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Antiguo 06-01-2013 , 11:57:41   #2
John Dillinger
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Predeterminado Respuesta: Dania Londoño: No tengo cara para volver a vivir en Colombia

C.O.T.- Por cuenta de esa locura la interrogaron agentes del servicio secreto de EE.UU., ¿cierto?

D.L.- Sí. Estuve en la embajada. Me entrevistaron alrededor de 45 minutos, pero sobre ese tema me preguntaron sólo al final. A ellos también les pareció un cuento increíble. Si creyeran que estaba involucrada en un ataque contra EE.UU., estaría presa. No iban a dejar suelta a una terrorista, andando, así como así, por el mundo.

C.O.T.- ¿En cuál embajada de EE.UU. la interrogaron?

D.L.- En la de Madrid.

C.O.T.- ¿Es cierto que antes la habían buscado en casa de su madre, en las afueras de la ciudad?

D.L.- Sí. Llegaron después de las entrevistas que di a algunos medios y programas en los que yo había dicho, cuando me preguntaron por el invento del abogado cartagenero, que los norteamericanos no me habían buscado y que por eso creía que no tenían inquietudes sobre mí. Pienso que también les llamó la atención que yo dijera que los agentes de seguridad de Obama eran bobos.

C.O.T.- ¿Les preguntó cómo habían encontrado su casa?

D.L.- No, ni sé, exactamente, cómo dieron conmigo. Me imagino que a través del Ayuntamiento de Madrid, en donde debieron preguntar por el nombre de mi madre. Un día tocaron el timbre temprano, como a las 8 de la mañana. Yo estaba dormida. Mi mamá abrió, me llamó y me dijo que me buscaban de la embajada. Me asomé por la ventana y me vieron. Bajé y los atendí como estaba: en pijama. Les brindamos un café. Cuando me dijeron que querían hablar conmigo, les contesté que no deseaba tener esa conversación en mi casa y que preferiría que mi abogado estuviera conmigo. Ellos aceptaron mis condiciones. Pronto se dieron cuenta de que soy una mujer normal y de que tengo una linda familia.

C.O.T.- ¿No le pareció raro que la encontraran con tanta certeza en el sitio en que se encontraba?

D.L.- Me imagino que mis teléfonos estaban interceptados, lo mismo que el computador, y creo que deben conocer mis entradas y salidas de España. Así que también sabrán que no tengo nada que ocultar. Por ese lado estoy “relajada”.

C.O.T.- ¿Cree que la han seguido o vigilado su casa o sus viajes?

D.L.- Al principio sí. Muchos carros con placas diferentes estuvieron unos días rondando cerca de donde vivo. Desde mi ventana veía esos vehículos y, un día cualquiera, también los vi en el Ayuntamiento del pueblo. En mi teléfono se escuchaban ecos y supuse que alguien escuchaba todo lo que hablaba. Ya no sucede nada de eso.

C.O.T.- ¿Le pusieron fecha fija a su cita en la embajada?

D.L.- No. Me dejaron una tarjeta y me dijeron que cuando llegara mi abogado de Colombia los llamara para acordar la fecha. No hice nada bajo presión. Como a los tres o cuatro días los llamamos junto con mi abogado y apartamos la cita. Al día siguiente nos la dieron y fuimos.

C.O.T.- ¿Cómo los recibieron?

D.L.- Nos estaban esperando. Primero entró mi abogado para identificarse. Después nos llevaron a un salón con una mesa redonda. Me mostraron las fotografías de varios hombres y reconocí al que había estado conmigo en el hotel de Cartagena.

C.O.T.- ¿Lo identificó inmediatamente?

D.L.- Sí. Lo señalé y confirmé que era el del escándalo de aquella noche. Ellos movían la cabeza. Parecían estar de acuerdo conmigo. Entraban y salían. No me hicieron muchas preguntas. Luego me dijeron que era todo y nos despidieron.

C.O.T.- ¿Solamente le pidieron identificar al agente y nada más?

D.L.- No. Me pidieron que contara todo lo sucedido la noche del lío. Les respondí con detalles, sin exagerar el cuento, porque me gusta decir siempre la verdad. También me interrogaron sobre las afirmaciones del abogado de Cartagena que aseguró que yo hacía parte de un complot. Me lo mencionaron con nombre y apellido. Me preguntaron qué pensaba de esa historia. Contesté lo que ya dije: que era una locura. Por su actitud, ellos también debían estar seguros de lo mismo.

C.O.T.- ¿Cuánto tiempo estuvo en la embajada?

D.L.- Unos 45 minutos. No me acuerdo bien porque, de todas maneras, estaba nerviosa cuando llegué, pues no sabía lo que me esperaba.

C.O.T.- ¿Cuántos funcionarios de la embajada le hablaron?

D.L.- Dos, un hombre y una mujer.

C.O.T.- ¿Se identificaron?

D.L.- Sí. Es más: me dejaron una tarjeta del gobierno de EE.UU.

C.O.T.- ¿Fueron hoscos con usted y la grabaron?

D.L.- No fueron duros. Al contrario. Pero sí estaban grabando, aunque debo aclarar que no me sentí presionada ni intimidada. Cuando empezaron a hablar conmigo, la conversación transcurrió normalmente. Hasta se reían y me preguntaron por qué había dicho que ellos eran unos tontos. Les dije que me parecía increíble que una persona del servicio secreto llegara a hacer lo que hizo conmigo. Pero les aclaré que no los estaba tratando de bobos a todos.

