A los expertos en tacadas se les pasan las horas en este lugar con 50 años de historia.

“Soñé con vos anoche y no te quiero ni ver hoy”, le dice Jairo Muñez a Roberto Hernández cuando lo ve llegar a su mesa.
Se ríen. Muñez ratifica que no habrá aire de revancha. El día anterior hubo duelo entre estos dos ‘geométricos’ y entre tacadas, el victorioso fue Hernández.
Desde temprano las carambolas empiezan a retumbar en el Maracaibo, uno de los históricos de Medellín. El billar tiene 50 años y nunca ha faltado entre sus filas un buen jugador. En la noche sobran rivales, pero no las mesas.
A su entrada unos llegan afanados y salen despavoridos. En esencia el billar es el mismo de antes, pero no sus alrededores: “Es mejor guardar el taco. Todos somos amigos: no se pierde ni una tiza, pero afuera el tema es diferente”, señala Jairo Quintana el hombre que arriba a los casilleros donde guarda sus elementos preciados.
Con llavero en mano elige la indicada. Saca el guante y un paño para limpiar el taco que empieza a atornillar por partes. Equipado, comienza la búsqueda de posibles contendientes. “Jugar billar es dejar de lado los problemas y yo llevo 45 años dejándolos a un lado”, añade uno de los históricos, él.
Sobre las mesas hay tinto, ron, cerveza y aguardiente. Entre brindis celebran y aún así conservan su precisión. Otros encomiendan el ‘chico’ a la Virgen que posa iluminada en el fondo del salón.
La decoración de cada lámpara lo hace ver como un lugar elegante, iluminado por tres lámparas en cada mesa y jugadas de fantasía. Los jugadores viven a plenitud una afición sana –mediada por el cálculo– en cada golpe a tres bandas que hilvana en una carambola.
El reloj marca las horas en rojo y sigue contando el paso del tiempo en el Club Maracaibo.
Muñez, por ejemplo, acabó su jornada. Desmantela su taco, lo guarda y sale orgulloso de ganar, mientras se despide de sus amigos: “Si uno está en el Centro tiene por fuerza que venirse para acá. Puede ir a otros, pero fijo termina en el Maracaibo”, dice.
ANDRÉS MAURICO HENAO
REPORTERO GRÁFICO EL TIEMPO
MEDELLÍN