Con frecuencia se oye la expresión "raza paisa" o en el caso de
, "raza antioqueña". El término es impreciso, dado que la
es un término anticuado referido sólo a tres vertientes raciales de la humanidad (
). En tal caso, la búsqueda de la determinación racial del paisa debe hacerse dentro de dichos grupos y sus consecuentes colonizaciones.
La intermezcla entre el español y la aborigen que poblaba la región y la posterior traída de la mujer europea , no pueden ser ignorados al momento de un estudio serio de la etnografía paisa. Recientes estudios de
han confirmado, sin embargo, la presencia por vía maternas de una base indígena porcentualmente relevante (40%), de los emberá-catíos y otros indígenas y a la vez un predominio del
(94%) de origen español o europeo en los hombres antioqueños.
En efecto, el tipo paisa es un "aislado genético" o, como diría Luis López de Mesa y Fernando Gonzáles(filósofo), un conglomerado humano triétnico con un prototipo humano o "ideal" en el Valle de Aburrá y en el sur-oriente antioqueño, parecido al tipo étnico
. No olvidemos la importancia del aporte negro en Antioquia en zonas como el río Cauca antioqueño, el Urabá y la región de Urrao, El Bagre, norte del departamento etc, donde las minas fueron trabajadas por africanos, originando un gran mulataje entre la población. Antioquia y el "eje cafetero" son hetereogéneos, aunque su composición
actual está cerca del 95% por el cromosoma Y dado por los hombres.
De los antioqueños o paisas se ha solido decir que son mestizos y en su mayoría blancos, es decir, que en apariencia predominaría en el suroriente antioqueño, especialmente, el fenotipo
con una fisonomía engañosa (algunas personas de facciones españolas) y si nos atenemos a Emilio Yunis: "el ADN mitocondrial que lo trasmite la madre a sus hijas es notoriamente amerindio-embera en un 40% en los antioqueños". Así las cosas podemos decir que una persona puede ser "muy blanca" en apariencia quizás pero si la estudiamos a fondo por sus genes prodriamos afirmar que cuenta con parte indígena en sus genes como en el caso antioqueño y del resto del país donde se produjo un extenso mestizaje. O por el contrario; una persona de fisonomía muy india estudiada genéticamente puede tener un cromosoma Y predominantemente europeo que en Colombia y en Antioquia suele ser frecuente en la mayoritaria población mixta en que se compone la etnia colombiana denominada blanca.
La filósofa Clarita Gómez de Melo fue una prestigiosa psicoanalista antioqueña que nos habló en forma directa e imparcial sobre su pueblo lo siguiente: "Uno de los rasgos más feos de la cultura paisa es el
. Un racismo suave y un poco vergonzante, pero ahí está. Las abuelas y las mamás, si su hija es blanca, siempre preguntan por el color del novio. Los refranes son claros: «Negro con saco, se pierde el negro y se pierde el saco», «Negro que no la hace a la entrada la hace a la salida». En las obras de Carrasquilla están estos refranes, lo que muestra que son bien viejos: «los negros a la cocina y los blancos a la tarima», «negro no la hace limpia». La copla popular, que en general reitera el desprecio a los negros, alcanza por excepción a musitar alguna respuesta: «Si vieres comer a un blanco/ de algún negro en compañía/ o el blanco le debe al negro/ o es del negro la comida». Aunque aquí había muchos blancos y mestizos, lo que hizo que los insultos, a diferencia de Bogotá, sean con negro y no con indio, los indios no se escaparon de los proverbios racistas paisas, y al menos dos o tres han sido comunes, aunque han perdido su connotación peyorativa: «indio comido, indio ido», «que porque el indio es pobre la maleta es de hojas».
Este racismo es el más elaborado de Colombia. Aquí se habla, desde hace mucho tiempo, me imagino que desde Gutiérrez González por lo menos, de la «raza antioqueña». Nadie habla de la raza bogotana o la raza caleña o la raza santandereana o la raza colombiana, pues eso no existe, como no existe raza antioqueña. Sabemos que somos hijos del mestizaje, en diversas dosis, y que son tan antioqueños los monos de Marinilla como los negros de urrao o Belmira (con su color azulado y sus ruanas, pues son negros de tierra fría) o los mestizos más o menos aindiados de Frontino o rio sucio. Pero el mito de la raza antioqueña pretende que el valor de lo antioqueño, sus cualidades, su antioqueñidad, provienen de que somos todos como los ricos de Rionegro o Medellín, que eran un poco más blancos que los demás, y que vienen de la sangre. No estamos muy seguros de qué sangre, pues unos dicen que somos vascos, otros que somos judíos, y los historiadores a los que pregunto me sostienen que el mestizaje antioqueño no es muy distinto del de muchas partes de Colombia o la América Española, que mezclaron andaluces y castellanos primero y luego se llenaron de vascos, a fines de la colonia. Aquí hay quienes se imaginan que los vascos escogieron a Antioquia sobre el resto de América, pero no es sino ver los directorios telefónicos de Santiago de Chile o México para ver que tienen tantos vascos como nosotros, o hasta más. A la idea de raza le han inventado, desde hace unos años, el cuento de la «antioqueñidad», que es un esfuerzo de crear un estereotipo de las costumbres locales. Y la antioqueñidad es una aplanadora, una avalancha de lugares comunes que van convirtiendo al paisa en una caricatura. Esa antioqueñidad, que es parte de lo lindo de Antioquia, está hecha de lo pintoresco, de un folclor más o menos convencional, de la exaltación del carriel, de la música más rica de la tradición popular, de la comida típica, del aguardiente (para mejorar las rentas de la Empresa de Licores, que ayudan a los políticos que promueven la antioqueñidad). La antioqueñidad trata de convencernos de que somos muy especiales, muy originales en costumbres y hábitos, que como en toda sociedad, son generalmente importados o comunes a muchos otros. "