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Unforgiven 24-09-2010 23:33:57

Cuentos cortos...
 
Los niños


En una tarde nublada y fría, dos niños patinaban sin preocupación sobre una laguna congelada. De repente el hielo se rompió, y uno de ellos cayó al agua. El otro agarro una piedra y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas, hasta que logró quebrarlo y así salvar a su amigo.
Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaron: “¿Cómo lo hizo? El hielo está muy grueso, es imposible que haya podido quebrarlo con esa piedra y sus manos tan pequeñas...”
En ese instante apareció un abuelo y, conuna sonrisa, dijo:
—Yo sé cómo lo hizo.
— ¿Cómo? —le preguntaron.
—No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo.


"Si lo puedes imaginar, lo puedes lograr".
Einstein



Las tres rejas


El joven discípulo de un filósofo sabio llegó a casa de este y le dijo:
—Maestro, un amigo suyo estuvo hablando mal de usted.
—¡Espera! —lo interrumpió el filósofo—.
¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
—¿Las tres rejas? —Sí. La primera es la reja de la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
—No; lo oí comentar a unos vecinos.
—Entonces al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Esto que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
—No, en realidad no. Al contrario...
— ¡Vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
—A decir verdad, no.
—Entonces —dijo el sabio sonriendo—, si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido.


Aprovechar una situación desfavorable


Cuenta esta historia que un joven de la ciudad se fué al campo y le compró un burro a un viejo campesino, por $ 100.

El campesino acordó entregarle el animal al día siguiente, pero al día siguiente el campesino le dijo:
- Lo siento hijo, pero tengo malas noticias... el burro murió.
- Bueno, entonces devuélvame mi dinero...
- No puedo, ya lo he gastado…
- Bien... da igual, entrégueme el burro...
- Y ¿para qué?... ¿Qué va a hacer con él?
- Lo voy a rifar.
- ¡Estás loco! ¿Cómo vas a rifar un burro muerto?
- Es que no voy a decir a nadie que está muerto, por supuesto.
Un mes después de este suceso, se volvieron a encontrar el viejo vendedor y el joven comprador.
-Que pasó con el Burro?
- Lo rifé, vendí 500 rifas a $ 2.- y gané $998.-
-¿Y nadie se quejó?
- Sólo el ganador... pero a él le devolví sus $ 2.


CONCLUSIÓN: éste es un ejemplo de cómo convertir una situación desfavorable, en un éxito.



El círculo de odio


Un importante empresario estaba enojado y regañó al director de uno de sus negocios. El director llegó a su casa y gritó a su esposa, acusándola de que estaba gastando demasiado porque había un abundante almuerzo en la mesa. La señora gritó a la empleada, que rompió un plato y le dio una patada al perro porque la hizo tropezar. El animal salió corriendo y mordió a una señora que pasaba por allí. Cuando ella fue a la farmacia para hacerse una curación, gritó al farmacéutico porque le dolió la aplicación de la vacuna. Este hombre llegó a su casa y le gritó a su madre porque la comida no era de su agrado.
La señora, manantial de amor y perdón, le acarició la cabeza mientras le decía: “Hijo querido, te prometo que mañana haré tu comida favorita. Trabajas mucho, estás cansado y hoy precisas una buena noche de sueño. Voy a cambiar las sábanas de tu cama por otras bien limpias y perfumadas para que puedas descansar en paz. Mañana te sentirás mejor”. Lo bendijo y abandonó la habitación, dejándolo solo con sus pensamientos.


En ese momento se interrumpió el círculo del odio, al chocar con la tolerancia, la dulzura, el perdón y el amor.



Fidelidad


Un matrimonio bautizó con la palabra “Increíble” a su hijo, porque tenían la certeza que haría increíbles cosas a lo largo de su vida.
Lo cierto es que, lejano a aquel mandato familiar, Increíble tuvo una vida equilibrada y tranquila. Se casó y fue fiel a su esposa durante setenta años.
Los amigos le hacían todo tipo de bromas, porque su nombre no coincidía con su estilo de vida.
Justo antes de morir, Increíble le pidió a su esposa que no pusiera su nombre en la lápida, para evitar cualquier tipo de bromas.
Cuando murió, la mujer obedeció el pedido, y puso, humildemente: “Aquí yace un hombre que le fue fiel a su mujer durante setenta años”.


Cuando la gente pasaba por ese lugar del cementerio, leían la placa y decían: “¡Increíble!”.