C.O.T.- Los que hablaron con usted, ¿también eran agentes?

D.L.- No lo sé, pero tenían aspecto de personas entrenadas.

C.O.T.- ¿Diferentes a los que usted conoció en Cartagena?

D.L.- (Risas) Totalmente.

C.O.T.- ¿Cuál es la diferencia?

D.L.- La manera como se comportaban, como estaban vestidos y como hablaban.

C.O.T.- ¿Su abogado tuvo que intervenir en la conversación?

D.L.- Primero habló él y me presentó. Y después me dio pie para empezar mi relato hasta el final. Concluyó que no había nada extraño, además de lo dicho por mí.

C.O.T.- ¿Le preguntaron por qué había ido a Dubái?

D.L.- No. Se concentraron en que les contara lo que había pasado esa noche y en que les dijera quiénes habían estado en el bar, qué hacían y cuántas horas estuvieron. Me lo preguntaron varias veces.

C.O.T.- Además de identificar al hombre que estuvo con usted aquella noche en las fotografías, ¿reconoció también a los demás?

D.L.- Claro que sí. A todos.

C.O.T.- Quienes hablaron con usted, ¿hicieron algún comentario?

D.L.- No comentaron nada, pero se quedaban mirándome y me pareció que estaban sorprendidos.

C.O.T.- Después, ¿volvió a recibir llamadas de la embajada?

D.L.- Nunca más.

C.O.T.- ¿Qué hace en Madrid?

D.L.- Estaba tomando unas clases de actuación, pero me tocó dejarlas porque he estado viajando. Y también estoy recibiendo otras clases para ser DJ (disc jockey).

C.O.T.- De su vida en Colombia, ¿qué le queda?

D.L.- Cuando se armó el escándalo tenía un apartamentico alquilado en Cielomar, un condominio en Cartagena. Tenía muebles nuevos. Hacía mes y medio que había comprado juego de alcoba, sala, comedor, cocina, todo. Cuando el escándalo creció y salí rápido para Dubái, la empleada del servicio sacó a escondidas al niño, lo mismo que mis muebles, porque en ese sitio había mil periodistas. Después ella fue por mi perro, que duró dos días encerrado y solo. Mi hijo se quedó en casa de su padre y mis cosas estuvieron en una bodega hasta hace dos o tres meses, cuando decidí regalárselos a mi abuela y a una prima que me ayudó en esos momentos. O sea que del apartamento no queda nada. Mi hijo está conmigo y quienes supuestamente eran mis amigos me dieron la espalda.

C.O.T.- ¿Por qué lo dice?

D.L.- Porque unos decían mentiras, otros contaban cosas mías y entregaban fotos, y así. O sea que también me quedé sin mi grupo de amistades. Fue muy duro. Sin embargo, de Colombia lo único que tengo es recuerdos de momentos felices. Por eso voy cada vez que tengo oportunidad, pero no le cuento a nadie en Cartagena.

C.O.T.- Cuando llega al aeropuerto, ¿cómo la reciben?

D.L.- Los agentes de Policía son los únicos que me reconocen porque ven mis papeles. Siempre me saludan.

C.O.T.- ¿Le han hecho algún comentario irónico?

D.L.- No. Por el contrario. Me han dicho que me admiran.

C.O.T.- ¿Con quién se ve aquí?

D.L.- Con Tony, el único amigo que me queda y con otros pocos conocidos.

C.O.T.- ¿Volvería a vivir en Colombia?

D.L.- Todavía no tengo cara para hacerlo. La gente cree que soy fuerte y cínica, pero tengo mi parte débil. Siento vergüenza y todavía no soy capaz de mirar a la gente frente a frente. Me duele dejar mi país, pero siento que debo hacerlo porque no voy a estar bien conmigo misma ni podría hacer feliz al niño.

C.O.T.- Suponga que la crisis económica española no le permite prosperar o generar dinero. ¿Qué haría?

D.L.- Seguiría luchando como lo he hecho siempre, contra la corriente.

C.O.T.- ¿Qué fuente de ingresos se buscaría?

D.L.- Me pondría a ayudarle a mi mamá que está montando una empresita de arreglos de oficinas, canchas, etc. O trabajaría en cualquier parte, por ejemplo, en una tienda. Buscaría otras oportunidades, pero no necesariamente volvería a “lo otro”.

C.O.T.- Justamente, quería preguntarle: ¿volvería a su vida anterior?

D.L.- No creo. Voy a decir algo que no sé si suene muy ridículo: cuando hacía cada “cosa mala”, llegaba a mi casa y sentía un peso, como de culpa. Entonces le pedía a Dios que me perdonara y le prometía que no lo volvería a hacer. Pero las circunstancias me obligaban. Entonces fue cuando Dios me mandó un “tatequieto” y me hizo pasar esta vergüenza delante de todo el mundo. Pero no me dejó sola porque me dio dinero para que cambiara de vida. Por eso no pienso volver a cometer el mismo error.

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" Guárdeselo, yo vine por el dinero del banco, no por el suyo."
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