Ver Mensaje Individual
Antiguo 08-04-2013 , 14:11:33   #82
ALBAFIKA DE PISCIS
Denunciante Bronce
 
Avatar de ALBAFIKA DE PISCIS
Me Gusta
Estadisticas
Mensajes: 10.595
Me Gusta Recibidos: 3197
Me Gustas Dados: 521
Ingreso: 28 mar 2008

Temas Nominados a TDM
Temas Nominados Temas Nominados 13
Nominated Temas Ganadores: 0
Reputacion Poder de Credibilidad: 136
Puntos: 229266
ALBAFIKA DE PISCIS tiene reputación más allá de la reputaciónALBAFIKA DE PISCIS tiene reputación más allá de la reputaciónALBAFIKA DE PISCIS tiene reputación más allá de la reputaciónALBAFIKA DE PISCIS tiene reputación más allá de la reputaciónALBAFIKA DE PISCIS tiene reputación más allá de la reputaciónALBAFIKA DE PISCIS tiene reputación más allá de la reputaciónALBAFIKA DE PISCIS tiene reputación más allá de la reputaciónALBAFIKA DE PISCIS tiene reputación más allá de la reputaciónALBAFIKA DE PISCIS tiene reputación más allá de la reputaciónALBAFIKA DE PISCIS tiene reputación más allá de la reputaciónALBAFIKA DE PISCIS tiene reputación más allá de la reputación
Premios Recibidos

  
Predeterminado Respuesta: Asesinos en serie megapost

ANEXOS

1-Fragmentos de las “Memorias de Albert Pierrepoint”, verdugo encargado de ejecutar a la Bestia Bella:

‹‹La mañana siguiente (…) atravesé el corredor y llamé: “Irma Grese”. (…) Una puerta se abrió, pero la entrada era demasiado baja para mí. “Sígame”, dije en inglés, y O’Neil repitió la orden en alemán. A las 9’34 de la mañana nos dirigimos a la sala de ejecuciones. Ella se volvió un segundo y miró a los oficiales que tenía a su espalda. Después subió los escalones tan rápido como pudo y se situó justo en el centro de la plataforma, sobre la marca de tiza. Se quedó allí, muy firme. Cuando iba a colocarle el capuchón blanco, repitió, con voz lánguida: “Rápido”.››


2-Fragmentos que ilustran la crueldad de Irma Grese, extraídos del libro “Los hornos de Hitler”:
a) Una escena de abuso salvaje y arrogancia, vivida en carne propia por la autora del libro:

‹‹Con lentitud calculada, sacó un revólver de su mesa y avanzó hacia mí. Formábamos un rudo contraste: yo, con la cabeza rapada, andrajosa, sucia, empapada de lluvia, y ella con el pelo magníficamente peinado y cuidado, con su belleza deslumbradora y su maquillaje perfecto. El impecable vestido hecho a la medida realzaba su esbelta figura.
—¡Puerca! —silbó entre dientes.
Me aparté, encogida, del cañón frío de su revólver cuando me lo pasó por la sien izquierda. Sentí su cálido aliento.
—Conque tienes miedo, ¿no?
De pronto, descargó la culata de su arma sobre mi cabeza, una y otra y otra vez. Me golpeó la cara con el puño, una y otra vez.
Probé el sabor de mi sangre. Me tropecé y fui a caer sobre la piel de lobo.
Cuando abrí los ojos, estaba tirada en el barro, bajo la lluvia, que seguía cayendo.››


b) Sobre lo que la Bella Bestia planeaba hacer con su vida tras la nunca habida victoria alemana…:

‹‹En cuanto terminó la operación, empezó a charlar:
—Después de la guerra, me propongo dedicarme al cine. Ustedes verán mi nombre luminoso en las marquesinas. Conozco la vida y he visto mucho. Las experiencias que he tenido me van a ser muy útiles para mi carrera artística››

.

c) Sobre cómo, además de su esclava sexual permanente, tenía otras que, sin correr la misma suerte, solo duraban por temporadas antes de ser enviadas a la muerte:

