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Ver la Versión Completa Con Imagenes : Así fueron las 86 horas de risa del comediante pastor


Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
►Shep◄
14-12-2014, 08:54:26
El humorista José Ordóñez cuenta cómo logró la hazaña de hacer reír tres días y medio, sin parar.

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Foto: Carlos Ortega / EL TIEMPO
José Ordóñez con su familia. El humorista dice que el equilibrio que su esposa e hijos le dan, es la clave para aguantar retos como el récord mundial de chistes.

Cuando el humorista colombiano José Ordóñez se convirtió al protestantismo en 1998, tuvo que decirle adiós a la comedia durante varios años. Era una exigencia de los pastores de su Iglesia, que no entendían entonces que se pudiera predicar siendo gracioso.

“Fue un error terrible –dice Ordóñez-, porque no era mi esencia. Me costó mucho hacerle entender a la Iglesia cristiana que yo podía aportarle desde mi talento. Un día me cansé de predicar tan serio, con una Biblia pesada en la mano, y empecé a meterle gracia, chistes, y así voy por todo el mundo. Hoy no sé decir si soy un pastor comediante o un comediante pastor”.

Ordóñez, de 46 años y casado hace 25 años con Yasmith Correa, mamá de sus hijos Tatiana, José Daniel, Andrés David y María Juliana, es pastor de matrimonios de su Iglesia en Miami (Estados Unidos) y “hombre enamorado de una sola mujer”, insiste. De hecho, cuando completó la hora 60 de su récord de 86 contando chistes en vivo y en directo, él le pidió que renovaran sus votos.

A medida que se acercaba ese momento la adrenalina iba espantando el sueño y el cansancio que tenía acumulados. “Después de contar un muy buen chiste me detuve, me levanté, la tomé de la mano, le pedí que caminara conmigo al escenario, me arrodillé, le di a mi muñeca las gracias por tantos años de felicidad y le pedí que siguiera acompañándome, por el resto de mi vida”, dice.

El humorista tras el recordado programa de televisión ‘Ordóñese de la Risa’ y quien dio vida a personajes entrañables como Benito, Tanainas, Celio y Pedro Remalas, que además protagonizan la mayoría de sus chistes, habló con EL TIEMPO sobre los detalles de su récord número once contando chistes, que cumplió entre las 8:00 de la mañana del viernes 5 de diciembre y las 10:00 de la noche del lunes 8 de diciembre.

¿Cómo se preparó para este récord?

En realidad no me preparé. Meses antes caminé mucho por Bogotá, para acostumbrarme a la altura, y cuidé mi dieta comiendo bastante pescado, pero le tenía más miedo al frío del escenario abierto en el que estaría, por cómo podría afectar mi garganta. En récords anteriores siempre hubo ambiente controlado. Me hice un chequeo médico previo, escogí la silla personalmente y mandamos a hacer la mesa con la altura específica.

¿Qué hizo el día anterior a emprender el récord?

Hice un circuito de spa, tomé melatonina y me fui a dormir a las nueve de la noche, pero la ansiedad me despertó a las tres de la mañana. Así, con poco sueño encima, emprendí el récord.

No es mucha preparación. ¿A qué atribuye haber resistido tanto?

Tengo vida familiar sana y feliz, que me da un gran equilibrio emocional, vital para afrontar esta clase de retos. Eso sí, siempre he tenido buena salud, no tengo vicios ni problemas de corazón; nunca me han operado, no tomo medicamentos por mi cuenta cuando me enfermo y, por fortuna, jamás he pasado una noche en un hospital.

¿Cómo fue la mecánica del récord?

Desde que empecé solo podía descansar cinco minutos por hora. Las primeras ocho no paré, para acumular tiempo para la madrugada, que son las horas más difíciles. Y me sirvió. En la segunda noche, pasadas las 60 horas, el sueño me venció y tuve que parar. Dormí diez minutos exactos y me recuperé impresionante… Hice luego las tres mejores horas de chistes de la noche. Es la primera vez que duermo en un récord y es una fórmula maravillosa, que evitó que acabara vuelto flecos, como en los récords anteriores. Adaptaré la técnica cuando haga las 90 horas.

¿Y la comida y la bebida? ¿Pudo bañarse, cambiarse de ropa?

Todo el tiempo tomé agua caliente con jengibre y en los descansos tomaba sopitas de pollo y un poco de pescado. En un punto me quedé sin voz y una cucharada de miel me la devolvió. Alcancé a pensar que el personaje del niño Benito, que requiere una voz aguda, no llegaría al final. Pero sí. Los “motosos nutricionales” me ayudaron. Bañarse, imposible. Cambiarse, aunque fuera de ropa interior, menos…

¿El libreto que tenía estaba pensado para afrontar los vaivenes de la jornada?

Empecé a trabajar en él tres meses antes, y sí, se ajustó pensado en el récord. Como la primera hora es para adaptar el cuerpo y la mente al clima, al ruido, al público y las condiciones del escenario, los chistes deben ser fáciles. Desde la segunda hasta la hora doce se cuentan los complicados, los que exigen detalles en la narrativa. En las noches y las madrugadas no pueden ser muy complicados. Desde la hora 72 hasta la 80 los chistes no pueden ser de más de tres líneas… Y las últimas horas son chistes light y exageraciones. Al final conté 9.600 chistes.

¿Hubo algún momento crítico?

Sí. Son horas en las que el cuerpo se congestiona y la mente se evade. Como debo manipular los botones de ambiente, risas y música, tengo que esforzarme para coordinar. Cuando aparece el cansancio, el cuerpo quiere derrumbarse. Es como estrellarse con una pared. Mi primera crisis fue hacia la hora 29… Nadie alrededor me dijo, por fortuna, que pensaba que no aguantaría. De pronto el cuerpo reacciona, logra superar el muro y continúa. Así es.

¿Ayuda el vitoreo del público?

Cuando es muy ruidoso distrae un poco. Como estaba tan cansado, tuve que fijar la mirada todo el tiempo en un punto del computador, para mantener la concentración.

No hubo chistes verdes ni subidos de tono…

No. Los he depurado todos. Se puede ser gracioso y divertido sin ser vulgar, sin herir y sin faltarle al respeto a nadie. Ah: me burlo de los políticos, pero es que todos son iguales, en todos lados.

¿Cómo fueron los últimos minutos del récord?

En general no son difíciles, porque la emoción del momento ayuda mucho. Me sentía feliz de saber que iba a lograrlo, estaba listo para poner el Himno Nacional, como en efecto hice.

¿Qué hizo cuando todo terminó?

Me subieron a una ambulancia donde me tomaron los signos vitales y me llevaron al hotel en el que me quedo con mi familia. Y cuando llegamos mi esposa me dijo: “Por Dios, ¡báñate!”. Y yo le respondí: “No, no me lavo ni una uña”; me metí a la cama y quedé profundamente dormido.

¿Ya se recuperó?

En los días posteriores a los récords siempre me siento incómodo e irascible. Y como mi familia ya sabe, pues no me dicen que no, me dan mis comidas ¡y no me sacan la piedra!

Fuente: El tiempo

Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
INDIVIDUAL
14-12-2014, 12:16:09
hae falta su programa

--EL CAPO--
14-12-2014, 21:07:43
ejemplo de q el humor sano puede ser sacado adelante y q sus chistes sean para toda la familia se extrana muchos el programa ome :(

El Steve Master
14-12-2014, 22:32:08
Grande ordoñez