Jorge “Mágico” González, el genio que no quiso ser Maradona

Void · 04-04-2014 , 20:46:06

Siempre he tenido predilección o cierta debilidad por un futbolista que no he tenido por ningún otro. Su nombre es Jorge Alberto González Barillas, más conocido como “Mágico” González. El jugador con más clase que he visto sobre un terreno de juego con el balón en los pies. No era brasileño, ni argentino, sino de un país del que no recuerdo otro futbolista más que él, El Salvador. Eso sí, toda la clase que atesoraba en el campo de fútbol la perdía fuera de él.

Fiestero, vividor, mujeriego, fumador o dormilón, son algunos de los adjetivos que se le han puesto durante su estancia en España, motivos por los que tal vez no fue más allá de un humilde Cádiz. Durante los 8 años que jugó en el club, ambos mantuvieron una relación amor-odio, pero su clase, su velocidad, su humildad, su maestría y su magia se acabó imponiendo para convertir al jugador salvadoreño en el mayor ídolo de la hinchada gaditana.

El mismo Diego Armando Maradona dijo de él: “Es mejor que yo, es de otra galaxia”.Y es que eso mismo era “Mágico”, un jugador que nada tenía que ver con el resto. Técnica exquisita, ambidiestro, con un increíble cambio de ritmo y un portento físico, pero le faltaba la voluntad de querer ser el mejor, él sólo quería divertirse, no le gustaba tomarse el fútbol como un trabajo. Esa diversión era lo que le mantenía vivo dentro y fuera de los terrenos de juego. Con los años no ha perdido su personalidad, de hecho continúa disfrutando del fútbol jugando en su país natal en un equipo llamado “Panzas y Jorobas FC”, y también admite que le sigue gustando la noche.

Sus mil y una anécdotas

David Vidal, cuando era segundo entrenador del Cádiz, dijo que en una ocasión fue a su casa a buscarlo porque llevaba días sin ir a entrenar, le abrió la puerta su mayordomo y tras la pregunta “¿Está Jorge en casa?”, el mayordomo contestó: “Sí, pase usted que lo estoy duchando”. El mismo David Vidal, que ejercía a veces más de padre que de entrenador, se encargaba de buscarle por las noches en algunas discotecas de la ciudad, y Jorge, como un adolescente, se escondía tras la cabina del DJ, e incluso en una ocasión se quedó totalmente dormido tras una cortina.

El entrenador gallego cuenta que tras no aparecer ni un solo día de la semana a entrenar apareció el sábado, y al ver que no estaba convocado le dijo que no tenía ni idea de fútbol, y acto seguido se sacó un paquete de Winston y le dio 15 toques seguidos sin dejar que tocase el suelo. Con la intención de enderezarle le trajo a sus padres desde El Salvador, cuando llevaba ya un par de años sin verlos, pero el jugador ni se pasaba a verles aduciendo que no tenía tiempo.

Héctor “Bambino” Veira, ex entrenador del Cádiz, decía que llegaba siempre una hora tarde a los entrenamientos, y como consecuencia decidió regalarle un despertador gigante del Pato Donald que tenía un sonido insoportable. El míster argentino le advirtió: “Como no te despiertes con esto, no te despiertas con nada”. Sin embargo, el siguiente entrenamiento llegó todavía más tarde de lo normal. Entonces, “Bambino” ya desesperado con el jugador, contrató a una orquesta flamenca y fue a su casa a despertarlo. Jorge abrió la puerta suavemente y dijo: “que conste que me despierto porque me gusta la música”. El utillero le solía ir a buscarlo a su coche, un Scort descapotable que lo tenía aparcado fuera del estadio, para despertarlo. Y es que en Cádiz le consentían todo, eran la pareja perfecta. Así, terminaron por contratar a un empleado, que se encargaba de que el jugador no se quedase dormido, y que acudiese a los entrenamientos, porque era hasta capaz de quedarse dormido en el banquillo, o en el descanso de un encuentro en una camilla.

Su vida está llena de leyendas, que muchas se acrecientan o se exageran en una ciudad como Cádiz. Cuentan que gastó toda la gasolina de su coche porque no sabía salir de una rotonda. O que se escondía de Manuel Irigoyen, presidente del club, detrás de las cortinas de un bar que se encontraba debajo de su casa, con la complicidad de todos los que estaban en él. Al mismo Irigoyen después de prometerle que se portaría bien desapareció una semana.

