Denunciante Dorado
 |  Spam(basura)propaganda política:Bogotá zarrapastrosa
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 | Héctor Pineda "La apología al mal gusto, el culto a la asquerosidad, al atajo, ahora disfrazado de revocatoria, es la verdadera basura, atascada en varios estómagos. "
Cuando en mis caminatas por el centro de la ciudad, por los lados de San Victorino, observo a uno que otro transeúnte engullendo un trozo de chorizo, un pedazo de chicharrón y una morcilla destilando manteca rancia por entre los dedos aferrados al papel de bolsa en el que le han envuelto las viandas de fritanga callejera, además de la imagen que se me viene a la cabeza de las arterias taponadas de grasa que asfixian el oxígeno del cristiano de marras, no puedo dejar de pensar, también, en lo difícil que debe ser la tarea para cambiar la manera de pensar de alguien que es capaz de atragantarse con semejante asquerosidad insalubre (sin contar el pedazo de jeta, la oreja de puerco y las papitas criollas) para que le importe si separar en la fuente alarga la vida útil del relleno sanitario.
Permítanme, aunque se me acuse de clasista, dudar que alguien que tiene una cultura primaria en el comer, de homínido prehistórico, que se embute sin complejo ni remordimiento la "basura grasosa" que expenden en ventorrillos inseguros y malolientes de las calles, pueda ser un ciudadano que tenga interés en un cambio de cultura en el manejo moderno de las toneladas de los residuos que a diario se producen en la ciudad, precisamente, por un desaforado consumo, de producción permanente de desechos, conocidos como basuras. Quién es capaz de tratar al organismo como un relleno sanitario, al que le cabe lo que sea por la boca, seguramente, un entorno maloliente, sucio le es indiferente. A una cultura primaria en el comer, en mi sentir, se corresponde una expresión de una Bogotá zarrapastrosa, atrasada.
Pero para quienes creen que solamente la Bogotá zarrapastrosa se expresa en los hábitos de consumo de la gente que camina en los centros y barriadas populares, debo decirles que se equivocan de aquí a la Luna. La misma ingesta de grasas malignas, a precio de estrato seis, servidas en canastillas de mimbre, es posible encontrarlas en muchos comederos de zonas "dediparadas" y que son promovidas como "las delicias de la comida típica". Cada bocado, aquí y allá, es acompañado con las mismas bebidas que producen el trancón de gases y estropicios en el colon podrido. Puede llevar la chaqueta de marca o las botas de cuero fino de equitación pero, sin duda, las tripas de basurero son similares a las de la esquina de los comercios de los San Andresito. "Parrillada" aparece escrita en el menú estampado en cartones o tablas de "buen gusto".
Entonces, aquel o aquella que añora "las empanadas de doña Tere", o la rabadilla de gallina criolla del restaurante ubicado en Chapinero Alto, o el desayuno con espinazo de cerdo mientras pasea por el museo parisino, o se toma una foto recostado en las rejas del Palacio imperial de la corona inglesa, ese que se siente orgulloso de emborracharse con aguardiente anisado, sin duda, es un personaje de la Bogotá zarrapastrosa. Aunque por allá se comportan como príncipes, por acá, jinchos de la borrachera y del piquete, lanzarán la botella plástica por la ventana de sus autos de alta gama mientras miran con desprecio, por los vidrios ahumados, al desplazado que solicita una moneda en el semáforo.
La descripción que me he permitido relatar en el escrito, no muy alejada de la realidad cotidiana o de fin de semana bogotano, que la he llamado Bogotá zarrapastrosa, se me ocurre pensar, es el principal obstáculo que no permite que la Bogotá de todos sea una ciudad verdaderamente moderna, pulcra. La apología al mal gusto, el culto a la asquerosidad, al atajo, ahora disfrazado de revocatoria, es la verdadera basura, atascada en varios estómagos.
*Constituyente de 1991
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