Denunciante Popular
 |  Yo creo en Gustavo Petro por Arturo Arg
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 | Arturo Arg
"Si quieren encontrar culpables y condenar a alguien por el estado actual de Bogotá, les recomiendo que miren hacia atrás y hacia sí mismos."
Voy a suponer que Colombia es un país que sabe perdonar y no me voy a detener en el pasado del alcalde Petro. Voy a dejar a un lado también, como argumento, los absurdos odios que despierta en las clases media y alta, en un amplio círculo de bogotanos que se creen más que los demás, que se creen 'bien' y que son incapaces de detenerse a reflexionar más allá de unos prejuicios esnobistas sin fundamento. Y a pesar de que reconozco en él un equilibrio necesario para nuestra democracia, tampoco voy a caer en halagos y adulaciones resaltando su carácter, como lo hizo su amigo Vernot, el pasado sábado, en lo que fue más un publirreportaje que una investigación seria.
No creo que Petro sea un chambón como lo afirmó recientemente el exalcalde Peñalosa; por el contrario, creo que Petro está muy lejos de la improvisación, pues sus propuestas no son sacadas de la manga ni se le aparecieron un día, en la mente, a través de un sueño, de buenas a primeras. Las iniciativas que hasta el momento ha intentado implementar, no corresponden a ideas propias, inventadas, sino que son modelos ya probados con éxito que se han tomado de otras ciudades, muchas de ellas de las más avanzadas.
Por ejemplo, la más reciente de ellas, que ha generado tanta controversia y malestar en los bogotanos, ha sido probada en diferentes países, como en Suecia, donde el reciclaje y los recicladores son el eje del sistema de basuras. Los ciudadanos deben separar absolutamente toda la basura sin mezclar entre residuos orgánicos, papel, metal, vidrio y plástico, así estén en la calle, en su casa o en el trabajo. Las empresas de consumo masivo, desde 1994, deben por ley recolectar una cantidad de material para reciclar, igual a la que ponen en el mercado, y los ciudadanos pueden recibir pagos por parte de estas empresas cuando devuelven los desechos de los productos para que sean reutilizados, y a nadie le da pena. Quien no separa, lo multan o, como en el caso de Canadá, no le recogen la basura.
En algunas ciudades de estos países, los recicladores se han organizado y son los responsables de asegurar que estos desechos no se conviertan en un problema de salud pública. Y los mismos ciudadanos, cuando no saben cómo reciclar, llevan la basura -¡si, ellos mismos!- a centros de reciclado en las afueras de las ciudad. ¡Qué civilizados son los suecos y los canadienses! Pero eso son ellos, porque nosotros acá somos incapaces de aceptar que nuestro modelo está mal y no reconocemos que ya es un gran problema. Acá los recicladores son considerados como la escoria de la sociedad, razón por la cual este gremio no se ha podido fortalecer para ejercer sus funciones de veeduría a la ciudadanía y para poder fomentar el desarrollo de políticas ambientales más modernas.
Yo creo en Gustavo Petro porque tomó ese modelo y está tratando de implementarlo a pesar de los mismos bogotanos; porque creyó en los recicladores y sabe que en la basura hay no solo un problema ambiental, sino, como los suecos, sabe que hay una fuente de energía.
Otra de las medidas que me ha causado admiración, es la del tren ligero por la 7a. ¡Enhorabuena, alcalde Petro! Esta medida proveniente de Holanda corresponde a un modelo que soluciona temas de movilidad con inversiones bajas y sin un impacto ambiental profundo. Pero claro, nosotros preferimos improvisar y gastar millonadas en un sistema de buses articulados o discutir décadas enteras para reclamar por un costosísimo metro. ¿Y el pico y placa? Que no se nos olvide que la movilidad en Bogotá es un problema resultado de la pésima planeación de las administraciones pasadas, que fueron incapaces de pensarse la ciudad más allá de su mandato.
Las otras medidas, como el no porte de armas, la prohibición de las corridas de toros -medida iniciada en Barcelona-, los centros controlados de consumo de drogas para los adictos -medida que funciona a las mil maravillas en Canadá-, entre muchas otras, son iniciativas que pueden transformar de manera radical y positiva la ciudad. Pero para eso se necesita que los bogotanos que se creen 'muy muy', esos que cuando van a Europa y Norteamérica se comportan divinamente (y hasta reciclan sin que nadie les enseñe), no sean tan insensatos e irreflexivos, y dejen de ser un impedimento para el desarrollo de la capital.
Si quieren encontrar culpables y condenar a alguien por el estado actual de Bogotá, les recomiendo que miren hacia atrás y hacia sí mismos, y no que despotriquen y ataquen a alguien porque su personalidad les resulta irritante. Es preocupante ver que la capital del país aceptó cuatro años de la más decadente corrupción, y ahora está en contra de un mandato que, con buenas ideas, puede llevar a la ciudad hacia el desarrollo; creo que eso, sin duda alguna, habla mucho de lo que realmente somos en el fondo los colombianos.
Fuente: http://www.eltiempo.com/opinion/colu...-12505042.html
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