Ese era “Mágico”, para lo bueno y para lo malo. Capaz de quedarse dormido antes de un partido y salir en el descanso para remontar el encuentro él solito. Eso sucedió en el Trofeo Carranza de 1984 que enfrentaba al Cádiz frente al FC Barcelona. “Mágico” no llegó a tiempo porque se había quedado dormido, y el conjunto andaluz caía en el descanso por 0-1. Jorge salió al comienzo de la segunda mitad y marcó dos goles y dio dos asistencias, finalizando el partido con victoria del Cádiz por 4-1. Ese día salió a hombros del estadio, pero Benito Joanet decidió no aguantarle ni una más.

Presidente y entrenador ya no soportaban más su irresponsabilidad. Sin embargo, un año en Valladolid bastó para darse cuenta tanto Cádiz como “Mágico” que la separación no era buena para ninguno de los dos. Jorge González no le gustaba el frío de Valladolid, ni el marcaje que se le había puesto a su vida privada, (no fue nunca dos días seguidos a entrenar, y le llegaron a poner un psicólogo y un acupuntor), y los aficionados del club gaditano echaban en falta la magia del Mago. Pese a que el presidente del club dijo que nunca volvería el jugador salvadoreño al club, no tuvo otro remedio que detractarse.

Al volver al Cádiz tras su paso por el Valladolid, el jugador tuvo que firmar una claúsula que cada vez que salíese de fiesta debía pagar una multa, a lo que respondió Jorge: “Entonces me va a costar a mi dinero jugar”. Pero el dinero no era precisamente algo prioritario para él, porque ni siquiera tenía prisa por cobrar su nómina. Un gitano en un bar de Cádiz le pidió en broma sus zapatos porque le gustaban, Jorge no se lo pensó dos veces, se descalzó y se los regaló. Le daban ropa de invierno, y después de unos días veían que esa misma ropa la vestía una persona necesitada. Si un niño se le acercaba a saludarle, él solía sacar 100 o 500 pesetas y se las daba, o se ponía a jugar al fútbol con ellos. En una gira que el Cádiz hizo por Bulgaria, Jorge González se salió en un torneo de 5 encuentros en el que fue nombrado mejor jugador. Decidieron hacerle una recepción con las autoridades más importantes de Bulgaria, y el Vicepresidente del Cádiz tuvo que inventarse que el jugador homenajeado estaba enfermo porque Jorge había decidido jugar al fútbol con varios niños en el jardín del hotel.

Un genio dentro del campo

Onésimo Sánchez, un ex compañero, alucinó el día que se quedó con él tras un entrenamiento. Jorge le retó diciéndole que era capaz de marcar desde el córner 10 goles seguidos por la escuadra. Y así fue, Onésimo atónito recogía uno tras otro los balones de la red. Y es que Mágico inventó cosas de las que años más tarde veríamos en Ronaldinho, como el regate llamado “la culebrita macheteada”, llamado después como la “elástica“.

“Mágico” constantemente repetía una jugada que en Cádiz se la sabían de memoria. El jugador se escoraba hacia una banda buscando hacer su clásico regate, era entonces cuando todo el Ramón de Carranza se quedaba en silencio porque sabían que de una manera u otra el Salvadoreño iba a dejar en ridículo al defensa, y cuando lo lograba todo el estadio aplaudía y se reía, era una especie de murmullo que se convertía rápidamente en rugido. Unos años antes, cuando jugaba en El Salvador con el CD Fas, se escoró hacia una banda y el jugador que fue a impedirle el paso fue Faguara, su compañero de habitación en la selección, y en el momento que todo el mundo daba por hecho que se le iba a liar al defensa, éste le suelta a Jorge: “hijo de puta, no me la hagas que te voy a romper la pierna”. Es entonces cuando Mágico lanza el balón a las manos del defensa y le exclama: “Esto es fútbol, negro, esto no es una guerra”.

Pedro Alba, guardameta del Racing, fue hasta el centro del campo para poder felicitarle tras un golazo que había encajado. En ese gol “Mágico” recogió el balón desde el centro del campo porque, en ese momento, estaba buscando una pluma que tenía como amuleto y que había perdido. Encuentra la pluma en el mismo instante que recoge el balón, y lo siguiente que hace con la pelota es historia.