La ranita sorda


Un grupo de ranas viajaba por el bosque, cuando de repente dos de ellas cayeron en un pozo profundo. Las demás se reunieron alrededor del agujero y, cuando vieron lo hondo que era, le dijeron a las caídas que, para efectos prácticos, debían darse por muertas. Sin embargo, ellas seguían tratando de salir del hoyo con todas sus fuerzas. Las otras les decían que esos esfuerzos serían inútiles. Finalmente, una de las ranas atendió a lo que las demás decían, se dio por vencida y murió. La otra continuó saltando con tanto esfuerzo como le era posible. La multitud le gritaba que era inútil pero la rana seguía saltando, cada vez con más fuerza, hasta que finalmente salió del hoyo.
Las otras le preguntaron: “¿No escuchabas lo que te decíamos?” La ranita les explicó que era sorda, y creía que las demás la estaban animando desde el borde a esforzarse más y más para salir del hueco.


Tengamos cuidado con lo que decimos, pero sobre todo con lo que escuchamos.




Perseverancia


La historia dice que este hombre fracasó en los negocios y cayó en bancarrota en 1831. Fue derrotado para la Legislatura de 1832.
Su prometida murió en 1835.
Sufrió un colapso nervioso en 1836.
Fue vencido en las elecciones de 1836 y en las parlamentarias de 1843,1846, 1848 y 1855.
No tuvo éxito en su aspiración a la Vicepresidencia en 1856, y en 1858 fue derrotado en las elecciones para el Senado.
Este hombre obstinado fue Abraham Lincoln, elegido presidente de Estados Unidos en 1860.


La lección es muy sencilla: sólo se fracasa cuando se deja de intentar.



El árbol de los problemas


El carpintero que había contratado para que me ayudara a reparar una vieja granja acababa de finalizar su primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se había dañado, haciéndole perder una hora de trabajo, y su viejo camión se negaba a arrancar. Mientras lo llevaba a su casa, permaneció en silencio. Cuando llegamos, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol y tocó las puntas de las ramas con ambas manos. Cuando se abrió la puerta, ocurrió una sorprendente
transformación. Su bronceada cara estaba plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso entusiasta a su esposa.
De regreso me acompañó hasta el carro. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad
y le pregunté acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes.
“Este es mi árbol de problemas —contestó—. Sé que no puedo evitar tener problemas en el
trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis
hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa, y en la mañana los recojo otra vez. Lo divertido —dijo sonriendo— es que cuando salgo a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior”.




El juicio


Cuenta una antigua leyenda que en la Edad Media un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de asesinato. El culpable era una persona muy influyente del reino, y por eso desde el primer momento se procuró hallar un chivo expiatorio para encubrirlo. El hombre fue llevado a juicio y comprendió que tendría escasas oportunidades de escapar a la horca. El juez, aunque también estaba confabulado, se cuidó de mantener todas las apariencias de un juicio justo. Por eso le dijo al acusado: “Conociendo tu fama de hombre justo, voy a dejar tu suerte en manos de Dios: escribiré en dos papeles separados las palabras 'culpable' e 'inocente'. Tú escogerás, y será la Providencia la que decida tu destino”.
Por supuesto, el perverso funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda: “Culpable”.
La víctima, aun sin conocer los detalles, se dio cuenta de que el sistema era una trampa. Cuando el juez lo conminó a toma uno de los papeles, el hombre respiró profundamente y permaneció en silencio unos segundos con los ojos cerrados. Cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos y, con una sonrisa, tomó uno de los papeles, se lo metió a la boca y lo engulló rápidamente. Sorprendidos e indignados, los presentes le reprocharon.
—Pero, ¿qué ha hecho? ¿Ahora cómo diablos vamos a saber el veredicto?
—Es muy sencillo —replicó el hombre—. Es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos lo que decía el que me tragué.
Con refunfuños y una bronca muy mal disimulada, debieron liberar al acusado, y jamás volvieron a molestarlo.


“Nunca dejemos de luchar hasta el último momento. En momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”.
Albert Einstein.

groncho 25-09-2010 09:23:12

Respuesta: Cuentos cortos...
 
aportazso men... muchas gracias y lleve su repu

MiL0 05-10-2010 16:25:08

Respuesta: Cuentos cortos...
 
Muy muy buenos parce :)

[TheMentalist] 12-10-2010 14:16:45

Respuesta: Cuentos cortos...
 
Muy buenos! aportazo

RatonDark 15-10-2010 09:52:57

Respuesta: Cuentos cortos...
 
simplemente excelente

tomare en cuenta algunos


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