‹‹Las jefas del campo eran famosas por sus aberraciones. La Griese era bisexual. Su criada, que era amiga mía, me informó de que muchas veces Irma Griese tenía relaciones homosexuales con internadas, a las que después mandaba al crematorio. Una de sus favoritas era una “blocova”, que estuvo siendo su esclava una larga temporada hasta que la jefa del campo se cansó de ella.››

.

d) Celos, orgullo y crueldad: Irma Grese se venga de una pareja de prisioneros:

‹‹Nos pegamos a la pared de la barraca de madera. Por un pequeño resquicio que se abría entre las tarimas, podía distinguir parte del interior de la habitación. Alguien estaba gritando y quejándose a la izquierda. A juzgar por el restallido de la fusta, estaba azotando a alguien furiosamente. Con voz ronca y destemplada, Griese barbotaba maldiciones. Pero lo único que se podía divisar desde donde yo estaba era el couch que caía enfrente del ojo de la cerradura. Sin embargo, un momento después, la escena se hizo más animada y dramática.

Griese se acercaba al sofá, arrastrando a una mujer desnuda por el pelo. Cuando llegó al diván, se sentó, pero no soltó la cabellera de la mujer, sino que fue tirando cada vez más de la mata espesa de pelo, mientras descargaba una y otra vez, la fusta sobre las caderas de la mujer. La víctima se veía obligada a acercarse más y más. Finalmente se quedó de rodillas ante su verdugo.

—Kommhier —gritó Irma, dirigiéndose a un rincón de la habitación que caía fuera de mi visión. De nuevo repitió:

—Ven acá. ¿Vienes o no?


Irma había llamado a un guapo prisionero georgiano para tener sexo; él, que por fidelidad a su chica se negó, hubo de recibir la terrible venganza de la Bestia Bella
Y blandió el látigo una vez más, obligando brutalmente a ponerse de pie a la mujer.

Y de pronto, en el espacio que podía y dominar desde mi observatorio, apareció la figura de un prisionero. Era el apuesto georgiano. Lo conocíamos.

Aquel hombre era increíblemente bello. Se dice que la raza georgiana es la que produce los hombres mejor parecidos, y aquél era, por cierto, un ejemplar perfecto. Tenía una estatura tan elevada que poco le faltaba para tocar con la cabeza el techo de la barraca. A pesar del hambre y de los malos tratos, conservaba todavía un pecho robusto de atleta. La cara se le había quedado magra por las privaciones, pero sus rasgos fisonómicos eran acaso por eso más atractivos.

La historia de este georgiano bien plantado había circulado de boca en boca por todo el campo. Lo había mandado al Lager de mujeres para reparar la carretera. Allí había conocido a la delicada joven polaca que parecía una virgen y que ahora se arrodillaba, desnuda, bajo los latigazos de Irma Griese.

La escena no necesitaba explicación. La comprendimos perfectamente. Irma había visto a aquel magnífico espécimen de virilidad, al arrogante georgiano, y se lo había acaparado para ella, como cualquier potentado oriental. Le había mandado presentarse en su habitación, pero cuando el digno joven, cuyo espíritu no se había quebrantado ni por el cautiverio ni por la fama que tenía Irma de aterrar a la gente, se negó a ceder a sus deseos, Irma trató de obligarle a hacerse su esclavo, haciéndole mirar cómo atormentaba a la muchacha a quien él quería.

…[…]…

Se abrió la puerta. Primero salió el hombre. No se me olvidarán jamás sus ojos negros, que echaban lumbre, y la ira que se reflejaba en su faz. Luego emergió la muchacha polaca. Su estado era verdaderamente lamentable. Tenía cruzada la cara de verdugones rojos, lo mismo que su escote. Aquella sádica no le había perdonado siquiera el rostro.

…[...]…

No volví a ver al apuesto georgiano. La hermosa bestia lo había mandado fusilar. ¿Y la muchacha? Nos enteramos de qué había sido de ella por la criada de Irma. El “ángel rubio” la había mandado al burdel de Auschwitz.››
.

ALBAFIKA DE PISCIS no está en línea   Responder Citando
 
Page generated in 0,06628 seconds with 11 queries