DeNunCianDo - Buenos chistes, antes de otra semana nueva...

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Buenos chistes, antes de otra semana nueva...

Más pastusos...

(1) - Bueno, Manuel: ya sabes que mañana estás invitado a la fiesta que haremos en mi casa.
- A propósito, Antonio, dame la dirección.
- Anota: Calle 345 Nº 27-43. Es una casa blanca con un jardín delante. La encontrarás fácilmente. Cuando llegues tocas el timbre con la nariz. Cuando escuches el zumbido del portero automático, abres con la espalda y entras.
- ¿Y por qué con la nariz y la espalda?
- ¡Hombre! ¡No pensarás venir con las manos vacías!

(2) Hay pastusos tan brutos que creen que Fornicar es una tarjeta de crédito.

(3) Dos pastusos encuentran un par de cerdos amarrados a un árbol. Esperaron un rato hasta que decidieron llevárselos a su pequeña granja. En la noche, cuando estaban durmiendo, un pastuso se despierta, y angustiado le pregunta al otro:

- Oye Porfirio, ¿y cómo nos vamos a repartir los cerdos?
- Ah, pues muy fácil, Diógenes... un cerdo es tuyo, el otro es mío.
- ¡Perfecto!

Más tarde, ya en la madrugada, el pastuso vuelve a inquietarse y de nuevo despierta al otro:

- Oye Porfirio, ¿y cómo vamos a reconocer al cerdo tuyo, del mío?
- Mmm..., ya sé, dice Porfirio.

Se acercan a uno de los cerdos, le cortan una oreja, y muy satisfecho, Porfirio dice:

- Ahora, el cerdo de una sola oreja, es tuyo. Y el de las dos orejas es mío.
- ¡Perfecto!, dice Diógenes.

En el camino hacia la cama, ambos pastusos escuchan que uno de los cerdos chilla fuertemente. Cuando se acercan a ver que sucede, se dan cuenta que uno de ellos le arrancó al otro cerdo la oreja de un mordisco, así que ambos porcinos estaban en igual condición.

-Ahora, ¿cómo los distinguimos, Porfirio?
- Ah, pues muy fácil.

Porfirio saca un revolver y dispara contra uno de los cerdos. Muy contento, exclama:

- El cerdo muerto, es tuyo. El cerdo que aún vive, es mío.
- ¡Perfecto!, dice Diógenes.

Cuando por fin creían haber estado tranquilos y satisfechos, prontos a continuar con el sueño, escuchan al único cerdo vivo chillar, hasta perder el aliento.

- Y ahora qué vamos a hacer, Porfirio. Este cerdo murió de melancolía. ¿Y cómo vamos a distinguir tu cerdo del mío?
- Mmm, déjame ver... ¡Ah! ¡Ya sé! El cerdo de color negro es tuyo, y el de color rosa es mío.
- ¡Perfecto!