PDA

Ver la Versión Completa Con Imagenes : La última Curda.


Ayudante De Santa
06-11-2015, 22:19:08
Los mejores licores
Samuelsb
08-02-2014, 02:13:11
Ya sé, no me digas, tenés razón
la vida es una herida absurda,
y es todo, todo tan fugaz,
que es una curda
- ¡nada más!-
¡mi confesión!
Catulo Castillo/Aníbal Troilo.

Don Juan Antonio llegó al bar a eso de las ocho y media de la noche, todos los comensales que estaban allí observaron su entrada, su paso lento, pausado, como si pensara cada pisada, el silencio fue general pues nadie se atrevía a seguir hablando, sin embargo, desde que todos estaban allí sintieron en el ambiente ese aire de tristeza que suele enrarecer las despedidas.
El primero que se acercó a recibir a don Juan Antonio fue su amigo de toda la vida Gonzalo Montoya, conocido por todos como chalo.
-¡Quiubo, toñito! ¿Cómo estás? –le preguntó y en ese momento le alargó una copa con un aguardiente doble. Le sonrió a don Juan Antonio quien tomando la copa se lo lanzó de una vez, sin preámbulos. Chalo volteó en el acto y en tono triste simulado con alegría gritó-. ¡Catulito, mijo! Soltá la canción.
Catulo Alonso Castillo Jaramillo, ese era el verdadero nombre del dj y dueño del bar Pequeño Buenos Aires, su nombre fue en honor al compositor argentino Catulo Castillo quien su padre, Alberto Castillo Echeverry, admiraba. Aprovechando la similitud entre los apellidos decidió que su primogénito se llamase de esta manera, catulito creció con ese amor extraño e inexplicable que nace hacia el Tango cuando se le escucha, se le vive y se le siente recorrer la piel en cada tonada y en cada letra, esto fue lo que lo llevó a ganarse la vida por medio de la pasión que heredó de su progenitor.
En el sonido del bar irrumpió rítmicamente el bandoneón de Por qué canto así, la voz de Julio Sosa acompañó ese instante en el que don Juan Antonio pasó junto a sus amigos de juventud y con cada uno se tomó un aguardiente, algunos le recordaban anécdotas del pasado, otros solo brindaban con él y se aguaban entre el trago y las lágrimas, algunos simplemente lo miraron a los ojos y se tomaron el trago en silencio. Así pasaron veinte minutos mientras sonaron Che bandoneón, Chorra, Te vas arrepentir, La viruta, entre otros. Y luego volvió a comenzar la ronda ¿cuántos aguardientes se tomó don Juan Antonio esa noche, cuántos Tangos sonaron? No lo sé, de lo único que estoy seguro es que al finalizar la ronda tercera extrañó a Catalina y, por tanto, fue complacido con Uno, cantado por Roberto Goyeneche, lo anterior quiere decir que ya estaba en las puertas de la borrachera. Para resumir, esa noche don Juan Antonio hizo seis rondas de despedida, cada vez más lentas y más conversadas.
Se acercó la hora cero de la noche, don Juan Antonio sintió que caía sin retorno rumbo al Hades.
-¿Tan pronto? –se preguntó en voz alta, chalo y catulito lo miraron de soslayo, luego voltearon para observarlo completamente, don Juan Antonio se sentó en la silla más alta que estaba cerca de la barra, su rostro se alargó quizá porque creyó que llegaba al fin, pensó en Catalina otra vez, sí, estaba completamente ebrio. Tomó la copa en la mano y la alzó para brindar con sus dos amigos-. Por la amistad, por el amor, el desamor, los sinsabores de la vida, por los que se fueron, por los que aún estamos y los que pronto nos reuniremos con esos que se adelantaron, por este trago, por ustedes, por la última curda, amigos, la última curda.
-Negrito, ¿te sentís bien? –Le preguntó catulito-, si querés paramos aquí para que te vayás y descansés.
-No, no, estoy bien –su voz enredada lo delataba. Aún con la copa en lo alto les hizo un gesto. Chalo y catulito alzaron las de ellos, brindaron con él y se tomaron el trago.
Chalo le hizo una seña con la cabeza a catulito quien acercándose al tocadiscos puso La última curda cantada por Goyeneche y la Orquesta típica de Aníbal Troilo. Don Juan Antonio, pasó junto a cada uno de sus amigos y se despidió de ellos entre lágrimas y palabras como “toñito” o “negrito, nos volveremos a ver”; no quiso tomarse un trago más, era difícil decirle adiós a sus amigos en sano juicio, por eso bebió, las despedidas para él eran puñales en la espalda, era negarse a verlos de nuevo, disfrutar de sus compañías, era negarlos, como negó a su padre Carlos García el día que lo enterró en el cementerio de San Pedro mientras que la orquesta típica que contrató le tocaban Malena una y otra vez. Además el último trago estaba reservado para chalo y catulito.
Al final volvió a donde se encontraban ellos.
-¡La última curda! –les dijo. Señaló las copas vacías, catulito los llenó hasta el borde, cogieron sus tragos, brindaron en silencio y se lo tomaron.
Soltó la copa sobre la barra y abrazó a catulito, quién dejó que se repitiera cantidad de veces La última curda, luego se acercó a chalo al que simplemente le estiró al mano.
-Nos veremos… por ahí, chalito, mijo.
-¡Claro, papá! Nos veremos por ahí.
Los dos asintieron con las cabezas, soltaron sus manos, don Juan Antonio volteó y entre tumbos y el vaivén causado por el licor llegó a la puerta de la calle donde el hijo de catulito lo esperó para llevarlo a la casa.
-Su última curda –le dijo catulito a chalo y sirvió un trago más para su amigo.
-Sí, su última curda, -respondió chalo y secó sus lágrimas.