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20-04-2014, 12:15:26
García Márquez: El hallazgo de nación
por Alberto Verón

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Autor: Alberto Verón
País: Colombia
Región: Suramérica
Posiblemente la muerte de Gabriel García Márquez incentive entre nosotros la búsqueda de lo que José Arcadio Buendía representó con sus lupas y sus imanes comprados a los gitanos: el hallazgo de la nación. En mi caso y en el de otros generacionales, leer "Cien años de soledad" en una edición del Círculo de Lectores, por allá en una mañana soleada de la Cali de los años setenta, significó el hallazgo de la nación del olvido, de los recuerdos disecados, de las búsquedas imposibles. A partir de allí todos nuestros esfuerzos por imaginar algún tipo de carrera literaria tuvieron de referente la imagen de quien en su juventud universalizó las letras colombianas y quien con su éxito fue el modelo de los que sueñan abrazar el destino de escritor en Colombia.

El esfuerzo y la cristalización de su carrera se produjo en el año de 1982, en los inicios de una tormentosa década donde la búsqueda de la paz tuvo instantes pico como la desmovilización del M-19, la Toma del Palacio de Justicia, las conversaciones con las FARC en Casa Verde. Fue en el año de 1982 que nuestra generación tuvo un momento pletórico de universalidad cuando se anunció que García Márquez era el primer literato colombiano que recibiría un premio nobel de literatura. En ese instante verificamos que todo el esfuerzo de las elites colombianas de la segunda mitad del siglo XIX, -los regeneracionistas- y las posteriores estrategias de sus continuadores: centralistas, clasistas, racistas y otros istas como la señora María Fernanda Cabal y sus despreciables mensajes enviando al infierno a García Márquez resaltaban polvo deleznable, pues"Cien años de soledad" es el ejemplo de lo que se escapa a la lógica de quienes han aceitado y mantenido al país en la intolerancia y la violencia.

Por treinta y siete años luego de serle entregado aquel legendario premio nobel, García Márquez nos regaló sus artículos en El Espectador, sus relatos periodísticos como "Noticias de un secuestro" o una novela neo-romántica como "El amor en tiempos del cólera". Lo hizo mientras el país se continuaba deshaciendo en medio de diálogos y de amnistías rotas. Sus lectores pasamos de adolescentes a convertirnos en padres de familia con la sensación de hacer parte de una nación peligrosa, inviable, de la cual había que escapar como emigrante, cambiar de nacionalidad o hacerse rico en ella para merecer algún derecho humano.

Mientras la gloria de García Márquez se fortalecía como un verdadero monumento que enterraba sus raíces en la tierra de Aracataca, la idea de nación colombiana se hizo más difícil de sostener, en medio de la globalización mundial, de las presiones económicas, de la neo liberalización, del estallido de una cultura masiva global productora de ídolos de barro, glorias de un día en la televisión. Por su parte la literatura fue reducida en la era de la técnica a ser un producto refinado y distante, hijo de una modernidad ilustrada, sobreviviente solo en las universidades o entre quienes pudieran dedicarse al oficio de la lectura.

Por eso a las generaciones nacidas al borde de los años noventa, es bueno recordarles que en un rincón de la costa Caribe, nació este colombiano que no sembró odio ni venganza, sino por el contrario literatura, gran literatura, y que con eso nos donó desde el lenguaje los mejores cimientos en aquello que no hemos terminado de construir: la idea de nación.