arrancarle unas palabras que dieran inicio a un posible diálogo. La primera impresión que tuve fue la de estar frente a una persona hermética y nada amable a la que le fastidiaban sus vecinos. Su apariencia era la de un hombre cualquiera, descuidadamente vestido con un “jean” azul, camisa crema desencajada y unas sandalias de cuero por donde asomaban unos dedos largos de uñas retorcidas hacia abajo e igualmente largas y descuidadas como su atuendo. Su entrada al escenario fue apoteósica, jamás había visto un recital tan concurrido en donde el público lo esperó de pie con atronadores aplausos, cosa que considero, muy poco le interesaba al poeta, tomó asiento frente al escenario, abrió uno de sus libros y comenzó: VENENO DE SERPIENTE CASCABEL “Gallo de ónix y oros y marfiles rutilantes quédate en tu ramaje con tus putas mujeres Hazte el perdido El robado Hazte el loco Anoche le oí a mi padre llegó tu hora Mañana afílame la tijera para motilar al talisayo Me ofrecieron una pelea para él en Valledupar Levántate temprano y atrápalo a la hora del alimento Dijo mi padre Talisayo campeón en tres encuentros difíciles He rogado y llorado que te dejen para siempre como padre gallo Pero a mi viejo ya le dieron el dinero y me compró un juego de dominó para engañarme El intérprete de trova Emiro Escorcia, sentado muy cerca del poeta se emocionó con los versos y rasgó su guitarra para acompañarlo. Raúl, sin ocultar su disgus-to paró en seco el recital y lo increpó: “Tocas guitarra tú o leo mis poemas yo.” Desde luego, Emiro, regañado calló su guitarra y el vate continuó: Pero ya estás cantándole a la oscuridad para que se vaya Te contestaron tus vecinos Y mi padre está sonando sus chancletas en el baño Es imposible evitar que te manden otra vez a la guerra Porque si mañana te espanto padre de todas maneras hará prenderte por José Manuel el indio Así que prepárate a jugarle sucio a tu contendor pues le robé al indio un veneno de serpiente cascabel Para untarlo en las espuelas de carey En medio del tumulto y la música de acordeones me haré el pendejo ante los jueces que siempre me han creído un niño inocente y te untaré el maranguango letal Es infalible como el mismo diablo Voy a apostar toda la alcancía a nuestra victoria Con lo ganado construiré un disfraz de carnaval y lo adornaré con tus mejores plumas “ Aplausos. Desfilaron por la sala poemas como Tania Mendoza Robledo, El Dios que adora, A una vecina de buena familia, Abuela oriental, Que ellas perdonen a Rafael Salcedo y otras joyas tiernas y sentidas, como Te quiero burrita, que el poeta leyó con desparpajo y sin ningún asomo de prejuicios. El público aplaudía y deliraba. Era Raúl Gómez Jattin, el poeta de los poetas colombianos. Al concluir su actuación, dobló su libro y como pudo lo guardó en el bolsillo trasero de su jean. Salió de allí casi sin mirar, mientras detrás un aguacero de aplausos lo asediaba. Supe después que se había ido a tomar tragos por los lados de Murillo. Un par de años después encontré a Raúl en Cartagena, en el parque Fernández Madrid, se me antojó que él mismo era El Dios que adora, que lo iluminaba todo a su alrededor; que su estatura de hombre descomunal señalaba el tamaño de su poesía. Estaba sentado sobre una banca de cemento, me le presenté y me dijo: Aaah!, parece que he visto algo tuyo. Entonces me preguntó por los de Barranquilla y me invitó a sentarme. Yo no podía contener mi emoción y comencé a hablarle de su poesía y a recordarle algunos versos que yo recito de memoria: “Vienes en el viento Rosa Alba de mi niñez desde muy lejos de la Liguria a Cereté confundida con la rosa de los vientos Ayer no más soñaba contigo y hoy te apareces tan real como las mariposas en el patio Rosa Alba tan presente… El poeta entre sorprendido y complacido me escuchaba, a veces me miraba y sonreía. Era un hombre totalmente distinto al que vi por primera vez una noche lejana en Barranquilla; a partir de allí nos hicimos amigos. Lo volví a encontrar tres o más veces en sano juicio por los alrededores del parque y al saludarlo siempre me reconocía. Cuando vengas a Cartagena- me decía- y no me encuentres por aquí, ve a Bellas Artes y preguntas por mí, allá podremos conversar. Es que Gómez Jattin repartía el corazón entre sus amigos, su”corazón de mango del Sinú”, pertenecía a todos y era del mundo. Esto nunca se lo cumplí al poeta, al poeta de los poetas colombianos, al ángel de la poesía que emanaba versos sagrados y profanos por donde quiera que pasara, porque era su designio ser poema y poesía a la vez, aún más allá de su vida y lo que viene. La última vez que lo vi fue cerca a La India Catalina, por el edificio Mogollón, caminaba descalzo, con las manos empuñadas, la camisa mugrienta y desabotonada, una barba de muchos días, la mirada perdida por encima de los árboles… sin mirar a nadie. Todos se apartaban a su paso; nos lo había ganado la locura, quizás la esencia misma de toda poesía. “La locura, cierta locura, anda muchas veces del brazo con la poesía”. Dijo en sus memorias Pablo Neruda; he aquí la muestra. Una aciaga mañana del 23 de mayo de 1997, nuestro poeta, dicen que se suicidó, o fue arrollado por un vehículo cuyo conductor posiblemente ebrio no lo pudo esquivar, justamente cuando le faltaban sólo ocho días para su cumpleaños número 52. Raúl había llegado y partido de la vida, curiosamente un mes de mayo, como lo es ahora. Pero este dios de la poesía no morirá jamás porque en el templo que erigió para sus devotos seguirán brotando los versos del hijo de Lola Jattin que con tanta ternura un día le cantó al amor y al universo: Gracias Señor por hacerme débil loco infantil Gracias por estas cárceles que me liberan Por el dolor que conmigo empezó y no cesa Gracias por toda mi fragilidad tan flexible Como tu arco Señor Amor Última edición por Athos a secas; 31-05-2011 a las 02:17:39 | ||
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SponSor | Re: Unos instantes con Raúl Gómez Jattin |
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poesia, raul gomez jattin |
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