Los siete Mundiales de Mario Américo [Archivo]

Tyler Durden

08-04-2016, 19:58:39

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La historia de las Copas Mundiales de la FIFA™ está llena de nombres de grandes cracks, famosos árbitros, brillantes técnicos, arqueros imbatibles y dirigentes pujantes. Pero otros personajes, invisibles para el ojo del público, las cámaras y los flashes, fueron grandes partícipes de la competición futbolística más importante del planeta.

Mario Américo, masajista de Brasil, comenzó su carrera cuando aún los brasileños vestían de blanco y perdían estrepitosamente el título mundial de 1950 en el denominado Maracanazo, en el que destacaron los errores cometidos por equipo. "Fue mucho tiempo de aislamiento, cuatro meses entre las ciudades de Araxá y Río de Janeiro. Todo en vano, porque en la concentración entraban periodistas, políticos y sufríamos el asedio de los hinchas", comentaba Américo. Además, en la previa de la final "se acercaron muchos parientes y varios jugadores revisaban la lista de comercios e industrias que les pagarían un premio por la victoria que nunca se dio".

Su buen trabajo como masajista de la Canarinha lo llevó a la Copa Mundial de la FIFA Suiza 1954™, donde fue a ver qué hacían los húngaros, grandes favoritos, en la previa de los partidos. Allí vio que los europeos hacían ejercicios de gimnasia en los vestuarios, antes de salir a la cancha. Rápido como un rayo, Américo fue a contárselo al entrenador Zezé Moreira y desde ese entonces, los brasileños pusieron en marcha el alongamento.

En la Copa Mundial de la FIFA Suecia 1958™, lo precedía su fama de líder natural y ya se había convertido en algo más que el fisioterapeuta de Brasil: era parte del equipo. Vicente Feola, el técnico que consiguió el primer título para Brasil, lo apodó pombo-correio —paloma mensajera—: con su cartera de cuero, la cual se expone en el Museo de la FIFA, entraba en el terreno de juego para atender a jugadores lesionados, pero también hacía otras cosas...

Feola, desde el banquillo, hacía un gesto a un jugador de campo, quien se tiraba como si sufriera una lesión. Allí enviaba a Mario, que metía la mano en su cartera para sacar vendas y éter, pero en realidad transmitía órdenes tácticas… La historia nos la corroboró el campeón del mundo con Brasil en 1958 José Altafini en su visita al Museo.

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Una misión muy especial
Un hecho muy particular se produjo en la final de 1958, cuando Feola le encomendó la más difícil de sus misiones: apoderarse del balón con el que Brasil había conseguido su primer título mundial. Una vez finalizado el encuentro, le arrebató la pelota al árbitro francés Maurice Guigué y salió corriendo hacia el vestuario.

El personal de seguridad lo perseguía, pero Américo era demasiado veloz. Así pudo llegar al vestuario con tiempo suficiente como para poner a buen recaudo la pelota de la final, coger una de reserva, volver al terreno de juego y pedir disculpas por la brincadeira. Siempre con su cartera en la cintura.

Américo fue protagonista también de los títulos de 1962 y 1970, selecciones que encarnan "el mejor Brasil de todos los tiempos", según contó después de su retirada. Fue tras el Mundial de Alemania de 1974. Entonces decidió a dedicarse a la política. En 1976 fue elegido concejal de la ciudad de São Paulo, donde se encargó de atender a atletas y demás personas en el Instituto de Fisioterapia, al norte de São Paulo.

Ésta es la gran carrera de Mario Américo, quien falleció el 9 de abril de 1990 a los 77 años. Tomó parte en siete Copas Mundiales de la FIFA durante los que se le vio correr como un rayo con su cartera para sanar a sus jugadores y cumplir otras 'misiones especiales'.

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